WASHINGTON, DC – Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el comercio creció 50% más rápido que el PIB mundial, esto ocurrió así, en gran medida, como resultado de las sucesivas rondas de liberalización bajo los auspicios de la Organización Mundial de Comercio (anteriormente el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, o GATT). Hoy en día, sin embargo, la más reciente dosis de aranceles de importación del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, podría llevar al mundo a una guerra comercial plena, causando la destrucción de gran parte de dicho progreso.
Quienes están a favor del libre comercio siempre han aplaudido el crecimiento del comercio internacional porque lo consideran como una señal de que los países están aprovechando sus ventajas comparativas a través de la especialización, lo que implica una mayor eficiencia en general. Por el contrario, los críticos del libre comercio temen que se pudiese obligar a los países pobres a producir bienes que ofrecen poco espacio para el crecimiento de la productividad, y señalan que, si bien se reciben beneficios agregados de la globalización, también hay claros perdedores.
De hecho, pocos discreparían sobre que una teoría estática de la ventaja comparativa es una guía deficiente para las políticas de desarrollo. Se necesita un marco más dinámico para determinar si el comercio también trae consigo conocimiento y aprendizaje a los nuevos mercados. Si en verdad lo hace, entonces el comercio puede ser un motor del crecimiento económico y el progreso social a futuro.
En general, existe evidencia abrumadora sobre que el comercio ha enriquecido a los países en desarrollo en los que se han implementado políticas de apoyo. Con el tiempo, los países en desarrollo han aprendido a complementar las políticas comerciales con una mayor inversión en infraestructura y educación. No obstante, debido a que el sistema de comercio mundial ahora está bajo ataque de Estados Unidos, la pregunta para los países en desarrollo es cómo responder ante esta situación.
Para justificar sus aranceles, Trump apunta con el dedo a los déficits comerciales bilaterales (o multilaterales) que tiene Estados Unidos con sus socios comerciales. Pero, si bien los aranceles pueden cambiar la composición de los flujos comerciales, tendrán poca influencia sobre el saldo de cuenta corriente, que está determinado por el ahorro y la inversión nacionales. Si los ahorros no son suficientes para la inversión – como ocurre en Estados Unidos – la cuenta corriente necesariamente estará en déficit.
Sin duda, los aranceles pueden tener un efecto incidental en el saldo de cuenta corriente. Tal como un impuesto a los consumidores nacionales y un subsidio para ciertos productores nacionales, los aranceles reducen el ingreso disponible de los consumidores y aumentan los ingresos de capital. En la medida en que se ahorran más ingresos de capital en comparación con ingresos laborales, los aranceles aumentarán la tasa de ahorro de la economía en general. Sin embargo, este efecto en el balance ahorro-inversión es, a la vez, débil e indirecto.
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
Subscribe to Digital or Digital Plus now to secure your discount.
Subscribe Now
En el nivel micro, Trump podría argumentar que los aranceles son necesarios para proteger sectores específicos. Pero, muchos de los bienes importados por Estados Unidos, en los hechos, contienen insumos intermedios que originalmente se produjeron en este mismo país (esto es incluso más cierto en el caso de China). Por lo tanto, para determinar si los aranceles están realmente protegiendo el valor agregado – es decir, los salarios y las ganancias – en un sector estadounidense específico, uno también debe tomar en cuenta el valor agregado estadounidense dentro de las importaciones que ahora enfrentan imposiciones arancelarias. Si se supone que los asesores de Trump le hubiesen explicado estas complicaciones, uno se pregunta cuál es la verdadera base lógica de Trump para esto.
Si bien el deseo de Trump de apuntalar industrias políticamente importantes y reducir el déficit de cuenta corriente de Estados Unidos ciertamente ha jugado un papel en su política comercial, está claro que su principal objetivo es la OMC y el multilateralismo que representa. Trump parece pensar que el multilateralismo diluye el poder estadounidense, debido a que Estados Unidos siempre puede usar su poder económico y geopolítico para ganar una disputa bilateral. Lo que él no se da cuenta es que incluso el país más poderoso del mundo necesita reglas mundiales imparciales e instituciones desinteresadas que supervisen tales reglas.
