CHICAGO – Con la elección de noviembre en Estados Unidos cada vez más cerca, los demócratas siguen debatiendo si deben centrar la campaña en la economía o en el futuro de la democracia. Pero en realidad, una investigación que hemos hecho en el Chicago Center on Democracy muestra que ambas cuestiones están muy conectadas: altos niveles de desigualdad de ingresos aumentan el riesgo de retroceso democrático hacia la autocracia.
Estados Unidos es un país muy desigual según criterios internacionales, y esa desigualdad es una de las causas de la erosión de su democracia. Si los demócratas consiguen arrancarle a Donald Trump el cetro del antielitismo económico y perseveran en mejorar las vidas de los estadounidenses de ingresos bajos y medios, tal vez puedan revertir la deriva autoritaria del país.
Hay en todo el mundo unas dos docenas de países que experimentan diversas formas de erosión o retroceso de la democracia. Lo más habitual es que presidentes y primeros ministros electos procuren ampliar sus poderes atacando a la prensa y al sistema judicial, impugnando a funcionarios públicos y organizaciones civiles y debilitando la confianza en las elecciones cuando pierden.
Nuestro análisis mundial de las democracias revela una regularidad sorprendente: cuanto más desigual es una sociedad (en términos de ingresos y riqueza), mayor el riesgo de retroceso democrático. El efecto de la renta nacional (PIB per cápita) es menor; y ni la antigüedad de una democracia ni la fortaleza de sus instituciones públicas tienen influencia discernible. El factor clave es la desigualdad.
Por ejemplo, Suecia (que es más igualitaria que el 87% de las democracias), tuvo en 2017 más o menos un 4% de riesgo de erosión democrática. En el otro extremo del espectro, el riesgo de Sudáfrica (la democracia más desigual del mundo) fue alrededor del 30%. En cuanto a Estados Unidos (que a pesar de mejoras recientes en el extremo inferior de la distribución de la riqueza, sigue siendo más desigual que el 60% de todas las democracias), el riesgo fue 9%, más del doble que Suecia.
Para comprender de qué manera la desigualdad económica erosiona la democracia es necesario examinar con atención las diferencias entre Estados Unidos y Suecia. Hay que destacar que en ambos países existe un partido nacionalista de derecha importante. Los Demócratas de Suecia (equivalente sueco del Partido Republicano bajo control trumpista en Estados Unidos) consiguieron seguidores oponiéndose a la relativa apertura del país a la inmigración en las últimas dos décadas, y ahora tienen un lugar importante en la coalición de gobierno de centroderecha, tras salir segundos en la elección parlamentaria de 2022, por delante de partidos conservadores tradicionales.
Project Syndicate is returning to Climate Week NYC with an even more expansive program. Join us live on September 22 as we welcome speakers from around the world at our studio in Manhattan to address critical dimensions of the climate debate.
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A pesar de eso, Suecia no muestra los síntomas de erosión democrática que son cada vez más marcados en Estados Unidos. Los políticos no dicen que la prensa es «enemiga del pueblo», no atacan a jueces y fiscales, no amenazan con purgar el funcionariado ni cuestionan la legitimidad de los resultados electorales.
Es de suponer que esas conductas no hallarían mucha resonancia en la opinión pública sueca, porque en un país donde la distancia entre ricos y pobres es relativamente pequeña, la confianza en las instituciones públicas sigue siendo alta en comparación con otros países. Los suecos, cualquiera sea su posición en la sociedad, han recibido beneficios del generoso estado de bienestar sueco, que los Demócratas de Suecia han reforzado impulsando un aumento del gasto social en áreas como la salud pública y la educación. En general, la derecha nacionalista europea tiende a ser más favorable a la política social que los partidos conservadores tradicionales.
Lo extraño del aspirante a autócrata estadounidense es que su populismo sea tan parcial y tibio. Aunque Trump desaconseja a sus colegas republicanos reducir el seguro social y Medicare, sus posturas sobre el tema han sido incoherentes, y no pierde ocasión de avalar que se derogue la Ley de Atención Médica Accesible.
