LONDRES – Aquellas empresas, inversores y gobiernos que se toman en serio las promesas de reducir a cero las emisiones netas antes de 2050 debieran apurarse a proteger, conservar y regenerar los recursos naturales y ecosistemas que favorecen el crecimiento económico, la seguridad alimentaria, la salud y el clima. Sin embargo, parece que solo hay unos pocos pioneros, y eso es preocupante.
Lo peor es que rápidamente nos estamos quedando sin tiempo. Según la ciencia, está claro que para evitar los efectos más catastróficos del cambio climático y aumentar la capacidad de recuperación contra los efectos que ya son inevitables, debemos detener la pérdida de biodiversidad antes de 2030. Eso implica lograr la conservación duradera de al menos el 30 % de la tierra y el agua dentro de los próximos 8 años, y luego fijar el curso hacia una vida en armonía con la naturaleza para 2050.
Aunque el desafío es gigantesco, no tiene sentido ignorarlo en términos comerciales. Un informe oficial del Foro Económico Mundial estima que las políticas positivas para la naturaleza «podrían generar un valor de UDS 10 billones para las empresas y crear 395 millones de puestos de trabajo para 2030». Entre otras cosas, esas políticas usarían tecnologías de agricultura de precisión para mejorar el rendimiento de las cosechas —lo que diversificaría la alimentación con más fruta y vegetales en el proceso— e impulsaría la restauración de la agroforestación y las turberas.
Un enfoque positivo para la naturaleza que también puede ser mucho más eficiente en términos económicos. Por ejemplo, el Informe Dasgupta (el Informe Final de la Revisión Independiente del Reino Unido sobre la Economía de la Biodiversidad) descubrió que la infraestructura ecológica como las marismas saladas y los manglares son entre dos y cinco veces más baratos que la infraestructura gris, como los espigones.
De todas formas, el sector privado está rezagado, incluso en los sectores económicos en los que la salud de las cadenas de valor está estrechamente vinculada con la naturaleza. Ese es uno de los descubrimientos clave de un análisis recién publicado por los Defensores de Alto Nivel del Cambio Climático de la ONU, Global Canopy, Rainforest Alliance y otros.
De las 148 empresas evaluadas, solo 9 (el 6 %) está logrando avances sólidos para poner fin a la deforestación. Entre ellas están Suzano —una productora brasileña de pulpa y papel— y cinco de las mayores empresas de bienes de consumo: Nestlé, PepsiCo, Unilever, Mars y Colgate-Palmolive.
Unilever, por ejemplo, se comprometió a lograr que su cadena de aprovisionamiento no cause deforestación para 2023 y se está centrando en el aceite de palma, el papel y el cartón, el té, la soja y el cacao, ya que inciden sobre más del 65 % de su impacto sobre la tierra. Nestlé logró que el 97 % de sus cadenas principales de carne, aceite de palma, pulpa y papel, soja y azúcar no causen deforestación. Y PepsiCo procura implementar la agricultura regenerativa en una zona equivalente a su huella agrícola para 2030, y poner fin a la deforestación y los desarrollos sobre turba.
Estos son pasos positivos, pero representan excepciones más que una nueva normalidad. Además, los cambios en el sector financiero para que sea positivo para la naturaleza han sido lentos. Desde la conferencia COP26 sobre cambio climático en Glasgow el año pasado, solo 35 empresas financieras se comprometieron a combatir la deforestación causada por la agricultura de productos básicos para 2025. Esperemos que otras más se sumen al compromiso contra la deforestación para la COP27 en noviembre de este año. Bajo el paraguas de la Alianza Financiera de Glasgow para la Neutralidad en Emisiones de Carbono, 500 empresas financieras (con activos por USD 135 billones) se comprometieron a reducir las emisiones de sus carteras para 2030 y lograr que las emisiones netas sean nulas para 2050. Y ahora la Alianza publicó nuevos lineamientos que incluyen políticas recomendadas para solucionar la deforestación.
La naturaleza funciona como una especie de capital mundial, protegerlo debiera ser una clara opción para las empresas. Según el Foro Económico Mundial, «USD 44 billones —más de la mitad del PBI del mundo— dependen moderada o intensamente de la naturaleza y sus servicios». Pero esta profunda fuente de valor está cada vez más en riesgo, como lo demuestra la actual crisis alimentaria, que no solo depende de la guerra en Ucrania sino también de desastres relacionados con el clima (como las sequías y la ola extrema de calor en la India, mangas de langosta en África Oriental, e inundaciones en China).
