por Vaira Vike-Freiberga y António Vitorino

El prestigio y el poder blando de Europa han seguido apagándose sin lugar a dudas en el mundo (si bien semejante tendencia es difícil de calibrar), mientras los Estados miembros siguen recortando los presupuestos de desarrollo y defensa. Sin embargo, lo bueno es que la política exterior europea no ha quedado desbaratada con la crisis. De hecho, ha dado incluso algunas muestras de avanzar.

La Unión Europea logró preservar la esencia de su acquis diplomatique (“acervo diplomático”). En realidad, la evaluación del Sistema de Puntuación de los resultados de la política exterior europea en 2012 muestra señales modestas de estabilización y resistencia. Aunque la UE no tuvo éxitos destacados comparables a la intervención militar en Libia en 2011, obtuvo resultados sorprendentemente buenos en las relaciones exteriores: en particular, dada la profunda crisis que siguió afrontando.

Para empezar, la coherencia de las políticas de Europa para con Rusia mejoraron: la UE amenazó con recurrir al mecanismo de solución de controversias de la Organización Mundial del Comercio cuando el Kremlin anunció nuevas medidas proteccionistas a finales de 2012. También lanzó una investigación antimonopolista contra el gigante ruso del gas, Gazprom, y criticó las violaciones de los derechos humanos durante la represión de las manifestaciones a raíz de las elecciones de marzo que devolvieron a Vladimir Putin a la presidencia.

También hubo señales de mejoras modestas en las relaciones de Europa con China, pese a la falta de unidad que siguió socavando su influencia. También se lanzaron nuevas misiones de la UE a Níger, Sudán del Sur y el Cuerno de África con la égida de la Política de Defensa y Seguridad Común, cosa que no había ocurrido en los dos años anteriores.

Naturalmente, hubo también sectores en los que los europeos obtuvieron peores resultados. Sobre todo, no pudieron acabar con el frustrante estancamiento diplomático respecto de Siria ni detener el considerable aumento de la violencia  a medida que avanzaba el año. Los europeos siguieron divididos respecto del conflicto palestino-israelí (aunque en grado menor que años anteriores) y no lograron influir en la votación celebrada en noviembre en las Naciones Unidas para mejorar el estatuto de Palestina. También se esforzaron por aplicar una posición unida a Azerbaiyán y a Ucrania y siguieron procurando conseguir una posición coherente respecto de Turquía, mientras las negociaciones sobre su adhesión continuaron bloqueadas.

Aun así, los resultados de la política exterior de la UE en 2012 fueron positivos en conjunto. Ahora queda por ver si se puede mantener ese impulso, lo que dependerá en gran medida de si la UE puede superar la crisis económica (que sigue empeorando en varios países miembros), restablecer el crecimiento y contener el desempleo. En ese sentido, los dirigentes europeos están acertados al centrarse en la resolución de la crisis financiera en la zona del euro.

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Sin embargo, para lograr una mayor influencia mundial en el futuro, los europeos deberán superar sus divisiones internas y mejorar su coordinación en materia de política exterior. En particular, para tener éxito, será necesario convertir el  Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) en un cuerpo diplomático eficaz que pueda plasmar los enormes recursos de la UE en poder real.

El futuro inmediato presentará una lista en aumento de problemas. Ya hay algunos indicios por parte de algunos socios estratégicos fundamentales de que están empezando a considerar la crisis del euro una “nueva normalidad”; dicho de otro modo, están preparándose para un futuro en el que el poder europeo siga erosionándose. La falta de una estrategia de defensa colectiva de Europa, junto con la reducción de la inversión en capacidad militar, es también un grave obstáculo para la continuidad de su influencia mundial como protagonista en materia de seguridad.

Eso hace que sea aún más importante que el SEAE coordine la Política de Defensa y Seguridad Común con medidas más amplias en materia de política exterior. Se trata de una tarea ingente, dada la estructura actual de la UE. El espectro de la retirada británica de la UE no facilitaría las cosas precisamente.

El giro de los Estados Unidos hacia Asia aumenta aún más la presión a Europa para que se ocupe de su región. Aunque la política exterior de la UE respecto de Rusia ha resultado más eficaz, las tensiones han aumentado, más que nada, y pueden seguir haciéndolo. La inseguridad en la región africana del Sahel, que ya fue un motivo de preocupación cada vez mayor en 2012, ha obligado a un Estado miembro de la UE en el primer mes de 2013 a ir a la guerra en una región no lejana del umbral de Europa. Es probable que dentro de un año por estas mismas fechas los europeos sigan afrontando las secuelas del intento de toma del poder en Malí por parte de los grupos rebeldes islamistas, mientras que en los próximos años se sentirán por fuerza las consecuencias a largo plazo de la evolución de los acontecimientos en el Sahel.

Pese a la gravedad de la crisis del euro, la maquinaria de formulación de la política exterior de la UE (tal como es) siguió funcionando en 2012, con resultados moderadamente buenos. Sin embargo, no es probable que ir tirando simplemente sea suficiente para abordar las amenazas que probablemente afronte Europa este año. La UE necesitará hacer algo más y mejor. Seguimos abrigando la esperanza de que esté a la altura de esa tarea.

Traducido del inglés por Carlos Manzano.

https://prosyn.org/MWan0ddes