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La pobreza como injusticia

NUEVA YORK – En buena parte del mundo, hay inquietud por la diferencia abismal de salarios que padecen los más desfavorecidos y las muchas víctimas de la discriminación racial y de género. Dejando a un lado los créditos fiscales para madres solteras con ingresos bajos, que proveen ayuda y contribuyen al desarrollo de sus hijos, subsisten entre los trabajadores signos de pobreza: malnutrición, deficiencias sanitarias y abuso de sustancias.

Menos comprendido es el hecho de que muchos trabajadores de bajos ingresos a menudo deben dejar pasar ocasiones de empleo significativo por estar mal remunerado. Y sin un «buen empleo», estos trabajadores no pueden tener una «buena vida». Estas situaciones, en particular en las economías avanzadas, son una señal inquietante de que algo anda mal: el problema no es la «desigualdad», sino un alto grado de injusticia.

La tendencia declinante en la retribución del trabajo y de la actividad empresarial genera un amplio malestar social. De los años setenta a esta parte, ha habido una pérdida generalizada de satisfacción laboral, y el salario real prácticamente ha dejado de crecer en Estados Unidos, y luego en el Reino Unido, Francia y tal vez partes de Alemania y otros países. Además, el tipo de interés real se redujo a casi cero. Un factor subyacente es la falta de innovación. Es evidente que hay alguna falla desatendida en el mecanismo de satisfacción de las personas.

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