WASHINGTON D. C. – Hace menos de dos años que expresiones como «aplanar la curva», «seguimiento de contactos», «distanciamiento social» y muchas otras relacionadas con la pandemia de la COVID-19 entraron al léxico y se convirtieron en parte de la comunicación cotidiana. La gente por doquier aprendió más sobre epidemiología, virología e inmunología de lo que nunca imaginaron.
Sin embargo, a pesar de la mayor atención dedicada a la salud pública, son pocos quienes pueden mencionar la principal causa de muertes en el mundo.... no es casualidad.
Las enfermedades no transmisibles (ENT) —especialmente las cardiopatías, los derrames cerebrales, el cáncer y la diabetes— causan más de 40 millones de muertes al año, ejercen presión sobre los sistemas de salud e implican significativos costos sociales y económicos, pero no atraen ni remotamente la misma atención que las enfermedades infecciosas como la COVID-19, aun cuando son, en gran medida, evitables.
Sabemos desde hace mucho que el consumo de alcohol, tabaco y dietas elevadas en grasas, sodio y azúcares aumentan la incidencia de las ENT. Pero, a pesar de ciertos avances en los últimos años (especialmente para reducir el uso del tabaco), estos factores de riesgo no reciben la atención que merecen en las discusiones en todo el mundo. Eso se debe en parte a que las empresas que fabrican, publicitan y venden estos productos tienen un impacto muy importante sobre la forma en que el público percibe las ENT.
Las tabacaleras, productoras de bebidas alcohólicas y de alimentos vienen restándole importancia desde hace mucho tiempo a los efectos de sus productos sobre la salud pública. Y desde que comenzó la pandemia usaron campañas de marketing relacionadas con la COVID-19 e iniciativas de responsabilidad social corporativa para distraer aún más la atención pública.
Un estudio realizado en 18 países entre marzo y julio de 2020 compiló más de 280 ejemplos de las formas en que Coca-Cola, McDonald’s, Nestlé y PepsiCo aprovecharon la emergencia de salud pública para promocionar productos poco saludables en poblaciones vulnerables. En Brasil, Nestlé y Danone donaron alimentos ultraprocesados a un programa gubernamental que ofrece comida a los residentes con bajos ingresos. Coca-Cola aportó sus bebidas azucaradas a cambio de paquetes de alimentos en Sudáfrica. Y el fabricante de alimentos colombiano Alpina promocionó un yogur con elevado contenido de azúcar como algo fundamental para mejorar el sistema inmunológico.
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
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De manera similar, según un informe reciente, las tabacaleras usaron actividades de responsabilidad social corporativa relacionadas con la pandemia para ampliar su llegada a los funcionarios gubernamentales de alto rango y reparar su imagen pública. En un audaz ejemplo, Philip Morris International donó respiradores a hospitales en Grecia y Ucrania.
La incoherencia de un sistema que trabaja codo a codo con algunos de los mayores causantes de ENT mientras trata de responder a la COVID-19 debiera producir indignación generalizada, pero esas actividades pasaron en gran medida desapercibidas y no generaron comentarios.
Es cierto que en algunos casos las corporaciones entregaron bienes o servicios que los gobiernos no proveyeron, pero la incapacidad del Estado para cubrir esas falencias no debiera permitir que las corporaciones tapen los daños que causan. Cuando las grandes tabacaleras o productoras de alimentos influyen sobre los gobiernos con donaciones de alimentos o equipos médicos y otras iniciativas de buena voluntad con alto perfil, los esfuerzos de salud pública para combatir las ENT resultan inútiles.
La Organización Mundial de la Salud documentó recientemente la contribución de las corporaciones a los problemas de salud y el aumento de la desigualdad en el mundo. Para abordar la pandemia de ENT hay que regular estrictamente su influencia en la creación de políticas. Los gobiernos deben cumplir su obligación de proteger a los ciudadanos frente a las actividades perjudiciales de terceros (incluidas las tabacaleras y empresas multinacionales productoras de bebidas y alimentos). No controlar esas actividades corporativas implica violar el fundamental derecho humano a la salud de sus ciudadanos.
