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La gran purga de Trump

ATLANTA – Tras casi cuatro años de protestar contra los funcionarios y analistas de inteligencia estadounidenses que revelaron la interferencia rusa en la elección presidencial de 2016 en Estados Unidos, finalmente Donald Trump se ha dejado llevar por la paranoia al extremo de iniciar una purga. La reciente defenestración de altos funcionarios de seguridad nacional puede tomar desprevenidos a los estadounidenses, pero para los rusos no es sorpresa. Hace meses que en Moscú circula un chiste que dice que si Trump despidiera a sus jefes de espías, podría obtener información directamente de la fuente: el presidente ruso Vladimir Putin.

Entre los destituidos por Trump el mes pasado se encuentran el director nacional de inteligencia interino, almirante Joseph Maguire, y su subalterno. Pero la eliminación de altos funcionarios no es la parte más importante de la historia. Lo que importa más es que Trump quiere enviar un mensaje a la tropa de la comunidad de inteligencia, que una y otra vez ha desmentido sus afirmaciones infundadas, desde las referidas al programa nuclear norcoreano hasta el cambio climático. Trump quiere intimidar y someter a los profesionales de inteligencia estadounidenses, y es posible que lo logre.

La última ronda de despidos de Trump es innegablemente una «purga». Su elegido provisorio para reemplazar a Maguire, Richard Grenell (exembajador en Alemania) es un notorio adulador de Trump, sin experiencia en inteligencia, que estará feliz de complacer a la tribuna unipersonal que lo mirará desde la Oficina Oval. Ya ordenó a esbirros propios iniciar una investigación sobre presuntas conspiraciones entre los funcionarios de inteligencia que revelaron la interferencia rusa en la elección y escudriñar los legajos del personal en busca de integrantes insuficientemente leales a Trump.

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