Peor aún, un segundo gobierno de Trump no haría más que ampliar las divergencias de ingresos y riqueza en los Estados Unidos. Como presidente, Trump aprobó rebajas impositivas muy regresivas y prometió ampliarlas si volvía a la Casa Blanca. Incluso propuso eliminar el impuesto a la renta y reemplazarlo con aranceles a las importaciones.
Trump es un demagogo que usa una retórica antielitista para consolidar su base de simpatizantes; y en un segundo mandato, el apoyo enfervorizado de sus fieles lo envalentonaría para debilitar la democracia y agravar la desigualdad. Mientras no deje de inculcar rabia y resentimiento a sus seguidores, no tendrá que temer reacciones por no implementar políticas que promuevan una sociedad más igualitaria. Pero la contradicción que supone un multimillonario «populista» decidido a aprobar políticas que aumentarán la desigualdad económica de los Estados Unidos no podría ser más patente.
Puesto que los intentos de subvertir los sistemas democráticos tienen más probabilidades de éxito en las sociedades desiguales, Estados Unidos y otros países pueden fortalecer la democracia alentando una economía más justa. De modo que los demócratas no tienen que elegir entre una campaña centrada en el crecimiento económico y la equidad y otra centrada en el futuro de la democracia. Ambas son la misma lucha.
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The International Monetary Fund’s surcharge policy has led to an unseemly state of affairs: countries in financial distress have become the largest source of net revenue to the Fund in recent years. These surcharges must be eliminated or, at the very least, adjusted to reduce the excessive burden on highly indebted countries.
decry the counterproductive practice of imposing additional fees on countries in debt distress.
When it comes to alleviating the severe demographic crisis that China faces, prohibiting international adoptions of Chinese children amounts to a mere drop in the bucket. Still, the government's decision to do so is significant, as it reflects a long-overdue recognition that people should not be viewed as a burden.
welcomes the government's apparent recognition that a severe demographic crisis looms.
With less than two months to go until the US presidential election, the candidates’ opposing worldviews, objectives, and priorities – and their implications for international relations, the economy, and democracy – have come into sharper focus. While it is impossible to know exactly what a leader will do once in office, the contours of both a Donald Trump and a Kamala Harris presidency are remarkably well defined.
CHICAGO – Con la elección de noviembre en Estados Unidos cada vez más cerca, los demócratas siguen debatiendo si deben centrar la campaña en la economía o en el futuro de la democracia. Pero en realidad, una investigación que hemos hecho en el Chicago Center on Democracy muestra que ambas cuestiones están muy conectadas: altos niveles de desigualdad de ingresos aumentan el riesgo de retroceso democrático hacia la autocracia.
Estados Unidos es un país muy desigual según criterios internacionales, y esa desigualdad es una de las causas de la erosión de su democracia. Si los demócratas consiguen arrancarle a Donald Trump el cetro del antielitismo económico y perseveran en mejorar las vidas de los estadounidenses de ingresos bajos y medios, tal vez puedan revertir la deriva autoritaria del país.
Hay en todo el mundo unas dos docenas de países que experimentan diversas formas de erosión o retroceso de la democracia. Lo más habitual es que presidentes y primeros ministros electos procuren ampliar sus poderes atacando a la prensa y al sistema judicial, impugnando a funcionarios públicos y organizaciones civiles y debilitando la confianza en las elecciones cuando pierden.
Nuestro análisis mundial de las democracias revela una regularidad sorprendente: cuanto más desigual es una sociedad (en términos de ingresos y riqueza), mayor el riesgo de retroceso democrático. El efecto de la renta nacional (PIB per cápita) es menor; y ni la antigüedad de una democracia ni la fortaleza de sus instituciones públicas tienen influencia discernible. El factor clave es la desigualdad.
