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Enterrar al zombi del "laissez faire"

CHICAGO – “El regreso del estado” es una frase que parece estar en boca de todos en estos días. Frente a los desafíos globales planteados por la pandemia del COVID-19 y el cambio climático, sostiene el argumento, son los gobiernos, no los mercados, los que deberían ser responsables de asignar recursos. La revolución neoliberal iniciada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher aparentemente ha llegado a su fin. Nuevamente estamos ante una intervención estatal al estilo del Nuevo Trato.

Pero esta oposición entre estado y mercado es engañosa y plantea un obstáculo importante para entender y abordar los desafíos actuales en materia de políticas. La dicotomía surgió en el siglo XIX, cuando reglas gubernamentales arcaicas, arraigadas en un pasado feudal, eran el obstáculo principal para la creación de mercados competitivos. El grito de batalla de esta lucha bastante legítima luego fue aplicado al principio del laissez faire, ignorando el hecho de que los mercados son en sí mismos instituciones cuyo funcionamiento eficiente depende de reglas. El interrogante no es si debería haber reglas, sino más bien quién debería establecerlas, y en beneficio de quién.

En el siglo XXI, este contraste entre estado y mercado es obsoleto. La intervención estatal puede promover a los mercados. La portabilidad de números de telefonía celular que han introducido la mayoría de los países desarrollados ha alimentado la competencia entre los proveedores de telefonía celular. Las regulaciones de seguridad de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos persuaden a los pasajeros de confiar en nuevas aerolíneas, fomentando así el ingreso de nuevos participantes y la competencia en el sector. La Operación Warp Speed no sólo aceleró el desarrollo de una vacuna contra el COVID-19, sino que también promovió una mayor competencia entre los productores de vacunas. 

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