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El problema de la no proliferación

CAMBRIDGE – Avril Haines, directora de Inteligencia Nacional de EE. UU., advirtió que «debido a que Rusia necesita apoyo en el contexto de Ucrania, se vio obligada a hacer concesiones que China, Corea del Norte e Irán deseaban desde hace mucho y que podrían perjudicar, entre otras cosas, a normas de larga data sobre la no proliferación».

¿Qué tan importante es esto? Algunos teóricos son, desde hace tiempo, escépticos respecto a los intentos de limitar la difusión del armamento nuclear, y han llegado incluso a sostener que la proliferación puede constituir una fuerza estabilizadora: si los horrores vinculados con las armas nucleares son uno de los motivos por los que no ha habido guerras entre las grandes potencias desde 1945, sostienen, tal vez se pueda replicar ese efecto a escala regional. India y Pakistán llegaron al equilibrio nuclear en la década de 1990, hasta el momento, sin consecuencias desastrosas.

Pero, ¿seguiría primando la prudencia en un mundo de «puercoespines con armas nucleares»? El presidente estadounidense John F. Kennedy no lo creía y, durante una conferencia de prensa en marzo de 1963, dijo:

«Considerando la historia de la guerra, y la del ser humano —desafortunadamente, ha habido mucha más guerra que paz— y que hay armas nucleares distribuidas por todo el mundo y los pueblos se resisten con fuerza a aceptar la derrota... veo la posibilidad de que en la década de 1970 el presidente de Estados Unidos tenga que lidiar con un mundo en el que 15, 20 o 25 países cuenten con armas de ese tipo. Considero que ese es el mayor riesgo y peligro posible».

Ese año Kennedy firmó un tratado para prohibir las pruebas nucleares en la atmósfera, preparando el terreno para el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) de 1968, que actualmente cuenta con 191 miembros. Los cinco estados reconocidos como nucleares por el tratado —Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y China— se comprometieron a no traspasar armas nucleares ni ayudar a su fabricación, y los 186 miembros restantes, a no desarrollarlas. Israel, India y Pakistán se negaron a firmarlo y crearon armas nucleares; Corea del Norte lo firmó, pero se retiró de él más tarde para avanzar con su programa nuclear.

Eso eleva el total de estados con armas nucleares a nueve, una situación que dista de ser perfecta, pero es mucho mejor que la predicha por Kennedy. Quienes defienden este régimen imperfecto sostienen que la tasa de difusión es tan importante como la cantidad de estados que poseen la bomba; porque cuanto más predecible es la situación, mayor es la probabilidad de mantener la estabilidad. Arabia Saudita ya amenazó con desarrollar armas nucleares si Irán lo hace; de haber cascadas regionales de nuevos estados con armas nucleares, la probabilidad de accidentes y errores de cálculo aumentaría de manera sustancial.

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Haines mencionó explícitamente a Irán y Corea del Norte, ambos países sufrieron sanciones de las Naciones Unidas, con las que China, Rusia y Occidente cooperaron. Hasta hace poco, Rusia había mantenido una larga trayectoria de apoyo a la no proliferación: no solo firmó el TNP, sino que además adoptó las Directrices del Grupo de Suministradores Nucleares de 1978, en las que los proveedores de equipamiento nuclear civil acordaban ejercer la prudencia en sus políticas de exportación. Sin embargo, ahora que Vladímir Putin se está tornando dependiente de las provisiones militares de Corea del Norte para continuar la guerra en Ucrania, ha puesto fin a la cooperación rusa para la no proliferación.

Mientras que Irán cuenta desde hace mucho con un programa de armas nucleares basado en el uranio enriquecido, ha sufrido vaivenes debido a la presión externa. El régimen se cuidó de mantener su producción de uranio altamente enriquecido por debajo del umbral necesario para producir un arsenal nuclear, pero ahora que Rusia depende de los drones iraníes y China, del petróleo iraní; y que Donald Trump insensatamente abandonó el acuerdo nuclear con Irán en 2018, también allí se rompió la cooperación internacional para la no proliferación.

Además, hay quienes creen (aunque probablemente estén equivocados) que Rusia no hubiera invadido Ucrania si ese país se hubiera quedado con las armas nucleares que heredó cuando colapsó la Unión Soviética. Si ese supuesto gana fuerza, el panorama empeorará para la no proliferación.

Me recuerda una situación similar que ya tuvo lugar (y que narro en mis memorias, A Life in the American Century: después de la crisis del petróleo de 1973, la creencia popular era que el mundo debía recurrir a la energía nuclear, pero debido a que muchos pensaban, equivocadamente, que se estaba acabando el uranio, todos fijaron la mira en el plutonio reprocesado (un subproducto de la quema del uranio en los reactores nucleares).

Los pronósticos de la época sugerían que unos 46 países estarían reprocesado plutonio para 1990, en ese caso, el mundo se inundaría de material utilizable para la producción de armamento, y el riesgo de la proliferación y el terrorismo nucleares aumentaría catastróficamente. En 1974, la India se convirtió en el primer estado, además de los cinco incluidos en el TNP, en lanzar lo que eufemísticamente denominó «una explosión nuclear pacífica».

Muy pronto Francia acordó vender una planta de reprocesamiento de plutonio a Pakistán, cuyo primer ministro, Zulfikar Ali Bhutto, había prometido que su país pasaría hambre antes que permitir el monopolio nuclear indio en el sur asiático. En América Latina, mientras tanto, Alemania le vendía una planta para enriquecer uranio a Brasil, y Argentina se volcaba al plutonio. A medida que muchos otros países exploraban silenciosamente las opciones, parecía que había comenzado una carrera armamentista nuclear.

Afortunadamente, eso nunca se materializó; el presidente estadounidense Jimmy Carter impulsó una política de no proliferación que logró restarle impulso a la situación y solo dos países desarrollaron la bomba desde la década de 1970, en lugar de los 25 que temía Kennedy. Aunque todo el mundo suponía que no era mucho lo que se podía lograr en cuanto a la proliferación, Carter no estaba de acuerdo; gracias a los esfuerzos de su gobierno, se hundieron los acuerdos franco-paquistaní y germano-brasileño; y EE. UU. creó una comisión internacional para estudiar el ciclo del combustible nuclear, que redujo el impulso del reprocesamiento del plutonio y el uso de los «reactores reproductores».

Quienes alberguen dudas sobre la factibilidad de la no proliferación debieran tener en cuenta esa lección histórica. Incluso si no se la puede detener la proliferación, es posible demorarla... y eso puede implicar una diferencia tremenda.

Traducción al español por Ant-Translation

https://prosyn.org/wtpWzy7es