Por ejemplo, Suecia (que es más igualitaria que el 87% de las democracias), tuvo en 2017 más o menos un 4% de riesgo de erosión democrática. En el otro extremo del espectro, el riesgo de Sudáfrica (la democracia más desigual del mundo) fue alrededor del 30%. En cuanto a Estados Unidos (que a pesar de mejoras recientes en el extremo inferior de la distribución de la riqueza, sigue siendo más desigual que el 60% de todas las democracias), el riesgo fue 9%, más del doble que Suecia.
Para comprender de qué manera la desigualdad económica erosiona la democracia es necesario examinar con atención las diferencias entre Estados Unidos y Suecia. Hay que destacar que en ambos países existe un partido nacionalista de derecha importante. Los Demócratas de Suecia (equivalente sueco del Partido Republicano bajo control trumpista en Estados Unidos) consiguieron seguidores oponiéndose a la relativa apertura del país a la inmigración en las últimas dos décadas, y ahora tienen un lugar importante en la coalición de gobierno de centroderecha, tras salir segundos en la elección parlamentaria de 2022, por delante de partidos conservadores tradicionales.
PS Events: Climate Week NYC 2024
Project Syndicate is returning to Climate Week NYC with an even more expansive program. Join us live on September 22 as we welcome speakers from around the world at our studio in Manhattan to address critical dimensions of the climate debate.
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A pesar de eso, Suecia no muestra los síntomas de erosión democrática que son cada vez más marcados en Estados Unidos. Los políticos no dicen que la prensa es «enemiga del pueblo», no atacan a jueces y fiscales, no amenazan con purgar el funcionariado ni cuestionan la legitimidad de los resultados electorales.
Es de suponer que esas conductas no hallarían mucha resonancia en la opinión pública sueca, porque en un país donde la distancia entre ricos y pobres es relativamente pequeña, la confianza en las instituciones públicas sigue siendo alta en comparación con otros países. Los suecos, cualquiera sea su posición en la sociedad, han recibido beneficios del generoso estado de bienestar sueco, que los Demócratas de Suecia han reforzado impulsando un aumento del gasto social en áreas como la salud pública y la educación. En general, la derecha nacionalista europea tiende a ser más favorable a la política social que los partidos conservadores tradicionales.
Lo extraño del aspirante a autócrata estadounidense es que su populismo sea tan parcial y tibio. Aunque Trump desaconseja a sus colegas republicanos reducir el seguro social y Medicare, sus posturas sobre el tema han sido incoherentes, y no pierde ocasión de avalar que se derogue la Ley de Atención Médica Accesible.
Peor aún, un segundo gobierno de Trump no haría más que ampliar las divergencias de ingresos y riqueza en los Estados Unidos. Como presidente, Trump aprobó rebajas impositivas muy regresivas y prometió ampliarlas si volvía a la Casa Blanca. Incluso propuso eliminar el impuesto a la renta y reemplazarlo con aranceles a las importaciones.
Trump es un demagogo que usa una retórica antielitista para consolidar su base de simpatizantes; y en un segundo mandato, el apoyo enfervorizado de sus fieles lo envalentonaría para debilitar la democracia y agravar la desigualdad. Mientras no deje de inculcar rabia y resentimiento a sus seguidores, no tendrá que temer reacciones por no implementar políticas que promuevan una sociedad más igualitaria. Pero la contradicción que supone un multimillonario «populista» decidido a aprobar políticas que aumentarán la desigualdad económica de los Estados Unidos no podría ser más patente.
Puesto que los intentos de subvertir los sistemas democráticos tienen más probabilidades de éxito en las sociedades desiguales, Estados Unidos y otros países pueden fortalecer la democracia alentando una economía más justa. De modo que los demócratas no tienen que elegir entre una campaña centrada en el crecimiento económico y la equidad y otra centrada en el futuro de la democracia. Ambas son la misma lucha.
Traducción: Esteban Flamini