PARÍS – En un mundo asediado por temperaturas en ascenso, pautas meteorológicas extremas y una escalada de desastres naturales, la urgencia de emprender acciones decididas en relación con el cambio climático y la amenaza de futuras pandemias es más evidente que nunca. Ambas amenazas nos afectarán a todos. Pero los países situados entre los trópicos de Cáncer y Capricornio (incluidos los estados del Caribe y del Pacífico, y partes de América Latina, África y Asia donde vive otro 40% de la población mundial) están experimentando el cuádruple de pérdidas y daños que otros lugares.
Mientras enfrentamos estos enormes desafíos, tenemos que establecer sólidas alianzas basadas en la confianza y el respeto. La crisis climática mundial no admite respuesta sin una movilización internacional. La Iniciativa de Bridgetown, lanzada en Barbados el año pasado y actualizada hace poco, demanda que todos maximicemos nuestros esfuerzos por prevenir eventos climáticos y pandemias y responder a ellos. Tenemos que invertir ahora para evitar costos mayores más tarde. La ventana de oportunidad se está cerrando, y tenemos que actuar antes de que un daño irreversible caiga sobre quienes tienen menos capacidad de soportarlo.
Nuestra tarea es cuádruple. Tenemos que aumentar la resistencia a perturbaciones del sistema financiero internacional. Tenemos que liberar flujos de capital privado, para poder acelerar la mitigación del cambio climático y la investigación médica. Tenemos que ofrecer a los gobiernos más préstamos a largo plazo y con bajo costo para que puedan incrementar la resiliencia de sus ciudadanos, comunidades y países frente a pandemias y desastres relacionados con el clima. Y tenemos que encontrar nuevos recursos para financiar la reconstrucción después de desastres, que no dependan del endeudamiento. La Iniciativa de Bridgetown propone reformas urgentes a la arquitectura financiera internacional para poder alcanzar estos objetivos y pide que se triplique el otorgamiento de préstamos en condiciones concesionarias y donaciones a los países más pobres del mundo.
Pero también tenemos que maximizar la disponibilidad y el uso de aquellos recursos que mejor podemos aprovechar: el capital de los bancos de desarrollo. A los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) les corresponde un papel exclusivo dentro de la misión mundial de prevención y respuesta ante el cambio climático y las pandemias. Instituciones como el Banco Europeo de Inversiones ya están incrementando la financiación relacionada con el clima en pos de los objetivos para 2025 establecidos en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre la Acción Climática 2019.
Pensando a futuro, una mejor integración con el universo de los bancos públicos de desarrollo (incluidos los de nivel nacional, que en conjunto otorgan préstamos por más de dos billones de dólares al año) puede mejorar todavía más la eficacia de la financiación actual. Cálculos realizados por los economistas Vera Songwe, Nicholas Stern y Amar Bhattacharya sugieren que los países en desarrollo necesitan al menos 350 000 millones de dólares más cada año en financiación de bajo costo para crear resiliencia contra los riesgos climáticos y pandémicos. Para eso habría que llevar a casi el triple los préstamos que los BMD ya otorgan a los más pobres.
Con ese objetivo, tenemos que aprovechar al máximo todas las formas de capital que hoy están a disposición de los bancos de desarrollo. Pero como esta opción no está al alcance de todos, también aplaudimos otras iniciativas que hablan de redirigir las asignaciones de derechos especiales de giro (DEG, el activo de reserva del Fondo Monetario Internacional) hacia los bancos de desarrollo multilaterales, para que puedan reforzar el otorgamiento de crédito. Es un área en la que el BEI trabaja en forma activa con países como Ruanda y Barbados.
También tenemos que aprovechar los balances de los bancos de desarrollo apelando a la coparticipación y transferencia de riesgos, un área en la que el BEI tiene mucha experiencia. Pero para acercarnos a la meta de triplicar la financiación para la resiliencia climática, los bancos de desarrollo necesitan más aportes de capital. Por eso la Iniciativa de Bridgetown actualizada incluye un pedido de reunir otros cien mil millones de dólares para los BMD.
Para aprovechar al máximo este capital, hay que modernizar la distribución que hacen los BMD de sus ayudas. Está bien que prioricen a los países más pobres, pero el 70% de las personas pobres del mundo vive en países de ingresos medios que hoy no tienen acceso a financiación en condiciones concesionarias o de donación. Esto se agrava porque hoy, un desastre climático o una pandemia pueden empobrecer a millones de personas. Dejando a un lado la modificación de los mecanismos actuales de financiación concesionaria, necesitamos nuevos instrumentos crediticios a largo plazo y con bajo costo para dirigir inversiones hacia la creación de resiliencia en las poblaciones vulnerables de los países de ingresos medios. Por eso hace poco el BEI aprobó una prórroga de hasta treinta años en los vencimientos de préstamos otorgados a entidades soberanas, con un período de gracia de diez años.