En los últimos 70 años, el sistema GATT/OMC se ha convertido en un acuerdo multilateral mediante el cual las mismas reglas se aplican a todos los países por igual. Esto no quiere decir que los países más grandes y más ricos carezcan de ventajas sobre los países más pequeños y más pobres. Hay países, como por ejemplo Estados Unidos, que pueden asignar más personal y especialistas para apoyar a sus propios productores en complicadas negociaciones comerciales, al mismo tiempo que también pueden llevar a cabo acciones diplomáticas paralelas (recurriendo a un canal entre bastidores). Legalmente, sin embargo, la OMC es una agrupación de iguales. La disposición de “nación más favorecida” significa que una ventaja otorgada a los productores de un país debe otorgarse a todos.
Quizás lo más importante es que la OMC tiene un mecanismo de solución de diferencias (DSM, por sus siglas en inglés) que prevé la resolución oportuna de los desacuerdos entre los Estados miembros. Si bien Estados Unidos ha ganado la mayoría de los casos que ha presentado ante el panel de arbitraje de la OMC, también ha perdido algunos. Con la capacidad de emitir sentencias vinculantes, el DSM es una característica única del sistema de la OMC. Ningún otro organismo multilateral tiene un mecanismo de este tipo.
Por supuesto, existen muchas maneras de mejorar el sistema multilateral. La OMC, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional deberían estar diseñando nuevos enfoques para abordar la creciente influencia de las empresas ‘Big Tech’; a su vez, las políticas sobre competencia deben ser actualizadas para estar acorde con el siglo XXI. También podría ser apropiado que la OMC adopte una forma de voto ponderado, similar al procedimiento utilizado por el FMI y el Banco Mundial.
En cuanto a las críticas que indican que la globalización produce tanto ganadores como perdedores, este no es un argumento en contra del comercio; es un argumento a favor de políticas para compensar a los que han quedado atrás. Sobre esa base, aquellos que correctamente han criticado a la OMC en el pasado deben unir fuerzas con sus partidarios de la OMC. Ambas partes tienen interés en la defensa de esta institución clave de gobernanza mundial frente al unilateralismo xenófobo encarnado por las políticas de Trump.
To have unlimited access to our content including in-depth commentaries, book reviews, exclusive interviews, PS OnPoint and PS The Big Picture, please subscribe
US President Donald Trump’s import tariffs have triggered a wave of retaliatory measures, setting off a trade war with key partners and raising fears of a global downturn. But while Trump’s protectionism and erratic policy shifts could have far-reaching implications, the greatest victim is likely to be the United States itself.
warns that the new administration’s protectionism resembles the strategy many developing countries once tried.
It took a pandemic and the threat of war to get Germany to dispense with the two taboos – against debt and monetary financing of budgets – that have strangled its governments for decades. Now, it must join the rest of Europe in offering a positive vision of self-sufficiency and an “anti-fascist economic policy.”
welcomes the apparent departure from two policy taboos that have strangled the country's investment.
WASHINGTON, DC – Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el comercio creció 50% más rápido que el PIB mundial, esto ocurrió así, en gran medida, como resultado de las sucesivas rondas de liberalización bajo los auspicios de la Organización Mundial de Comercio (anteriormente el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, o GATT). Hoy en día, sin embargo, la más reciente dosis de aranceles de importación del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, podría llevar al mundo a una guerra comercial plena, causando la destrucción de gran parte de dicho progreso.
Quienes están a favor del libre comercio siempre han aplaudido el crecimiento del comercio internacional porque lo consideran como una señal de que los países están aprovechando sus ventajas comparativas a través de la especialización, lo que implica una mayor eficiencia en general. Por el contrario, los críticos del libre comercio temen que se pudiese obligar a los países pobres a producir bienes que ofrecen poco espacio para el crecimiento de la productividad, y señalan que, si bien se reciben beneficios agregados de la globalización, también hay claros perdedores.
De hecho, pocos discreparían sobre que una teoría estática de la ventaja comparativa es una guía deficiente para las políticas de desarrollo. Se necesita un marco más dinámico para determinar si el comercio también trae consigo conocimiento y aprendizaje a los nuevos mercados. Si en verdad lo hace, entonces el comercio puede ser un motor del crecimiento económico y el progreso social a futuro.
En general, existe evidencia abrumadora sobre que el comercio ha enriquecido a los países en desarrollo en los que se han implementado políticas de apoyo. Con el tiempo, los países en desarrollo han aprendido a complementar las políticas comerciales con una mayor inversión en infraestructura y educación. No obstante, debido a que el sistema de comercio mundial ahora está bajo ataque de Estados Unidos, la pregunta para los países en desarrollo es cómo responder ante esta situación.
