Una Europa creativa

LIUBLIANA – En la reunión de primavera del Consejo Europeo, a realizarse el 13 y 14 de marzo, los estados miembros de la UE anunciarán el segundo ciclo de la Estrategia de Lisboa para el Crecimiento y el Empleo, iniciada en 2000 con el objetivo de convertir a la UE en la economía basada en el conocimiento más competitiva del mundo. Los resultados económicos actuales de la UE sugieren que la estrategia está funcionando, particularmente tras su renovación en 2005. Sin embargo, hay áreas que han sido poco tomadas en cuenta y en las que Europa podría lograr una ventana competitiva. Una de ellas es la creatividad.

La Estrategia de Lisboa debe mucho al economista austriaco Joseph Schumpeter, que afirmaba que las utilidades son el resultado de la innovación. Se trata de un equilibrio europeo adecuado entre la teoría de que las utilidades provienen de la explotación (Marx) y la vista de que son el resultado de transacciones que hacen que ambas partes queden más satisfechas que antes (Friedman). También es adecuado para una economía en que los bienes y servicios satisfacen las necesidades de las personas y en que los productos compiten en términos de sus características técnicas o funcionales.

Sin embargo, en las sociedades post-industriales los consumidores buscan en un producto más que sólo funcionalidad. Los europeos, relativamente prósperos, tienden no a comprar un automóvil meramente para ir del punto A al punto B, zapatos para mantener secos sus pies, un reloj para consultar la hora, o una botella de agua para saciar su sed. Compramos cosas que significan algo más para nosotros que el uso que les damos.

Las características intangibles que hacen que un producto sea más que simplemente útil son lo que diferencia los productos caros de los baratos, e incluyen el diseño, la marca y el que no sean dañinos para el medio ambiente. También podemos estar dispuestos a pagar más por productos fabricados en nuestro país, en un lugar de trabajo seguro, sin uso de mano de obra infantil, etc. Estas características están íntimamente vinculadas a los valores y a la moral -a la cultura general- que predominen en el mercado.

Aparentemente, las compañías reconocen esto. De acuerdo con el popular escritor de negocios Daniel Pink, dar significado o sentido a un producto o servicio cada vez más se está convirtiendo en fuente de valor añadido. Esto es aún más cierto si se considera que de las universidades asiáticas están egresando vastas cantidades de ingenieros y otros trabajadores del conocimiento que están tan cualificados como sus colegas europeos, y que son tan brillantes en cuanto a diseño técnico como en la optimización del proceso de manufactura.

Añadir valor en este sentido no funcional es un punto fuerte intrínseco de Europa. Es tanto un arte como una ciencia, y va más allá de la innovación comercial y técnica. El diseño y las marcas de primera categoría ya están asentados en Europa, donde las industrias creativas son más potentes que la industria automotriz. Hay buenas razones para ello.

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Europa dio al mundo a Hipócrates, da Vinci, Voltaire, Beethoven, Florence Nightingale, Nobel, John Lenon y muchos otros que han dado forma a la cultura mundial. Hoy, Europa defiende los altos valores morales en lo referente a derechos humanos, solución pacífica de conflictos, bienestar social y protección del medio ambiente. Lejos de tratarse de obstáculos reales o potenciales al éxito material, es necesario subrayar y proyectar activamente estos mismos valores a la economía europea.

Integrar el trasfondo cultural y ético de Europa a los bienes y servicios que reflejen estos valores no sólo distinguiría a la economía europea del resto del mundo, sino que también fortalecería estos valores globalmente. Tal vez el ejemplo más urgente sea el liderazgo europeo en torno al cambio climático, que, apoyado a través de políticas como la Estrategia de Lisboa, se debe traducir en liderazgo técnico y un ingreso temprano a mercados lucrativos de productos bajos en carbono.

El “poder blando" de los bienes y servicios refleja el ambiente cultural que las personas creativas necesitan para su trabajo y desarrollo. Además, requieren consumidores adecuadamente cultivados. Como ha argumentado el teórico de los estudios urbanos Richard Florida, lo que atrae talentos es la tecnología y la tolerancia. En consecuencia, Europa debería convertirse en un imán que atraiga gente creativa de todo el mundo y, basándose en su rica herencia cultural, desarrolle a sus propios creativos al mismo tiempo.

Crear significado y preservar valores es probablemente la gran tarea que Europa debe hacer por el resto del mundo. Si la UE se centra en infundir sus bienes y servicios con las ideas y principios rectores de Europa, su economía obtendrá logros significativos. Para ello será necesario un énfasis explícito en garantizar las condiciones que fomentan y sostienen la creatividad, y la Estrategia de Lisboa actualizada que se anunciará en marzo debe incluir un compromiso de que Europa avanzará en esta dirección.

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