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¿Por qué los pronósticos de inflación han sido tan equivocados?

NUEVA YORK – El año pasado, luego de la Gran Inflación de 2021-22, bancos centrales, académicos prestigiosos e instituciones internacionales llevaron a cabo un puñado de exámenes post mortem. Sin embargo, aun antes de que la tinta se hubiera secado en sus análisis, los pronósticos de inflación ya se revisaban a la baja casi con la misma velocidad con la que se los había revisado al alza durante los dos años anteriores.

Por ejemplo, en junio de 2023, la proyección mediana de la Reserva Federal de Estados Unidos para la inflación básica interanual de gastos de consumo personal (excluidos los precios de los alimentos y la energía) en el cuarto trimestre era del 3,9%, mientras que las proyecciones del Comité Federal de Mercado Abierto oscilaban entre 3,6% y 4,5%. Finalmente, fue del 3,2%.

Antes de ocuparnos de aquello en lo que los pronosticadores fallan, es preciso hacer dos aclaraciones. Primero, los pronósticos de inflación de los bancos centrales no son peores, y hasta puedan ser mejores, que los pronósticos del sector privado, en promedio -que es lo que uno esperaría, dado que tienden a tener mejor acceso a los datos y más experiencia-. Segundo, los pronósticos de inflación no se han vuelto evidentemente peores. Es cierto, el Fondo Monetario Internacional, entre otros, ha observado que los errores en los pronósticos de inflación eran 2,5 y cinco veces mayores para 2021 y 2022, respectivamente, que el promedio para 2010-19. Pero los niveles de inflación anual en 2021 y 2022 fueron 1,3 y 2,5 veces mayores que el promedio de 2010-19, y los cambios en las tasas de inflación anual fueron 2,6 y 7,1 veces mayores.

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