hubbard4_Chen MengtongChina News ServiceVCG via Getty Images_scottbessent Chen Mengtong/China News Service/VCG via Getty Images

Cómo puede la administración Trump obtener el crecimiento deseado

NUEVA YORK – El candidato a secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Scott Bessent, no se equivoca al identificar el crecimiento económico como piedra de toque de la segunda presidencia de Donald Trump. Un crecimiento más firme no sólo implica mejorar los ingresos y el nivel de vida (objetivo básico indudable de la política económica), sino que también puede reducir el creciente déficit presupuestario federal y la relación deuda/PIB de los Estados Unidos y aliviar las tensiones, a veces difíciles, entre el gasto en defensa, el gasto social y el gasto en educación e investigación.

Pero al crecimiento no basta con desearlo. Para conseguirlo, se necesita un programa cuidadosamente elaborado, sobre la base de conocer los mecanismos a través de los cuales las políticas económicas pueden aumentar o reducir la producción. Una política tributaria favorable a la inversión puede estimular la acumulación de capital, la productividad y el PIB, mientras que un aumento de tipos de interés derivado de modificaciones a las políticas tributarias o de gasto que se financien con déficit pueden tener el efecto contrario. Asimismo, dado que el crecimiento de las horas trabajadas es un componente del crecimiento de la producción o del PIB, la nueva administración debe evitar políticas contrarias al trabajo, que dificulten la participación plena en la mano de obra, o introducir obstáculos súbitos a la inmigración legal.

Aun reconociendo que algunos cambios de políticas favorables a la producción pueden tener un efecto negativo en otras áreas de interés social (por ejemplo la distribución de la renta) o incluso en la seguridad nacional, las autoridades no deben apartar la vista del aumento de la productividad. Los tres pilares de cualquier política de mejora de la productividad son el apoyo a la investigación, normas tributarias favorables a la inversión y más eficiencia regulatoria.

En una economía moderna, el motor del desempeño son las ideas. La investigación básica en ciencia, ingeniería y medicina impulsa innovaciones que generan avances en las áreas de la tecnología, la organización empresarial, la salud y el bienestar, y es perfectamente razonable que el gobierno federal apoye esa investigación. Las empresas privadas no pueden apropiarse de todas las ganancias derivadas de sus gastos en investigación básica, y eso les resta incentivos para invertir en ella. Además, el apoyo estatal en este ámbito produce valiosos efectos derrame, de lo que sirve de ejemplo el modo en que los gastos en investigación que hizo el Departamento de Defensa en el pasado se convirtieron en catalizadores de la revolución digital de hoy.

Es así que disminuir el apoyo federal a la investigación básica es incompatible con una agenda de crecimiento. No obstante lo cual, las autoridades deben revisar la distribución de los fondos destinados a la investigación, para garantizar el mérito científico, y fomentar una dosis saludable de asunción de riesgos en favor de investigadores e ideas nuevos.

Además de alentar la comercialización de los resultados de la investigación básica y de los programas de defensa, el apoyo federal a centros de investigación aplicada en todo el país acelerará la difusión de nuevas tecnologías e ideas que mejoren la productividad. Estos centros también tienden a generar una distribución más amplia de la prosperidad económica, ya que aumentan el acceso a las nuevas ideas (como ha sido el caso con los servicios de extensión en los sectores agrícola e industrial).

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En relación con el segundo pilar del crecimiento de la productividad, la administración debería tratar de ampliar las normas proinversión de la Ley de Empleo y Reducción de Impuestos promulgada por Trump en 2017. La reducción de tipos impositivos sobre las ganancias corporativas estipulada por esa ley sigue en vigor, pero las normas sobre amortización de inversiones empresariales (una potente herramienta para mejorar la acumulación de capital, la productividad y los ingresos) tienen programada su caducidad en el período 2023‑26. Se podría reinstaurar esta cláusula y hacerla permanente disminuyendo el gasto en créditos que establece la Ley de Reducción de la Inflación o el gasto relacionado con órdenes ejecutivas del presidente saliente Joe Biden (por ejemplo, los 175 000 millones de dólares destinados a la condonación de préstamos estudiantiles).

Si la nueva administración quiere ir más allá en política tributaria, puede usar como punto de partida el proyecto (2016) de reforma tributaria de los miembros republicanos de la Cámara de Representantes, que sustituía el régimen tributario de las empresas basado en los ingresos por otro basado en el flujo de caja. Esta reforma, que permite la amortización inmediata de las inversiones, pero no la deducción de intereses para las empresas no financieras, estimularía la inversión y el crecimiento, eliminaría el sesgo impositivo favorable a la financiación mediante deuda en vez de capital y simplificaría el sistema tributario.

Lo que nos trae al tercer pilar de una estrategia de crecimiento exitosa: una regulación eficiente. La cuestión no es si tiene que haber «más» o «menos» regulación. Lo que realmente importa para el crecimiento es introducir cambios regulatorios que mejoren las perspectivas de crecimiento a través de la innovación, la inversión y la asignación de capital y presten atención a las tensiones entre diferentes riesgos. Los encargados de elaborar la agenda deberían empezar con preguntas básicas como: ¿Qué nos impide construir mejores infraestructuras en menos tiempo? ¿Qué impide a los mercados de capitales y al otorgamiento de préstamos bancarios ser más ágiles? Estas preguntas no sólo identifican un objetivo concreto, sino que también obligan a identificar tensiones entre objetivos contrapuestos.

Felizmente, en vista de los nombramientos ya anunciados al frente de la Comisión de Bolsa y Valores y la Reserva Federal, es probable que la regulación financiera con el nuevo gobierno mejore la asignación de capital y las perspectivas de crecimiento. Pero las autoridades también deben mejorar el clima para la construcción de infraestructuras y una modernización de las redes eléctricas del país que dé el apoyo necesario a los centros de datos de la inteligencia artificial generativa. Esto demanda prestar más atención al análisis costo‑beneficio en el nivel federal y mejorar la coordinación con las autoridades de los estados y municipios en lo referido al otorgamiento de permisos. Un elemento de esta estrategia podría ser usar los programas federales de apoyo financiero para proveer incentivos y desincentivos.

El énfasis de Bessent en el crecimiento económico es acertado. Planteando el ambicioso objetivo de lograr un crecimiento anual del 3%, les ha puesto a las políticas económicas de la nueva administración un norte por el que guiarse.

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