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Recuperar la prosperidad

NUEVA YORK – En tanto el descontento público obliga a un reacomodamiento político en la mayoría de las economías desarrolladas, el contrato social que une a mercados, estados y ciudadanos se está reinventando. Por cierto, la furia y la alienación de hoy presentan una oportunidad para resolver las grietas en los cimientos económicos de nuestras sociedades, empezando por Estados Unidos.

La actividad comercial se está digitalizando rápidamente y a escala, lo que sugiere que las empresas más grandes y más exitosas en el sector de la tecnología –desde Amazon hasta Zoom- seguirán siendo fuerzas de mercado dominantes en el futuro previsible. Sin embargo, mientras que los inversores en estas empresas de rápido crecimiento han obtenido ganancias financieras significativas, los demás, en su mayoría, no lo hicieron. Las principales empresas tecnológicas no sólo no crearon valor para muchas de sus partes interesadas, sino que tampoco contribuyeron al crecimiento económico general de Estados Unidos.

Por cierto, ahora que todos se han adaptado a los efectos de la pandemia del COVID-19, muchos líderes empresariales han virado de nuevo su foco a las ganancias trimestrales y a los precios de las acciones. Este mes, Microsoft, la segunda compañía pública mejor valuada del mundo, anunció un plan de recompra de acciones y aumento de dividendos de 60.000 millones de dólares. Por otro lado, se habló muy poco de lo que los equipos directivos podrían hacer para crear valor de largo plazo para accionistas y partes interesadas por igual.

Un cúmulo de evidencia, presentada por el Fondo Monetario Internacional y muchos otros, sugiere que las Grandes Tecnológicas están sofocando la innovación a través de sus estrategias de adquisición y sus prácticas competitivas. Si uno cree, como creemos nosotros, que el crecimiento económico se basa en la innovación, entonces debe apoyar una acción urgente para resolver este problema.

Más allá de las diversas propuestas legislativas para desarticular a las Grandes Tecnológicas, hay algunos pasos simples que el flamante presidente de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, Gary Gensler, puede dar para garantizar la responsabilidad corporativa entre las empresas tecnológicas, y para alentar compromisos sostenidos con la innovación para un beneficio compartido de Estados Unidos.

Primero, la Comisión de Bolsa y Valores (SEC por su sigla en inglés) puede y debe exigir que todas las empresas públicas en Estados Unidos divulguen claramente cuánto invierten en investigación y desarrollo. Según los patrones contables vigentes desde hace décadas, esta categoría incluye sólo aquellas actividades destinadas específicamente a desarrollar nuevos productos, servicios o procesos, o a realizar mejoras importantes de productos, servicios o procesos existentes. Está expresamente prohibido que las “alteraciones de rutina o periódicas” pequeñas e incrementales califiquen como I&D.

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Sin embargo, en detrimento social y económico del país, varios de los gigantes de Silicon Valley de hoy han agrupado esas alteraciones menores en sus partidas de gastos de I&D. Dado que las compañías tecnológicas más grandes tienen un porcentaje importante y cada vez mayor de la torta económica, la transparencia sobre cuánto están invirtiendo en innovación genuina está plenamente garantizada. 

Segundo, la SEC debería volver a los informes semestrales, un cambio que está pendiente desde hace mucho tiempo. La investigación sugiere que hay costos elevados asociados con las divulgaciones trimestrales que todas las empresas públicas realizan hoy en día. La formación de un mercado de capital en el que los equipos directivos deben ofrecer constantemente una orientación de rentabilidad ha fomentado una mentalidad cortoplacista con consecuencias económicas adversas y de amplio alcance.

El cortoplacismo ha afectado la capacidad de los gerentes de hacer inversiones sustanciales de largo plazo, ha acortado el mandato promedio de los CEO y ha reducido la capacidad de los gerentes de tomar decisiones que pueden ser cruciales para la competitividad de Estados Unidos en la economía global. Del mismo modo, sobrecargar a las pequeñas empresas públicas –la base sobre la cual se construye la economía- con costos de información repetitivos y sustanciales desvía recursos y así impide una inversión orientada al crecimiento.

Más allá de estas reformas para alentar el cambio desde arriba, la pandemia ha creado una oportunidad para revitalizar la innovación de base. Este otoño, millones de estudiantes norteamericanos han regresado a las aulas, algunos por primera vez en más de un año. Como los gobiernos estatales dependen del financiamiento federal para seguir educando a los jóvenes del país, tenemos una oportunidad única de generar un cambio fundamental en el suministro de servicios educativos a nivel local.

Los economistas, intelectuales, empresarios y políticos comparten una insatisfacción general con el desempeño educativo de Estados Unidos en relación a sus pares. En particular, las escuelas estadounidenses evidentemente no han sabido alimentar la creatividad, la toma de riesgo y la búsqueda de desafíos en los jóvenes de hoy. Estos valores desempeñaron un papel seminal en el desarrollo nacional de Estados Unidos y se los debería inculcar a los estudiantes en su regreso a las aulas.

Los últimos 18 meses han generado alteraciones, pero también oportunidades para un cambio positivo. El sistema capitalista de Estados Unidos necesitará adaptarse al nuevo mundo. Eso significa, por empezar, volver a centrar la conversación económica en torno a las partes interesadas y nuestro futuro compartido. El retorno a las aulas y a los predios universitarios debería ser una ocasión para retomar una educación que celebre los valores centrales y esenciales de Estados Unidos que ayudaron al país a convertirse en un éxito sin precedentes.

Cuando miramos el futuro después de la pandemia, debemos focalizarnos en fortalecer nuestras instituciones y revitalizar nuestra cultura. Con ese objetivo, apuntalar los cimientos intelectuales de la próxima generación y ofrecerles a las corporaciones flexibilidad para innovar son apenas dos medidas que se pueden tomar hoy. A partir de allí, puede haber muchas más. Si bien los desafíos sociales, financieros y políticos de Estados Unidos siguen siendo más crudos que nunca, podemos hacer un gran esfuerzo en pos de un renacimiento de los valores e instituciones que necesitamos.

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