La experiencia de las grandes tabacaleras ofrece ejemplos de la manera en que la comunidad internacional puede lidiar con la interferencia del sector en la salud pública. Después de la adopción del Convenio Marco para el Control del Tabaco, que entró en vigencia en 2005, los gobiernos en todo el mundo reconocieron que el sector había realizado actividades concertadas para socavar y trastocar los esfuerzos para controlar el consumo de tabaco, y algunos países adoptaron medidas para ocuparse del problema.
A la luz de las tácticas que aplicaron las corporaciones durante la pandemia de COVID-19, debemos adoptar medidas legales para evitar la normalización de actividades que, disfrazadas de muestras de «responsabilidad social», ofrecen beneficios a corto plazo a las comunidades a expensas de su salud pública. Los gobiernos no solo deben garantizar que el público sea consciente de los daños que causan el tabaco, el alcohol y los alimentos poco saludables, además deben establecer medidas para limitar las interacciones de los responsables de las políticas con esas industrias.
Como dijo recientemente el director general de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus, «si el tabaco fuera un virus, hace mucho lo hubiéramos calificado de pandemia y el mundo hubiera destinado todos sus recursos a ponerle freno. En lugar de eso, tenemos un negocio de varios miles de millones de dólares que lucra con la muerte y la enfermedad». Su comentario aplica en igual medida a otros productos que contribuyen a las ENT.
Los gobiernos deben tomar acciones contundentes para contrarrestar el papel del sector privado en el debilitamiento de la salud pública. Aun cuando las corporaciones se ofrecen a ayudar a una comunidad, los funcionarios deben asegurarse de que esa asistencia no solucione los problemas creando otros nuevos.
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Less than two months into his second presidency, Donald Trump has imposed sweeping tariffs on America’s three largest trading partners, with much more to come. This strategy not only lacks any credible theoretical foundations; it is putting the US on a path toward irrevocable economic and geopolitical decline.
Today's profound global uncertainty is not some accident of history or consequence of values-free technologies. Rather, it reflects the will of rival great powers that continue to ignore the seminal economic and social changes underway in other parts of the world.
explains how Malaysia and other middle powers are navigating increasingly uncertain geopolitical terrain.
WASHINGTON D. C. – Hace menos de dos años que expresiones como «aplanar la curva», «seguimiento de contactos», «distanciamiento social» y muchas otras relacionadas con la pandemia de la COVID-19 entraron al léxico y se convirtieron en parte de la comunicación cotidiana. La gente por doquier aprendió más sobre epidemiología, virología e inmunología de lo que nunca imaginaron.
Sin embargo, a pesar de la mayor atención dedicada a la salud pública, son pocos quienes pueden mencionar la principal causa de muertes en el mundo.... no es casualidad.
Las enfermedades no transmisibles (ENT) —especialmente las cardiopatías, los derrames cerebrales, el cáncer y la diabetes— causan más de 40 millones de muertes al año, ejercen presión sobre los sistemas de salud e implican significativos costos sociales y económicos, pero no atraen ni remotamente la misma atención que las enfermedades infecciosas como la COVID-19, aun cuando son, en gran medida, evitables.
Sabemos desde hace mucho que el consumo de alcohol, tabaco y dietas elevadas en grasas, sodio y azúcares aumentan la incidencia de las ENT. Pero, a pesar de ciertos avances en los últimos años (especialmente para reducir el uso del tabaco), estos factores de riesgo no reciben la atención que merecen en las discusiones en todo el mundo. Eso se debe en parte a que las empresas que fabrican, publicitan y venden estos productos tienen un impacto muy importante sobre la forma en que el público percibe las ENT.
Las tabacaleras, productoras de bebidas alcohólicas y de alimentos vienen restándole importancia desde hace mucho tiempo a los efectos de sus productos sobre la salud pública. Y desde que comenzó la pandemia usaron campañas de marketing relacionadas con la COVID-19 e iniciativas de responsabilidad social corporativa para distraer aún más la atención pública.
