SE PROHIBE LA PUBLICACIÓN ANTES DEL DOMINGO 5 DE JULIO

Por Ellen Johnson-Sirleaf

Monrovia – Durante más de una década, ha habido avances en gran parte de África. El crecimiento económico va en aumento, la pobreza está disminuyendo y la gobernanza democrática se está extendiendo.  No obstante, la crisis financiera global amenaza con anular esos progresos debido a la reducción de las inversiones, las exportaciones y la ayuda justo en el momento en que deberían aumentar para aprovechar esos éxitos.

Si bien la atención internacional se ha concentrado comprensiblemente en los acontecimientos de Darfur, Somalia y Zimbabwe, otros países de todo el continente, incluyendo a Ghana, Tanzania, Mozambique y Liberia, han estado dando un giro a sus economías discretamente. En muchas naciones las tasas de crecimiento superan regularmente el 5%. La clave de estos progresos es un liderazgo africano más fuerte y gobiernos que deben rendir cuentas. Actualmente, más de 20 países africanos son democracias, en comparación con sólo tres en los años ochenta. En ellos hay elecciones competitivas, mejoras de los derechos humanos y medios mucho más libres. Una asistencia al desarrollo cada vez más efectiva ha apoyado estos esfuerzos.

Consideremos lo que ha sucedido en mi país, Liberia. Tras una guerra devastadora que duró 14 años, nos enfrentábamos a enormes desafíos. Nuestro gobierno, electo democráticamente, ha trabajado con sus socios internacionales y un número creciente de inversionistas privados para mejorar la situación.

En los últimos tres años, hemos duplicado las inscripciones a las escuelas primarias a nivel nacional, hemos reparado cientos de instalaciones para la atención a la salud, hemos comenzado a reconstruir las carreteras y a restablecer la electricidad. Hemos dado pasos para eliminar la corrupción y destituir a los funcionarios inescrupulosos. El crecimiento ha aumentado en varios puntos porcentuales al año. Y lo más importante, estamos en paz. Estamos restableciendo lo que solía ser nuestra vigorosa nación y el componente principal --la esperanza--ya se ha reanimado. Sin el apoyo internacional no habríamos logrado estos avances y correríamos un riesgo mucho mayor de volver a la guerra.

La crisis económica global amenaza el progreso en mi país y en otros lugares del continente. La disminución de las remesas que envían los trabajadores en el extranjero y la contracción de los flujos comerciales y las inversiones podrían debilitar a las nuevas empresas, dejar a miles de personas sin trabajo y aumentar las tensiones y la inestabilidad. La crisis –de la que África no tiene ninguna responsabilidad—exige una respuesta firme. Las naciones africanas deben hacer su parte y seguir combatiendo la corrupción, eliminando la burocracia y reduciendo los obstáculos al crecimiento del sector privado. Pero así como los países industrializados necesitan un estímulo, las economías africanas necesitan un impulso para mantener el curso de sus avances.

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Las naciones del G8 que se reúnen en Italia esta semana tienen un papel útil que desempeñar. Entre otras medidas, deben cumplir sus promesas de aumentar la ayuda y hacerla más efectiva mediante la reducción de las demoras burocráticas, la aceleración de los desembolsos y una mejor adecuación de los programas a las prioridades africanas. Ciertamente, la ayuda efectiva no es la única respuesta, pero tiene un papel cada vez más importante que desempeñar a medida que las demás fuentes de financiamiento se agotan. Es necesaria para sentar bases que ayuden a estimular el crecimiento del sector privado.

Sería una cruel ironía que, justo cuando África comienza a tener éxito, una crisis sobre la que no tiene ningún control interrumpiera su progreso. La recuperación de África puede mantener su curso con acciones firmes de los gobiernos africanos y el apoyo sólido de la comunidad internacional. Todos deben seguir haciendo su parte.

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