chinese investor investment map MARK RALSTON/AFP/Getty Images

La conmoción china que se avecina

CAMBRIDGE – En septiembre de 2018, sostuvimos que la política exterior y la política económica de China iban contra las “leyes” de la economía y la geopolítica; y, emitimos una advertencia sobre que dicha situación no podría durar. Desde entonces, nuestra evaluación ha sido corroborada, y nuestras preocupaciones se han profundizado.

Hasta hace poco, China había sido capaz de seguir un camino de desarrollo único, gracias al control de largo alcance que el gobierno ejercía sobre la economía (y, sobre la sociedad en general). Sin embargo, esos días quedaron en el pasado. Las deudas internas del país se acumulan, llegando a niveles insostenibles, y los niveles de inversión interna han pasado el punto de rendimientos decrecientes y viran hacia territorio negativo.

Además, la estrategia de China dirigida a fomentar las exportaciones, promover “campeones industriales nacionales” y expropiar tecnología extranjera ha cruzado el umbral de lo que Occidente, especialmente Estados Unidos, está dispuesto a tolerar. La iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda del presidente chino, Xi Jinping, muestra todas las señales de constituirse en una estrategia de expansión imperial. Los préstamos de la mencionada iniciativa no sólo superan con creces la capacidad de endeudamiento de los gobiernos participantes, sino que los términos de los préstamos se han tornado cada vez en más onerosos, incluso llegando a ser verdaderamente usureros, tal como señaló recientemente Ricardo Hausmann, académico de la Universidad de Harvard.

En septiembre pasado, consideramos que era inevitable cierta discontinuidad en el desempeño económico de China. Dijimos que incluso en el caso de que el país no estuviese encaminado hacia una crisis plena, nosotros creíamos, casi con total seguridad, que China experimentaría una combinación de crecimiento en desaceleración rápida y un tipo de cambio en fuerte depreciación.

Desde ese entonces, hoy dicho pronóstico se tornó aun en más probable. Debido a la disminución en el crecimiento de la economía mundial y en las exportaciones, la economía de China está en camino a desacelerarse aún más en relación con el crecimiento del 6,4% registrado en el cuarto trimestre de 2018. El promedio de dos dígitos alcanzado desde los años 80 hasta hace poco nunca ha parecido estar más distante.

En respuesta a la actual desaceleración mundial, el gobierno chino ha decidido aflojar las restricciones impuestas al endeudamiento privado y público. Pero, esto sólo agravará la deuda del país y los problemas de sobreinversión. O, como dice un famoso proverbio chino, es similar a “beber veneno para saciar la sed”.

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Aun si estos acontecimientos macro no se hubiesen desarrollado, nunca iba a durar para siempre la desafiante oposición de China a recomendaciones bien fundadas provenientes de la economía del desarrollo. Los economistas Douglass North, Daron Acemoglu, y James A. Robinson han demostrado que el desarrollo económico a largo plazo tiende a depender de instituciones estatales sólidas y sistemas políticos abiertos, porque estos son necesarios para fomentar la competencia, la confianza de los inversores, el dinamismo y la innovación.

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En el cuadro anterior, la línea con pendiente ascendente representa la relación positiva entre el desarrollo político y económico. Al constituirse en la notable excepción a una relación que sin dicha excepción sería muy sólida, China desde tiempo atrás ha planteado un problema para esta teoría. Con su sistema político cerrado, no debería ser un país tan rico como lo es.

En las décadas de 1990 y 2000, Occidente apostó a que China dejaría de ser una excepción y daría un giro hacia la normalidad al adoptar instituciones políticas más abiertas y democráticas (como indica la flecha azul punteada). Actuando de manera práctica, se tradujo esa apuesta en políticas occidentales dirigidas a facilitar el ascenso de China y en decisiones de las empresas estadounidenses que estaban dirigidas a transferir capacidad de fabricación a este país.

Sin embargo, bajo el liderazgo de Xi, China se tornó en menos abierta (como lo muestra la flecha roja). Y, como indica Nicholas Lardy, académico del Peterson Institute for International Economics, en un nuevo libro, la economía china dejó de lado el modelo de crecimiento impulsado por el sector privado y retornó al modelo de capitalismo de Estado.

En otras palabras, los cambios políticos y económicos sistémicos están haciendo que China se constituya inclusive en una mayor excepción, lo que aumenta las probabilidades de que su regreso a la normalidad se produzca en forma de un brusco deterioro en su desempeño económico (la flecha negra punteada hacia abajo). No se sabe exactamente cuándo ocurrirá esa corrección. No obstante, cuanto más desafía China a las reglas del desarrollo económico, dicha corrección se hace cada vez más probable.

Desafortunadamente, cualquier discontinuidad en el desempeño económico de China tendría un efecto sísmico en el resto del mundo, ya que conduciría a un debilitamiento significativo del renminbi. De hecho, la propia China podría diseñar una depreciación de su moneda para promover sus exportaciones y amortiguar la inevitable caída de la demanda interna, especialmente con respecto a su componente de inversión.

Tal escenario tendría un impacto similar a un tsunami en las monedas globales. Otros países asiáticos importantes responderían devaluando sus propias monedas para mantener su competitividad; y, Europa y Estados Unidos experimentarán una deflación brusca a medida que sus monedas se fortalezcan del mismo modo.

Para hacer una comparación histórica, considere lo que ocurrió en la década de 1930: el dólar estadounidense y la libra esterlina británica se depreciaron en alrededor del 40% en el transcurso de cuatro años, mientras que las monedas de Francia y Alemania se mantuvieron, en general, estables (reguladas según el patrón oro). Al igual que Estados Unidos y Gran Bretaña en 1929, justo antes de la Gran Depresión, hoy en día las principales economías asiáticas que se verían afectadas por una conmoción monetaria china representan alrededor del 30% del comercio mundial.

Para empeorar las cosas, el comercio es mucho más importante para la economía mundial en la actualidad que hace 90 años. En el año 2017, las exportaciones de mercancías dieron cuenta de entre el 20 al 25% del PIB global, en comparación con sólo el 8% en 1929. Eso significa que una depreciación en las monedas asiáticas tendría un impacto global significativamente mayor que la devaluación del dólar/libra esterlina de la década de 1930. Por lo tanto, una conmoción en China potencialmente podría eclipsar a la competencia de depreciaciones de monedas que tuvo lugar a principios de la década de 1930, uno de los períodos económicos más oscuros registrados en los anales de la historia.

De una forma u otra, la continua oposición de China a las “leyes” de la macroeconomía, la geopolítica y el desarrollo económico apresurará su inevitable regreso a la normalidad. Cuando eso suceda, lo mejor será que el mundo ya se encuentre bien preparado para enfrentar ese momento.

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

https://prosyn.org/O7rlbiZes