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Una receta para una política económica y fiscal más saludable

CIUDAD DE MÉXICO – La salud de la población es a la vez causa y resultado del crecimiento económico y del desarrollo. Pero hoy, para alcanzar esos objetivos es necesario que las autoridades salgan de su zona de confort. En concreto, la nueva generación de crisis globales (que incluye pandemias, el cambio climático y el aumento del hambre) demanda una reconsideración fundamental del papel del ministerio de finanzas.

Sabemos de qué hablamos. Como ex ministros de finanzas, creemos que las políticas macroeconómicas hoy demandan mucho más diálogo con los otros ministerios. En particular, la cartera de finanzas tiene que ser más capaz de evaluar los efectos económicos potenciales de las amenazas sanitarias, llevar adelante una política tributaria que colabore con la salud pública y tomar decisiones presupuestarias y regulatorias que no tengan en cuenta solamente la situación inmediata de las finanzas públicas. De lo contrario, la próxima crisis sanitaria y económica nos encontrará mal preparados.

Las devastadoras consecuencias económicas de la pandemia de COVID‑19 han mostrado por qué los ministros de finanzas deben anticipar la respuesta a los riesgos sanitarios globales. Se estima que la pandemia matará a más de quince millones de personas y restará más de doce billones de dólares al PIB global de aquí a 2024. Medidas de confinamiento que hace unos pocos años hubieran sido inimaginables provocaron cierres de escuelas y universidades que afectaron a más de 1500 millones de estudiantes, lo que traerá consecuencias graves y duraderas para una generación de niños y adultos jóvenes (sobre todo aquellos sin acceso eficaz a la escolarización hogareña).

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