Workers assemble new vacuum cleaners KAZUHIRO NOGI/AFP/Getty Images

Cómo perder una guerra comercial

NEW HAVEN – La administración del presidente Donald Trump, que ha sido proteccionista desde sus inicios, ha pasado de la retórica a la acción en su campaña declarada para defender a los trabajadores estadounidenses de lo que Trump llama la “carnicería” de “terribles acuerdos comerciales”. Desafortunadamente, en el mejor de los casos este enfoque resulta retrógrado. En el peor, perfectamente podría desencadenar medidas de represalia que solo exacerbarán la difícil situación en que se encuentran los atribulados consumidores estadounidenses de clase media. Así es exactamente cómo comienzan las guerras comerciales.

Está claro que China es el objetivo. La imposición del 23 de enero de los denominados aranceles de salvaguarda sobre las importaciones de paneles solares y lavadoras bajo la Sección 201 de la Ley de Comercio de Estados Unidos de 1974 está dirigida principalmente a China y Corea del Sur. Esta podría resultar siendo la primera de una serie de medidas.

El Representante de Comercio de Estados Unidos puso en marcha en agosto pasado  investigaciones de la Sección 301 contra China en tres áreas generales: derechos de propiedad intelectual, innovación y desarrollo tecnológico. Es probable que esto conduzca a posteriores sanciones. Asimismo, la llamada investigación de la Sección 232 sobre amenaza a la seguridad nacional planteada por importaciones desleales de acero también apunta a China, como el mayor productor de acero del mundo.

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