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Lecciones de las crisis del pasado

STANFORD – El cierre sin precedentes de gran parte de la economía estadounidense, ordenado por los gobiernos federal, estatales y locales es comprensible dada la necesidad de ralentizar la propagación del coronavirus. Sin embargo, con demasiada frecuencia las intervenciones estatales bien intencionadas y, a menudo, prolongadas impiden a los mercados trabajar como es debido y, en consecuencia, hacen más mal que bien. Incluso en tiempos de crisis, los mercados solucionan bien los problemas, porque proporcionan los incentivos correctos para usar los recursos con eficacia.

Por ello, las autoridades que combaten la pandemia del COVID-19 deberían hacer lo posible por mantener funcionando a los mercados y estimular la iniciativa privada. La historia puede servir de útil guía en estas materias.

Para comenzar, el gobierno debería imponer restricciones mínimas a las firmas y sus empleados cuando convoque al sector privado para enfrentar emergencias temporarias, ya sea producir tanques en la Segunda Guerra Mundial o ventiladores hoy. Las políticas de gobierno ajenas o excesivamente agresivas suelen obstaculizar la recuperación y el bienestar general de la economía en el largo plazo. De hecho, en la mayor parte de los casos (con algunas excepciones delicadas), menos regulaciones es una buena receta para el éxito económico. Por ejemplo, ¿por qué no flexibilizar los requisitos ocupacionales a los médicos y enfermeras jubilados para ayudar a aliviar la presión en los hospitales sobrecargados?

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