PRINCETON – En Estados Unidos hay unos 184 millones de perros y gatos; dos tercios de los hogares estadounidenses incluyen algún animal, lo que popularmente se conoce como “mascotas”. Pero los defensores de los derechos de los animales consideran ese término degradante y prefieren sustituirlo con “animal de compañía”. De hecho, en muchas casas se considera a los perros o gatos miembros de la familia. Se les provee de todo lo que puedan necesitar o disfrutar, y todavía más; esto incluye costosas golosinas o vestimentas.
El gasto en animales de compañía, sólo en Estados Unidos, creció rápidamente en los últimos diez años, desde unos ya muy considerables 43 000 millones de dólares en 2008 a una cifra estimada de 72 000 millones de dólares este año. Y en todas partes se observan tendencias similares. En China, por ejemplo, se calcula que en 2015 había cien millones de perros y gatos domésticos, y en aumento.
Pero por muy grandes que estas cifras parezcan, son insignificantes en comparación con los 65 000 millones de animales que se crían cada año en todo el mundo como fuente de alimento. En general, a los animales de compañía se los trata mucho mejor que a los cerdos, las vacas y los pollos en las granjas industriales. En los países más ricos, si alguien encerrara a un perro varios meses en una jaula parecida a los establos en los que es común mantener a los cerdos en las granjas industriales, se expondría a consecuencias legales.
Sin embargo, pese a que las actitudes de la gente hacia perros y gatos son más positivas, muchos de ellos llevan vidas miserables. Los perros, a diferencia de los gatos, son animales sociales, y en general sufren el aislamiento. Como señala Karen Dawn en su libro Thanking the Monkey, el encierro solitario se considera un castigo cruel para los humanos, pero es incluso más cruel para un animal gregario. Muy a menudo, nuestros animales de compañía son, en palabras de la autora, “esclavos del amor”.
Los perros de razas que fueron criadas para cazar o cuidar ovejas suelen sufrir el hecho de no poder seguir sus instintos. A otras razas se les dieron formas que nos agradaran, lo que a menudo supone un grave costo para el animal mismo; los bulldogs, por ejemplo, sufren diversos problemas de salud, entre ellos dificultades respiratorias, y muchos dálmatas no pueden oír, porque los genes que les dan sus apreciadas manchas también pueden causar sordera. Uno de cada cuatro perros padece ansiedad por separación, generalmente por quedar muchas horas solo en casa durante la semana laboral.
Luego están los problemas específicos que aparecen cuando la mascota de moda es algún animal más exótico. Lo de encerrar pájaros en jaulas que les impiden volar apenas merece comentario. En China hace poco hubo una manía por los titís pigmeos (también llamados “monos de bolsillo”, por su pequeñez). A veces la gente compra un único ejemplar, como novedad, pero son animales sumamente sociales, que normalmente viven en grupos, y si se los mantiene aislados sufren y mueren, sin importar cuánta atención reciban de los seres humanos.
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Incluso si se pudieran superar estos problemas, una población de animales de compañía numerosa tiene otras consecuencias. Por ejemplo, la alta demanda de cachorros llevó al surgimiento de criaderos comerciales a gran escala (donde a menudo se tiene a los perros en condiciones horribles). Ese perrito o gatito precioso que alguien compra por impulso tal vez será abandonado cuando crezca y deje de ser tan atractivo. Los gatos abandonados o con libertad para salir de casa matan pájaros y mamíferos pequeños. En un estudio se calculó que sólo en Estados Unidos, los gatos (en su mayoría sin dueño) matan entre mil y cuatro mil millones de pájaros y entre 6 y 22 000 millones de mamíferos pequeños cada año. Aunque son cifras disputadas, nadie discute que la cantidad es grande, y que en algunas áreas esto afecta la supervivencia de otras especies.
También está la contribución conjunta de los animales de compañía carnívoros al cambio climático. Según Gregory Okin, profesor de geografía en la Universidad de California en Los Ángeles, si todos los perros y gatos de Estados Unidos formaran un país aparte, sería el quinto mayor consumidor mundial de carne, sólo superado por Rusia, Brasil, Estados Unidos y China. Como la producción de carne genera gran emisión de gases de efecto invernadero, esto supone una importante contribución adicional al cambio climático. Okin sugiere que tal vez sería mejor que la gente se pase a tener mascotas herbívoras más pequeñas. (Por experiencia personal, podemos recomendar a las ratas como animales de compañía adorables y limpios que se mantienen bien con una dieta de granos.)
Si usted no tiene un animal de compañía, pero está pensando en conseguirse uno, le recomendamos que lo piense no dos, sino tres veces. Pregúntese: ¿será bueno para mí? ¿Será bueno para el animal? ¿Será bueno para el medioambiente?
Si, por otra parte, usted ya tiene un animal de compañía, pregúntese si está teniendo en cuenta sus necesidades reales (las de él o ella). Aunque usted piense que ama a ese animal incondicionalmente (y eso está bien), tal vez sepa menos de lo que cree en relación con sus necesidades y naturaleza reales. Un amor mal informado (más allá de lo buenas que sean sus intenciones) puede no ser lo que su animal de compañía necesita. Y piense también el modo de aminorar el impacto de esos animales sobre el medioambiente.