Las empresas tienen cada vez más herramientas para comenzar a abordar este tipo de problemas. Recientemente, la iniciativa Science Based Targets publicó una metodología para abordar la emisiones relacionadas con los alimentos, la tierra y la agricultura. La plataforma Nature-Based Solutions Investment ayuda a los financistas a identificar oportunidades para invertir en la naturaleza con rentabilidades competitivas. Y la coalición Business for Nature está explorando opciones adicionales para el sector privado.
Muchos gobiernos también han dado pasos en la dirección correcta. En la COP26, los países que representan más del 90 % de los bosques del mundo avalaron una declaración de líderes para poner fin a la pérdida de bosques y la degradación de las tierras para 2030. Y una docena de países prometieron USD 12 000 millones de financiamiento público destinados a bosques para 2025, y esforzarse más para apalancar el financiamiento privado con el mismo objetivo. Ya pueden comenzar a cumplir esos compromisos antes de la COP27 en Sharm el-Sheij, implementando las políticas necesarias, estableciendo los incentivos correctos y cumpliendo sus promesas financieras.
Mientras tanto, las campañas Race to Zero y Race to Resilience, respaldadas por la ONU, seguirán avanzando en paralelo para ayudar a las empresas, los inversores, las ciudades y regiones a incluir a la conservación de la naturaleza en el corazón de sus actividades para descarbonizar y aumentar la resiliencia. Las cinco corporaciones que han logrado sólidos avances en materia de deforestación son parte de Race to Zero, y los criterios más estrictos de la campaña pondrán presión sobre otros miembros para que se dediquen más al uso sostenible de la biodiversidad, y alineen sus actividades y financiamiento con el desarrollo resiliente del clima.
El mundo observa para decidir si las últimas promesas de acción climática son robustas y creíbles. Invirtiendo ahora en la naturaleza, los gobiernos pueden demostrar que ofrecen más que palabras.
Traducción al español por Ant-Translation
LONDRES – Aquellas empresas, inversores y gobiernos que se toman en serio las promesas de reducir a cero las emisiones netas antes de 2050 debieran apurarse a proteger, conservar y regenerar los recursos naturales y ecosistemas que favorecen el crecimiento económico, la seguridad alimentaria, la salud y el clima. Sin embargo, parece que solo hay unos pocos pioneros, y eso es preocupante.
Lo peor es que rápidamente nos estamos quedando sin tiempo. Según la ciencia, está claro que para evitar los efectos más catastróficos del cambio climático y aumentar la capacidad de recuperación contra los efectos que ya son inevitables, debemos detener la pérdida de biodiversidad antes de 2030. Eso implica lograr la conservación duradera de al menos el 30 % de la tierra y el agua dentro de los próximos 8 años, y luego fijar el curso hacia una vida en armonía con la naturaleza para 2050.
Aunque el desafío es gigantesco, no tiene sentido ignorarlo en términos comerciales. Un informe oficial del Foro Económico Mundial estima que las políticas positivas para la naturaleza «podrían generar un valor de UDS 10 billones para las empresas y crear 395 millones de puestos de trabajo para 2030». Entre otras cosas, esas políticas usarían tecnologías de agricultura de precisión para mejorar el rendimiento de las cosechas —lo que diversificaría la alimentación con más fruta y vegetales en el proceso— e impulsaría la restauración de la agroforestación y las turberas.
Un enfoque positivo para la naturaleza que también puede ser mucho más eficiente en términos económicos. Por ejemplo, el Informe Dasgupta (el Informe Final de la Revisión Independiente del Reino Unido sobre la Economía de la Biodiversidad) descubrió que la infraestructura ecológica como las marismas saladas y los manglares son entre dos y cinco veces más baratos que la infraestructura gris, como los espigones.
De todas formas, el sector privado está rezagado, incluso en los sectores económicos en los que la salud de las cadenas de valor está estrechamente vinculada con la naturaleza. Ese es uno de los descubrimientos clave de un análisis recién publicado por los Defensores de Alto Nivel del Cambio Climático de la ONU, Global Canopy, Rainforest Alliance y otros.