Los bancos de desarrollo tienen que reconocer que en el mundo de hoy, con sus perturbaciones de nivel mundial, se necesitan iniciativas de nivel mundial para enfrentar la pobreza y financiar la mitigación del cambio climático, la protección de la biodiversidad, los sistemas de alerta temprana frente a desastres naturales y medidas de preparación y respuesta frente a pandemias. Para tener éxito, tenemos que seguir firmes con el objetivo de reducir la pobreza y generar crecimiento, pero con una mirada que trascienda el ámbito de los proyectos individuales.
El BEI comparte plenamente estos objetivos y está trabajando para alcanzarlos en colaboración con otros BMD. En respuesta a un llamado a la acción que se formuló el año pasado en la COP27, el grupo de trabajo de los BMD sobre el clima promueve una estrategia dirigida a la resiliencia en el nivel de cada país tomado como totalidad. Esto implica poner el acento en la formulación de políticas, en la inversión y en medidas de creación de capacidades que fomenten una transición verde compatible con las prioridades de cada país. Así podremos pasar de un modelo de financiación para el clima incremental y centrado en proyectos individuales a otro más integral que ponga el acento en la búsqueda de resultados en los niveles nacional y mundial.
Conforme enfrentamos los enormes desafíos del cambio climático y las pandemias, es necesario que todas las partes (pero en particular Europa y otros actores que promueven la transición a una economía descarbonizada) apoyen un aumento de la financiación. El sistema de bancos públicos de desarrollo, con su modelo basado en el interés público y su capacidad para la innovación, puede ser el mecanismo que nos permita alcanzar los objetivos mundiales compartidos. No cumplir nuestros compromisos conforme a la Agenda de Desarrollo Sostenible y al Acuerdo de París sobre el clima implica permitir que miles de millones de personas sigan sufriendo.
El único modo de conseguir un futuro sostenible es reformar el sistema financiero, aumentar la inversión relacionada con el clima y escuchar a los países vulnerables. Sobre la base de nuestro compromiso compartido con la solidaridad, la justicia y el respeto mutuo, tenemos que trabajar juntos para hacer realidad la visión transformadora de la Iniciativa de Bridgetown.
Traducción: Esteban Flamini
PARÍS – En un mundo asediado por temperaturas en ascenso, pautas meteorológicas extremas y una escalada de desastres naturales, la urgencia de emprender acciones decididas en relación con el cambio climático y la amenaza de futuras pandemias es más evidente que nunca. Ambas amenazas nos afectarán a todos. Pero los países situados entre los trópicos de Cáncer y Capricornio (incluidos los estados del Caribe y del Pacífico, y partes de América Latina, África y Asia donde vive otro 40% de la población mundial) están experimentando el cuádruple de pérdidas y daños que otros lugares.
Mientras enfrentamos estos enormes desafíos, tenemos que establecer sólidas alianzas basadas en la confianza y el respeto. La crisis climática mundial no admite respuesta sin una movilización internacional. La Iniciativa de Bridgetown, lanzada en Barbados el año pasado y actualizada hace poco, demanda que todos maximicemos nuestros esfuerzos por prevenir eventos climáticos y pandemias y responder a ellos. Tenemos que invertir ahora para evitar costos mayores más tarde. La ventana de oportunidad se está cerrando, y tenemos que actuar antes de que un daño irreversible caiga sobre quienes tienen menos capacidad de soportarlo.
Nuestra tarea es cuádruple. Tenemos que aumentar la resistencia a perturbaciones del sistema financiero internacional. Tenemos que liberar flujos de capital privado, para poder acelerar la mitigación del cambio climático y la investigación médica. Tenemos que ofrecer a los gobiernos más préstamos a largo plazo y con bajo costo para que puedan incrementar la resiliencia de sus ciudadanos, comunidades y países frente a pandemias y desastres relacionados con el clima. Y tenemos que encontrar nuevos recursos para financiar la reconstrucción después de desastres, que no dependan del endeudamiento. La Iniciativa de Bridgetown propone reformas urgentes a la arquitectura financiera internacional para poder alcanzar estos objetivos y pide que se triplique el otorgamiento de préstamos en condiciones concesionarias y donaciones a los países más pobres del mundo.
Pero también tenemos que maximizar la disponibilidad y el uso de aquellos recursos que mejor podemos aprovechar: el capital de los bancos de desarrollo. A los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) les corresponde un papel exclusivo dentro de la misión mundial de prevención y respuesta ante el cambio climático y las pandemias. Instituciones como el Banco Europeo de Inversiones ya están incrementando la financiación relacionada con el clima en pos de los objetivos para 2025 establecidos en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre la Acción Climática 2019.
