WASHINGTON, DC/SAN FRANCISCO – En todo el mundo, los gobiernos están creando ciudades "más inteligentes" mediante el uso de datos y tecnología digital que contribuye a construir entornos urbanos más eficientes y habitables. Esto tiene sentido: con el crecimiento de la población urbana y la infraestructura bajo presión, las ciudades inteligentes estarán mejor posicionadas para gestionar el cambio.
Pero a medida que los sistemas digitales son cada vez más penetrantes, existe el riesgo de que la desigualdad se profundice, a menos que los gobiernos locales reconozcan que las soluciones impulsadas por la tecnología son tan importantes para los pobres como para los más pudientes.
Aunque la población que no está online puede beneficiarse de las aplicaciones que se ejecutan en la vida cotidiana -como las señales inteligentes que mejoran el tráfico-, no tendrán acceso a toda la gama de programas que ofrecen las ciudades inteligentes. Siendo los teléfonos inteligentes la principal interfaz para la ciudad moderna, un primer paso crítico es cerrar la brecha digital y ampliar el acceso a redes y dispositivos.
Los planificadores urbanos pueden implementar tecnología de manera que las ciudades sean más inclusivas para los pobres, los discapacitados, los ancianos y otras personas vulnerables. Existen abundantes ejemplos al respecto.
En Nueva York, la Unidad de Participación Pública del Alcalde usa plataformas de datos interinstitucionales para coordinar iniciativas de puerta a puerta para residentes que necesitan asistencia. En el condado de Santa Clara, California, el análisis predictivo ayuda a priorizar los espacios de refugio para las personas sin hogar. En el metro de Londres, una aplicación llamada Wayfindr usa bluetooth para ayudar a los viajeros con discapacidad visual a navegar por las serpenteantes vías y escaleras mecánicas del metro.
Y en Kolkata, India, una startup con sede en Dublín, llamada Addressing the Unirdressed, ha utilizado el GPS para proporcionar direcciones postales a más de 120,000 habitantes de barrios marginales en 14 comunidades informales. El objetivo es brindar a los residentes un medio legal para obtener tarjetas de identificación biométricas, la documentación esencial necesaria para acceder a los servicios del gobierno y registrarse para votar.
Pero si bien estas innovaciones son ciertamente significativas, son solo una fracción de lo que es posible.
La salud pública es un área donde las pequeñas inversiones en tecnología pueden aportar grandes beneficios a los grupos marginados. En el mundo en desarrollo, las enfermedades prevenibles representan una parte desproporcionada de la carga de enfermedades. Cuando los datos se usan para identificar grupos demográficos con perfiles de riesgo elevados, las campañas de mensajería móvil de bajo costo pueden transmitir información de prevención vital. Las llamadas intervenciones de "m-health" en temas como vacunas, sexo seguro y cuidado prenatal y postnatal han demostrado mejorar los resultados de salud y reducir los costos de atención médica.
Otra área madura para la innovación es el desarrollo de tecnologías que ayudan directamente a los ancianos. Aquí, la creación de redes sociales locales podría ayudar a las personas mayores a mantenerse conectadas, tal vez atrayéndolas a programas de mentoría y tutoría que forjen lazos intergeneracionales. Las plataformas de e-career también podrían codificarse para vincular a los jubilados con oportunidades fuera del hogar. Y más ciudades podrían ofrecer consultas de telemedicina y video a los residentes ancianos que no pueden viajar fácilmente para ver a los médicos.
De hecho, las ciudades de bajos ingresos que adoptan una planificación inteligente tienden a estar mejor posicionadas porque están construyendo infraestructura desde cero. De acuerdo con próximas investigaciones del McKinsey Global Institute, las soluciones de gobierno inteligente pueden mejorar entre un 10 y un 30% la salud, la seguridad, el medio ambiente y otros indicadores que miden la calidad de vida. De acuerdo a la investigación, las ciudades en el extremo superior de ese rango suelen ser las más pobres. Sin embargo, para hacer realidad este potencial, las ciudades pobres primero deben superar un problema más básico: las brechas en la infraestructura digital.
En ocasiones se acusa a los planificadores urbanos de promover conveniencias digitales que favorecen a los ricos y excluyen a los pobres. Pero como están demostrando las ciudades de todo el mundo, es posible implementar tecnologías que sirvan a todos, incluso a los que están al margen de la conectividad. A medida que el mundo urbano se vuelva "más inteligente", las ciudades tendrán la oportunidad de ser más inclusivas. La alternativa -persistencia y profundización de las divisiones digitales entre las comunidades- no será fácilmente remediable.