De las 148 empresas evaluadas, solo 9 (el 6 %) está logrando avances sólidos para poner fin a la deforestación. Entre ellas están Suzano —una productora brasileña de pulpa y papel— y cinco de las mayores empresas de bienes de consumo: Nestlé, PepsiCo, Unilever, Mars y Colgate-Palmolive.
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Unilever, por ejemplo, se comprometió a lograr que su cadena de aprovisionamiento no cause deforestación para 2023 y se está centrando en el aceite de palma, el papel y el cartón, el té, la soja y el cacao, ya que inciden sobre más del 65 % de su impacto sobre la tierra. Nestlé logró que el 97 % de sus cadenas principales de carne, aceite de palma, pulpa y papel, soja y azúcar no causen deforestación. Y PepsiCo procura implementar la agricultura regenerativa en una zona equivalente a su huella agrícola para 2030, y poner fin a la deforestación y los desarrollos sobre turba.
Estos son pasos positivos, pero representan excepciones más que una nueva normalidad. Además, los cambios en el sector financiero para que sea positivo para la naturaleza han sido lentos. Desde la conferencia COP26 sobre cambio climático en Glasgow el año pasado, solo 35 empresas financieras se comprometieron a combatir la deforestación causada por la agricultura de productos básicos para 2025. Esperemos que otras más se sumen al compromiso contra la deforestación para la COP27 en noviembre de este año. Bajo el paraguas de la Alianza Financiera de Glasgow para la Neutralidad en Emisiones de Carbono, 500 empresas financieras (con activos por USD 135 billones) se comprometieron a reducir las emisiones de sus carteras para 2030 y lograr que las emisiones netas sean nulas para 2050. Y ahora la Alianza publicó nuevos lineamientos que incluyen políticas recomendadas para solucionar la deforestación.
La naturaleza funciona como una especie de capital mundial, protegerlo debiera ser una clara opción para las empresas. Según el Foro Económico Mundial, «USD 44 billones —más de la mitad del PBI del mundo— dependen moderada o intensamente de la naturaleza y sus servicios». Pero esta profunda fuente de valor está cada vez más en riesgo, como lo demuestra la actual crisis alimentaria, que no solo depende de la guerra en Ucrania sino también de desastres relacionados con el clima (como las sequías y la ola extrema de calor en la India, mangas de langosta en África Oriental, e inundaciones en China).
Las empresas tienen cada vez más herramientas para comenzar a abordar este tipo de problemas. Recientemente, la iniciativa Science Based Targets publicó una metodología para abordar la emisiones relacionadas con los alimentos, la tierra y la agricultura. La plataforma Nature-Based Solutions Investment ayuda a los financistas a identificar oportunidades para invertir en la naturaleza con rentabilidades competitivas. Y la coalición Business for Nature está explorando opciones adicionales para el sector privado.
Muchos gobiernos también han dado pasos en la dirección correcta. En la COP26, los países que representan más del 90 % de los bosques del mundo avalaron una declaración de líderes para poner fin a la pérdida de bosques y la degradación de las tierras para 2030. Y una docena de países prometieron USD 12 000 millones de financiamiento público destinados a bosques para 2025, y esforzarse más para apalancar el financiamiento privado con el mismo objetivo. Ya pueden comenzar a cumplir esos compromisos antes de la COP27 en Sharm el-Sheij, implementando las políticas necesarias, estableciendo los incentivos correctos y cumpliendo sus promesas financieras.
Mientras tanto, las campañas Race to Zero y Race to Resilience, respaldadas por la ONU, seguirán avanzando en paralelo para ayudar a las empresas, los inversores, las ciudades y regiones a incluir a la conservación de la naturaleza en el corazón de sus actividades para descarbonizar y aumentar la resiliencia. Las cinco corporaciones que han logrado sólidos avances en materia de deforestación son parte de Race to Zero, y los criterios más estrictos de la campaña pondrán presión sobre otros miembros para que se dediquen más al uso sostenible de la biodiversidad, y alineen sus actividades y financiamiento con el desarrollo resiliente del clima.
El mundo observa para decidir si las últimas promesas de acción climática son robustas y creíbles. Invirtiendo ahora en la naturaleza, los gobiernos pueden demostrar que ofrecen más que palabras.
Traducción al español por Ant-Translation