Un estudio realizado en 18 países entre marzo y julio de 2020 compiló más de 280 ejemplos de las formas en que Coca-Cola, McDonald’s, Nestlé y PepsiCo aprovecharon la emergencia de salud pública para promocionar productos poco saludables en poblaciones vulnerables. En Brasil, Nestlé y Danone donaron alimentos ultraprocesados a un programa gubernamental que ofrece comida a los residentes con bajos ingresos. Coca-Cola aportó sus bebidas azucaradas a cambio de paquetes de alimentos en Sudáfrica. Y el fabricante de alimentos colombiano Alpina promocionó un yogur con elevado contenido de azúcar como algo fundamental para mejorar el sistema inmunológico.
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De manera similar, según un informe reciente, las tabacaleras usaron actividades de responsabilidad social corporativa relacionadas con la pandemia para ampliar su llegada a los funcionarios gubernamentales de alto rango y reparar su imagen pública. En un audaz ejemplo, Philip Morris International donó respiradores a hospitales en Grecia y Ucrania.
La incoherencia de un sistema que trabaja codo a codo con algunos de los mayores causantes de ENT mientras trata de responder a la COVID-19 debiera producir indignación generalizada, pero esas actividades pasaron en gran medida desapercibidas y no generaron comentarios.
Es cierto que en algunos casos las corporaciones entregaron bienes o servicios que los gobiernos no proveyeron, pero la incapacidad del Estado para cubrir esas falencias no debiera permitir que las corporaciones tapen los daños que causan. Cuando las grandes tabacaleras o productoras de alimentos influyen sobre los gobiernos con donaciones de alimentos o equipos médicos y otras iniciativas de buena voluntad con alto perfil, los esfuerzos de salud pública para combatir las ENT resultan inútiles.
La Organización Mundial de la Salud documentó recientemente la contribución de las corporaciones a los problemas de salud y el aumento de la desigualdad en el mundo. Para abordar la pandemia de ENT hay que regular estrictamente su influencia en la creación de políticas. Los gobiernos deben cumplir su obligación de proteger a los ciudadanos frente a las actividades perjudiciales de terceros (incluidas las tabacaleras y empresas multinacionales productoras de bebidas y alimentos). No controlar esas actividades corporativas implica violar el fundamental derecho humano a la salud de sus ciudadanos.
La experiencia de las grandes tabacaleras ofrece ejemplos de la manera en que la comunidad internacional puede lidiar con la interferencia del sector en la salud pública. Después de la adopción del Convenio Marco para el Control del Tabaco, que entró en vigencia en 2005, los gobiernos en todo el mundo reconocieron que el sector había realizado actividades concertadas para socavar y trastocar los esfuerzos para controlar el consumo de tabaco, y algunos países adoptaron medidas para ocuparse del problema.
A la luz de las tácticas que aplicaron las corporaciones durante la pandemia de COVID-19, debemos adoptar medidas legales para evitar la normalización de actividades que, disfrazadas de muestras de «responsabilidad social», ofrecen beneficios a corto plazo a las comunidades a expensas de su salud pública. Los gobiernos no solo deben garantizar que el público sea consciente de los daños que causan el tabaco, el alcohol y los alimentos poco saludables, además deben establecer medidas para limitar las interacciones de los responsables de las políticas con esas industrias.
Como dijo recientemente el director general de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus, «si el tabaco fuera un virus, hace mucho lo hubiéramos calificado de pandemia y el mundo hubiera destinado todos sus recursos a ponerle freno. En lugar de eso, tenemos un negocio de varios miles de millones de dólares que lucra con la muerte y la enfermedad». Su comentario aplica en igual medida a otros productos que contribuyen a las ENT.
Los gobiernos deben tomar acciones contundentes para contrarrestar el papel del sector privado en el debilitamiento de la salud pública. Aun cuando las corporaciones se ofrecen a ayudar a una comunidad, los funcionarios deben asegurarse de que esa asistencia no solucione los problemas creando otros nuevos.
Traducción al español por Ant-Translation