WASHINGTON, DC/SAN FRANCISCO – En todo el mundo, los gobiernos están creando ciudades "más inteligentes" mediante el uso de datos y tecnología digital que contribuye a construir entornos urbanos más eficientes y habitables. Esto tiene sentido: con el crecimiento de la población urbana y la infraestructura bajo presión, las ciudades inteligentes estarán mejor posicionadas para gestionar el cambio.
Pero a medida que los sistemas digitales son cada vez más penetrantes, existe el riesgo de que la desigualdad se profundice, a menos que los gobiernos locales reconozcan que las soluciones impulsadas por la tecnología son tan importantes para los pobres como para los más pudientes.
Aunque la población que no está online puede beneficiarse de las aplicaciones que se ejecutan en la vida cotidiana -como las señales inteligentes que mejoran el tráfico-, no tendrán acceso a toda la gama de programas que ofrecen las ciudades inteligentes. Siendo los teléfonos inteligentes la principal interfaz para la ciudad moderna, un primer paso crítico es cerrar la brecha digital y ampliar el acceso a redes y dispositivos.
Los planificadores urbanos pueden implementar tecnología de manera que las ciudades sean más inclusivas para los pobres, los discapacitados, los ancianos y otras personas vulnerables. Existen abundantes ejemplos al respecto.
En Nueva York, la Unidad de Participación Pública del Alcalde usa plataformas de datos interinstitucionales para coordinar iniciativas de puerta a puerta para residentes que necesitan asistencia. En el condado de Santa Clara, California, el análisis predictivo ayuda a priorizar los espacios de refugio para las personas sin hogar. En el metro de Londres, una aplicación llamada Wayfindr usa bluetooth para ayudar a los viajeros con discapacidad visual a navegar por las serpenteantes vías y escaleras mecánicas del metro.
Y en Kolkata, India, una startup con sede en Dublín, llamada Addressing the Unirdressed, ha utilizado el GPS para proporcionar direcciones postales a más de 120,000 habitantes de barrios marginales en 14 comunidades informales. El objetivo es brindar a los residentes un medio legal para obtener tarjetas de identificación biométricas, la documentación esencial necesaria para acceder a los servicios del gobierno y registrarse para votar.
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Pero si bien estas innovaciones son ciertamente significativas, son solo una fracción de lo que es posible.
La salud pública es un área donde las pequeñas inversiones en tecnología pueden aportar grandes beneficios a los grupos marginados. En el mundo en desarrollo, las enfermedades prevenibles representan una parte desproporcionada de la carga de enfermedades. Cuando los datos se usan para identificar grupos demográficos con perfiles de riesgo elevados, las campañas de mensajería móvil de bajo costo pueden transmitir información de prevención vital. Las llamadas intervenciones de "m-health" en temas como vacunas, sexo seguro y cuidado prenatal y postnatal han demostrado mejorar los resultados de salud y reducir los costos de atención médica.
Otra área madura para la innovación es el desarrollo de tecnologías que ayudan directamente a los ancianos. Aquí, la creación de redes sociales locales podría ayudar a las personas mayores a mantenerse conectadas, tal vez atrayéndolas a programas de mentoría y tutoría que forjen lazos intergeneracionales. Las plataformas de e-career también podrían codificarse para vincular a los jubilados con oportunidades fuera del hogar. Y más ciudades podrían ofrecer consultas de telemedicina y video a los residentes ancianos que no pueden viajar fácilmente para ver a los médicos.
De hecho, las ciudades de bajos ingresos que adoptan una planificación inteligente tienden a estar mejor posicionadas porque están construyendo infraestructura desde cero. De acuerdo con próximas investigaciones del McKinsey Global Institute, las soluciones de gobierno inteligente pueden mejorar entre un 10 y un 30% la salud, la seguridad, el medio ambiente y otros indicadores que miden la calidad de vida. De acuerdo a la investigación, las ciudades en el extremo superior de ese rango suelen ser las más pobres. Sin embargo, para hacer realidad este potencial, las ciudades pobres primero deben superar un problema más básico: las brechas en la infraestructura digital.
En ocasiones se acusa a los planificadores urbanos de promover conveniencias digitales que favorecen a los ricos y excluyen a los pobres. Pero como están demostrando las ciudades de todo el mundo, es posible implementar tecnologías que sirvan a todos, incluso a los que están al margen de la conectividad. A medida que el mundo urbano se vuelva "más inteligente", las ciudades tendrán la oportunidad de ser más inclusivas. La alternativa -persistencia y profundización de las divisiones digitales entre las comunidades- no será fácilmente remediable.