Pensando a futuro, una mejor integración con el universo de los bancos públicos de desarrollo (incluidos los de nivel nacional, que en conjunto otorgan préstamos por más de dos billones de dólares al año) puede mejorar todavía más la eficacia de la financiación actual. Cálculos realizados por los economistas Vera Songwe, Nicholas Stern y Amar Bhattacharya sugieren que los países en desarrollo necesitan al menos 350 000 millones de dólares más cada año en financiación de bajo costo para crear resiliencia contra los riesgos climáticos y pandémicos. Para eso habría que llevar a casi el triple los préstamos que los BMD ya otorgan a los más pobres.
Con ese objetivo, tenemos que aprovechar al máximo todas las formas de capital que hoy están a disposición de los bancos de desarrollo. Pero como esta opción no está al alcance de todos, también aplaudimos otras iniciativas que hablan de redirigir las asignaciones de derechos especiales de giro (DEG, el activo de reserva del Fondo Monetario Internacional) hacia los bancos de desarrollo multilaterales, para que puedan reforzar el otorgamiento de crédito. Es un área en la que el BEI trabaja en forma activa con países como Ruanda y Barbados.
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También tenemos que aprovechar los balances de los bancos de desarrollo apelando a la coparticipación y transferencia de riesgos, un área en la que el BEI tiene mucha experiencia. Pero para acercarnos a la meta de triplicar la financiación para la resiliencia climática, los bancos de desarrollo necesitan más aportes de capital. Por eso la Iniciativa de Bridgetown actualizada incluye un pedido de reunir otros cien mil millones de dólares para los BMD.
Para aprovechar al máximo este capital, hay que modernizar la distribución que hacen los BMD de sus ayudas. Está bien que prioricen a los países más pobres, pero el 70% de las personas pobres del mundo vive en países de ingresos medios que hoy no tienen acceso a financiación en condiciones concesionarias o de donación. Esto se agrava porque hoy, un desastre climático o una pandemia pueden empobrecer a millones de personas. Dejando a un lado la modificación de los mecanismos actuales de financiación concesionaria, necesitamos nuevos instrumentos crediticios a largo plazo y con bajo costo para dirigir inversiones hacia la creación de resiliencia en las poblaciones vulnerables de los países de ingresos medios. Por eso hace poco el BEI aprobó una prórroga de hasta treinta años en los vencimientos de préstamos otorgados a entidades soberanas, con un período de gracia de diez años.
Los bancos de desarrollo tienen que reconocer que en el mundo de hoy, con sus perturbaciones de nivel mundial, se necesitan iniciativas de nivel mundial para enfrentar la pobreza y financiar la mitigación del cambio climático, la protección de la biodiversidad, los sistemas de alerta temprana frente a desastres naturales y medidas de preparación y respuesta frente a pandemias. Para tener éxito, tenemos que seguir firmes con el objetivo de reducir la pobreza y generar crecimiento, pero con una mirada que trascienda el ámbito de los proyectos individuales.
El BEI comparte plenamente estos objetivos y está trabajando para alcanzarlos en colaboración con otros BMD. En respuesta a un llamado a la acción que se formuló el año pasado en la COP27, el grupo de trabajo de los BMD sobre el clima promueve una estrategia dirigida a la resiliencia en el nivel de cada país tomado como totalidad. Esto implica poner el acento en la formulación de políticas, en la inversión y en medidas de creación de capacidades que fomenten una transición verde compatible con las prioridades de cada país. Así podremos pasar de un modelo de financiación para el clima incremental y centrado en proyectos individuales a otro más integral que ponga el acento en la búsqueda de resultados en los niveles nacional y mundial.
Conforme enfrentamos los enormes desafíos del cambio climático y las pandemias, es necesario que todas las partes (pero en particular Europa y otros actores que promueven la transición a una economía descarbonizada) apoyen un aumento de la financiación. El sistema de bancos públicos de desarrollo, con su modelo basado en el interés público y su capacidad para la innovación, puede ser el mecanismo que nos permita alcanzar los objetivos mundiales compartidos. No cumplir nuestros compromisos conforme a la Agenda de Desarrollo Sostenible y al Acuerdo de París sobre el clima implica permitir que miles de millones de personas sigan sufriendo.
El único modo de conseguir un futuro sostenible es reformar el sistema financiero, aumentar la inversión relacionada con el clima y escuchar a los países vulnerables. Sobre la base de nuestro compromiso compartido con la solidaridad, la justicia y el respeto mutuo, tenemos que trabajar juntos para hacer realidad la visión transformadora de la Iniciativa de Bridgetown.
Traducción: Esteban Flamini