Busque más información, y no trate de obligar a los animales a ser lo que usted quiere que sean. Ellos tienen vidas propias que vivir, no existen para complacernos.
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Many Americans voted for Donald Trump last month in the hopes that the dealmaker-president would usher in a period of economic renewal that would lift businesses and workers alike. But the merits of Trump’s likely policies remain hotly debated, and his capriciousness only adds to the uncertainty. With his inauguration approaching fast, we asked PS commentators what they are watching for.
The modern Chinese political system emphasizes stability and control, qualities that enabled the country to become the world’s “ultimate producer.” But these qualities imply tight control over social norms and individual behavior, and they are far less applicable to official efforts to boost household consumption.
wonders whether the country’s political system is at odds with the values underpinning affluent societies.
PRINCETON – En Estados Unidos hay unos 184 millones de perros y gatos; dos tercios de los hogares estadounidenses incluyen algún animal, lo que popularmente se conoce como “mascotas”. Pero los defensores de los derechos de los animales consideran ese término degradante y prefieren sustituirlo con “animal de compañía”. De hecho, en muchas casas se considera a los perros o gatos miembros de la familia. Se les provee de todo lo que puedan necesitar o disfrutar, y todavía más; esto incluye costosas golosinas o vestimentas.
El gasto en animales de compañía, sólo en Estados Unidos, creció rápidamente en los últimos diez años, desde unos ya muy considerables 43 000 millones de dólares en 2008 a una cifra estimada de 72 000 millones de dólares este año. Y en todas partes se observan tendencias similares. En China, por ejemplo, se calcula que en 2015 había cien millones de perros y gatos domésticos, y en aumento.
Pero por muy grandes que estas cifras parezcan, son insignificantes en comparación con los 65 000 millones de animales que se crían cada año en todo el mundo como fuente de alimento. En general, a los animales de compañía se los trata mucho mejor que a los cerdos, las vacas y los pollos en las granjas industriales. En los países más ricos, si alguien encerrara a un perro varios meses en una jaula parecida a los establos en los que es común mantener a los cerdos en las granjas industriales, se expondría a consecuencias legales.
Sin embargo, pese a que las actitudes de la gente hacia perros y gatos son más positivas, muchos de ellos llevan vidas miserables. Los perros, a diferencia de los gatos, son animales sociales, y en general sufren el aislamiento. Como señala Karen Dawn en su libro Thanking the Monkey, el encierro solitario se considera un castigo cruel para los humanos, pero es incluso más cruel para un animal gregario. Muy a menudo, nuestros animales de compañía son, en palabras de la autora, “esclavos del amor”.
Los perros de razas que fueron criadas para cazar o cuidar ovejas suelen sufrir el hecho de no poder seguir sus instintos. A otras razas se les dieron formas que nos agradaran, lo que a menudo supone un grave costo para el animal mismo; los bulldogs, por ejemplo, sufren diversos problemas de salud, entre ellos dificultades respiratorias, y muchos dálmatas no pueden oír, porque los genes que les dan sus apreciadas manchas también pueden causar sordera. Uno de cada cuatro perros padece ansiedad por separación, generalmente por quedar muchas horas solo en casa durante la semana laboral.
Luego están los problemas específicos que aparecen cuando la mascota de moda es algún animal más exótico. Lo de encerrar pájaros en jaulas que les impiden volar apenas merece comentario. En China hace poco hubo una manía por los titís pigmeos (también llamados “monos de bolsillo”, por su pequeñez). A veces la gente compra un único ejemplar, como novedad, pero son animales sumamente sociales, que normalmente viven en grupos, y si se los mantiene aislados sufren y mueren, sin importar cuánta atención reciban de los seres humanos.
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También está la contribución conjunta de los animales de compañía carnívoros al cambio climático. Según Gregory Okin, profesor de geografía en la Universidad de California en Los Ángeles, si todos los perros y gatos de Estados Unidos formaran un país aparte, sería el quinto mayor consumidor mundial de carne, sólo superado por Rusia, Brasil, Estados Unidos y China. Como la producción de carne genera gran emisión de gases de efecto invernadero, esto supone una importante contribución adicional al cambio climático. Okin sugiere que tal vez sería mejor que la gente se pase a tener mascotas herbívoras más pequeñas. (Por experiencia personal, podemos recomendar a las ratas como animales de compañía adorables y limpios que se mantienen bien con una dieta de granos.)
Si usted no tiene un animal de compañía, pero está pensando en conseguirse uno, le recomendamos que lo piense no dos, sino tres veces. Pregúntese: ¿será bueno para mí? ¿Será bueno para el animal? ¿Será bueno para el medioambiente?
Si, por otra parte, usted ya tiene un animal de compañía, pregúntese si está teniendo en cuenta sus necesidades reales (las de él o ella). Aunque usted piense que ama a ese animal incondicionalmente (y eso está bien), tal vez sepa menos de lo que cree en relación con sus necesidades y naturaleza reales. Un amor mal informado (más allá de lo buenas que sean sus intenciones) puede no ser lo que su animal de compañía necesita. Y piense también el modo de aminorar el impacto de esos animales sobre el medioambiente.
Busque más información, y no trate de obligar a los animales a ser lo que usted quiere que sean. Ellos tienen vidas propias que vivir, no existen para complacernos.
Traducción: Esteban Flamini