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Qué puede hacer el G20 por la agenda energética de África

DODOMA – La reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29) que tuvo lugar en Bakú y la cumbre del G20 en Río de Janeiro han sido un hito, sobre todo para los países en desarrollo. Fue alentador ver a la Unión Africana participando en los debates en Río como última incorporación oficial al G20. Y ahora Sudáfrica ha asumido la presidencia rotativa del grupo.

Como invitada del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva a las conversaciones de Río, hice hincapié en la importancia de lograr una transición energética justa en mi país y en toda el África subsahariana. Desde Dar es Salaam y Pretoria hasta Bakú y Río, la energía ha sido un tema de discusión importante en los foros globales, porque es esencial para el desarrollo económico y para la mitigación del cambio climático. En África subsahariana, carecen de acceso a electricidad unos 600 millones de personas (casi la mitad de la población), y casi mil millones (un octavo de la población mundial) están obligadas a cocinar con combustibles y tecnologías contaminantes.

Felizmente, se han lanzado varios programas importantes que pueden ayudar a resolver estas falencias tecnológicas. Por ejemplo, el Banco Africano de Desarrollo (BAD) y el Banco Mundial han lanzado el proyecto Misión 300, cuyo objetivo es conectar al menos a 300 millones de africanos a fuentes de electricidad limpias de aquí a 2030. En enero de 2025, Dar es Salaam será sede de la cumbre energética de jefes de Estado para la Misión 300, que reunirá a líderes gubernamentales, bancos multilaterales de desarrollo, inversores privados y otros actores. Los países africanos presentarán planes para la movilización de inversiones en soluciones de acceso a la electricidad, con y sin conexión a la red, basadas en fuentes de energía asequibles y disponibles.

El Banco Mundial calcula que para alcanzar los objetivos de electrificación del proyecto se necesitan 30 000 millones de dólares de inversión pública, de los que una buena parte puede provenir de su propia división de préstamos concesionales, la Asociación Internacional de Fomento. Puesto que los estados miembros del G20 son sus principales sostenedores, les estamos pidiendo que apoyen nuestra misión con una sucesión de ciclos sustanciales de reposición de fondos de la AIF.

Otro programa importante es un plan de Tanzania, con un presupuesto de 18 000 millones de dólares, que busca movilizar inversiones en energía renovable en doce países del sur de África que están conectados a un mismo conjunto de fuentes geotérmicas, hidroeléctricas, solares y eólicas. El objetivo es usar estas fuentes para generar 8,4 gigavatios de electricidad adicionales, en consonancia con el compromiso adoptado en la COP28 (Dubái) de triplicar la capacidad mundial de generación de energía renovable en 2030.

En un nivel más amplio, los líderes reunidos en la Cumbre Africana sobre el Clima que tuvo lugar el año pasado en Nairobi se han puesto además el objetivo de aumentar la generación de energía renovable del continente (que en 2022 apenas alcanzaba los 56 GW) a 300 GW en 2030. Se calcula que la inversión necesaria será 600 000 millones de dólares (diez veces el nivel de inversión actual).

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Conectar una población que crece y se urbaniza a ritmo acelerado con fuentes de energía limpia ofrece beneficios obvios para el continente, pero también para el mundo, por las gigatoneladas de emisión de dióxido de carbono que se podrán evitar. De hecho, que África tenga éxito en esta iniciativa es crucial para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Nuestro continente cuenta con una abundante dotación de minerales críticos y un potencial casi infinito en energía solar y eólica, pero para aprovechar al máximo estos recursos, debe superar el hecho de que los fondos de capital son escasos (y costosos).

Una tercera iniciativa importante, que promoví en la COP28, es el Programa de Apoyo a la Cocina Limpia para las Mujeres Africanas, que busca lograr el acceso universal a tecnologías de cocina limpias en Tanzania y el resto de África. Hoy, más de 900 millones de africanos siguen dependiendo de la leña y del carbón para cocinar, y el hecho de respirar humos tóxicos en sus hogares es la segunda causa de muerte prematura en el continente, un problema que afecta sobre todo a mujeres y niños.

Es totalmente inaceptable, y por eso fui a Río a pedir que en la reposición del Fondo Africano de Desarrollo del BAD se incluyan 12 000 millones de dólares destinados a promover el acceso universal a la cocina limpia en África. El BAD ha prometido un aporte de 2000 millones de dólares en los próximos diez años, y en la Cumbre sobre la Cocina Limpia en África de este año otras entidades prometieron movilizar 2200 millones de dólares adicionales de aquí a 2030. Pero aunque alentadores, estos compromisos no son suficientes. La Agencia Internacional de la Energía calcula que lograr el acceso universal a tecnologías de cocina limpias en África costará 4000 millones de dólares por año hasta 2030, de modo que es necesario que otros actores globales sumen también su apoyo.

Los beneficios de estas inversiones pueden ser amplios. Además de reducir las muertes prematuras por contaminación del aire en interiores, el reemplazo mundial de combustibles sucios salvará de aquí a 2030 al menos 200 millones de hectáreas de bosques (110 millones sólo en África), además de reducir la emisión de gases de efecto invernadero en 1,9 gigatoneladas de equivalentes de CO2 (lo mismo que si se eliminara la emisión actual de todos los aviones y barcos).

Los programas que he destacado son algunas de las muchas ideas que se están poniendo en práctica en África. Pero para que fructifiquen se necesitará financiación suficiente, desarrollo y transferencia de tecnología y creación de capacidades. Esperamos un esfuerzo conjunto de nuestros amigos del G20 para apoyar esta agenda energética.

Traducción: Esteban Flamini

https://prosyn.org/a3EhLNoes