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El agua y el alto precio de la mala economía

LONDON – Casi 30 años después de las negociaciones globales para abordar el cambio climático, los esfuerzos para controlar el problema están rezagados, lo que refleja un progreso estancado hacia la creación de una trayectoria sostenible en términos más amplios. Cada año de retraso aumenta la urgencia del problema y la necesidad de mantener la resiliencia de la Tierra contra los efectos más graves del calentamiento global.

Han pasado 17 años desde que el Informe Stern alertó al mundo sobre los costos de la inacción ante el cambio climático, y dos años desde que el Informe Dasgupta hizo lo mismo con respecto a la biodiversidad y los fundamentos ecológicos de nuestras economías. Ahora está surgiendo un consenso de expertos similar en torno a la seguridad hídrica. Pero la mayoría de los países todavía no parecen entender que descuidar el agua podría deshacer el progreso logrado en otros frentes. Nos enfrentamos a una crisis mundial del agua que merece el mismo nivel de atención, ambición y acción que las crisis climática y de biodiversidad.

Los vínculos entre las crisis climática, de biodiversidad y de agua apuntan a una cuestión fundamental: nuestras economías se basan en una economía defectuosa. El pensamiento económico actual nos lleva a considerar sólo los beneficios del saqueo del planeta, e ignora externalidades como el daño ambiental. Esta mala contabilidad nos hace parecer más ricos cuando en realidad nos estamos volviendo más pobres, agotando las fuentes de nuestro bienestar a costa de las generaciones futuras.

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