Para justificar sus aranceles, Trump apunta con el dedo a los déficits comerciales bilaterales (o multilaterales) que tiene Estados Unidos con sus socios comerciales. Pero, si bien los aranceles pueden cambiar la composición de los flujos comerciales, tendrán poca influencia sobre el saldo de cuenta corriente, que está determinado por el ahorro y la inversión nacionales. Si los ahorros no son suficientes para la inversión – como ocurre en Estados Unidos – la cuenta corriente necesariamente estará en déficit.
Sin duda, los aranceles pueden tener un efecto incidental en el saldo de cuenta corriente. Tal como un impuesto a los consumidores nacionales y un subsidio para ciertos productores nacionales, los aranceles reducen el ingreso disponible de los consumidores y aumentan los ingresos de capital. En la medida en que se ahorran más ingresos de capital en comparación con ingresos laborales, los aranceles aumentarán la tasa de ahorro de la economía en general. Sin embargo, este efecto en el balance ahorro-inversión es, a la vez, débil e indirecto.
Winter Sale: Save 40% on a new PS subscription
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
Subscribe to Digital or Digital Plus now to secure your discount.
Subscribe Now
En el nivel micro, Trump podría argumentar que los aranceles son necesarios para proteger sectores específicos. Pero, muchos de los bienes importados por Estados Unidos, en los hechos, contienen insumos intermedios que originalmente se produjeron en este mismo país (esto es incluso más cierto en el caso de China). Por lo tanto, para determinar si los aranceles están realmente protegiendo el valor agregado – es decir, los salarios y las ganancias – en un sector estadounidense específico, uno también debe tomar en cuenta el valor agregado estadounidense dentro de las importaciones que ahora enfrentan imposiciones arancelarias. Si se supone que los asesores de Trump le hubiesen explicado estas complicaciones, uno se pregunta cuál es la verdadera base lógica de Trump para esto.
Si bien el deseo de Trump de apuntalar industrias políticamente importantes y reducir el déficit de cuenta corriente de Estados Unidos ciertamente ha jugado un papel en su política comercial, está claro que su principal objetivo es la OMC y el multilateralismo que representa. Trump parece pensar que el multilateralismo diluye el poder estadounidense, debido a que Estados Unidos siempre puede usar su poder económico y geopolítico para ganar una disputa bilateral. Lo que él no se da cuenta es que incluso el país más poderoso del mundo necesita reglas mundiales imparciales e instituciones desinteresadas que supervisen tales reglas.
En los últimos 70 años, el sistema GATT/OMC se ha convertido en un acuerdo multilateral mediante el cual las mismas reglas se aplican a todos los países por igual. Esto no quiere decir que los países más grandes y más ricos carezcan de ventajas sobre los países más pequeños y más pobres. Hay países, como por ejemplo Estados Unidos, que pueden asignar más personal y especialistas para apoyar a sus propios productores en complicadas negociaciones comerciales, al mismo tiempo que también pueden llevar a cabo acciones diplomáticas paralelas (recurriendo a un canal entre bastidores). Legalmente, sin embargo, la OMC es una agrupación de iguales. La disposición de “nación más favorecida” significa que una ventaja otorgada a los productores de un país debe otorgarse a todos.
Quizás lo más importante es que la OMC tiene un mecanismo de solución de diferencias (DSM, por sus siglas en inglés) que prevé la resolución oportuna de los desacuerdos entre los Estados miembros. Si bien Estados Unidos ha ganado la mayoría de los casos que ha presentado ante el panel de arbitraje de la OMC, también ha perdido algunos. Con la capacidad de emitir sentencias vinculantes, el DSM es una característica única del sistema de la OMC. Ningún otro organismo multilateral tiene un mecanismo de este tipo.
Por supuesto, existen muchas maneras de mejorar el sistema multilateral. La OMC, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional deberían estar diseñando nuevos enfoques para abordar la creciente influencia de las empresas ‘Big Tech’; a su vez, las políticas sobre competencia deben ser actualizadas para estar acorde con el siglo XXI. También podría ser apropiado que la OMC adopte una forma de voto ponderado, similar al procedimiento utilizado por el FMI y el Banco Mundial.
En cuanto a las críticas que indican que la globalización produce tanto ganadores como perdedores, este no es un argumento en contra del comercio; es un argumento a favor de políticas para compensar a los que han quedado atrás. Sobre esa base, aquellos que correctamente han criticado a la OMC en el pasado deben unir fuerzas con sus partidarios de la OMC. Ambas partes tienen interés en la defensa de esta institución clave de gobernanza mundial frente al unilateralismo xenófobo encarnado por las políticas de Trump.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.