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El nuevo-antiguo sesgo inflacionario de los bancos centrales

CAMBRIDGE – Si uno escucha a los banqueros centrales, podría pensar que el brote reciente de inflación elevada fue simplemente un error de pronóstico post pandemia excusable cometido en condiciones de incertidumbre extrema. Pero si bien este discurso hoy prevalece en los mercados y en la prensa financiera, supone un nivel de independencia del banco central que resulta poco realista en el contexto económico y político volátil de hoy. Y aun si los bancos centrales logran que la inflación vuelva a bajar al 2% en un futuro previsible, la posibilidad de otra alza inflacionaria dentro de los próximos 5-7 años ha aumentado significativamente.

Esto no quiere decir que los banqueros centrales individuales sean poco fiables. El problema es que la mayoría de los bancos centrales no son tan independientes como muchos piensan. En un contexto global marcado por polarización política, cargas de deuda gubernamental onerosas, tensiones geopolíticas y desglobalización, la autonomía de los bancos centrales no puede ser absoluta. Por su condición de tecnócratas no electos, los banqueros centrales pueden tener una independencia operacional de corto alcance, pero los gobiernos, en definitiva, controlan los nombramientos y supervisan los presupuestos. En muchos países, el gobierno hasta tiene el poder de restablecer los mandatos monetarios.

Los economistas que consumen la pócima de metas explícitas de inflación de los bancos centrales y consideran que los acuerdos existentes son sacrosantos no reconocen que la idea de que la independencia del banco central puede ayudar a controlar la inflación tiene apenas cuarenta años. Si bien Finn Kydland y Edward Prescott recibieron merecidamente el Premio Nobel de Economía en 2004 por desarrollar una teoría del sesgo inflacionario en la política monetaria, la solución que propusieron -instruir simplemente a los bancos centrales a seguir lineamientos específicos- era bastante ingenua. Lo mismo podría decirse de los regímenes modernos de metas explícitas de inflación o la llamada regla de Taylor

El problema es que las reglas simples inevitablemente tropiezan con períodos en los que funcionan muy mal y es necesario revisarlas minuciosamente. Esto ocurrió, por ejemplo, después de la crisis financiera global cuando la percepción de los banqueros centrales de lo que constituía una tasa de política restrictiva cambió drásticamente; ahora parece estar sucediendo lo mismo. En estos períodos clave, los bancos centrales son extremadamente vulnerables a la presión política.

Por cierto, la pandemia del COVID-19 volvió a traer a primer plano fuerzas políticas y económicas que estaban dormidas desde hacía mucho tiempo. Como sostengo en un documento reciente que elaboré junto con Hassan Afrouzi, Marina Halac y Pierre Yared, es poco probable que estas fuerzas desaparezcan en lo inmediato. Si bien el período post pandemia se ha caracterizado por una mayor incertidumbre, que hizo que resultara difícil predecir las tendencias macroeconómicas, es ahí precisamente cuando los bancos centrales tienden a preferir el riesgo de una inflación elevada que de una recesión masiva. Después de todo, a la gente puede no gustarle la inflación, pero mucho menos le gustan las recesiones profundas y las crisis financieras.

En tanto las tensiones geopolíticas se intensifican y el crecimiento global se desacelera, es probable que la incertidumbre económica se mantenga alta. Esto se debe en parte a que, a pesar de sus bombos y platillos, los “nuevos modelos keynesianos” de pronóstico se basan esencialmente en la extrapolación. En otras palabas, tienen un buen desempeño en condiciones estables, pero suelen fallar a la hora de predecir puntos de inflexión importantes. En esos momentos cruciales, cuando los bancos centrales son particularmente vulnerables a las presiones políticas, por lo general es mucho más productivo buscar paralelos históricos o considerar las experiencias de otros países.

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Sin duda, las alzas inflacionarias no suceden todos los años. Pero otro brote de inflación podría ocurrir antes de lo que esperan los mercados. Frente a incertidumbres económicas, los bancos centrales tal vez no apunten a la inflación elevada. Probablemente ajusten sus políticas de tasas de interés de manera tal que ese desenlace sea más probable que una recesión profunda o una crisis financiera.

A pesar de que los economistas lo conocen muy bien, este sesgo inflacionario no ha sido reconocido por los mercados financieros, quizá porque los mensajes de los bancos centrales se han vuelto excepcionalmente efectivos en las últimas décadas. Los banqueros centrales entienden que, apenas los mercados dudan de sus intenciones, las tasas de interés rápidamente reflejan expectativas crecientes de inflación. De todos modos, es poco probable que este entendimiento los ayude a resistir las presiones de los políticos, que muchas veces se centran exclusivamente en la próxima elección y pueden priorizar otras cuestiones por sobre la estabilización de la inflación a corto plazo.

Aunque los gobiernos puedan emprender varias acciones para mejorar la independencia del banco central, este tipo de medidas son improbables en el contexto populista actual. En lugar de garantizar que la inflación se mantenga en el rango objetivo, los bancos centrales están cada vez más presionados para ocuparse de cuestiones para las que no tienen las herramientas, la experiencia o la legitimidad política necesarias, tales como la desigualdad, el cambio climático y la justicia social.

Los banqueros centrales, sin duda, apuntan a alcanzar sus metas de inflación, pero siempre deben estar alertas a sus amos políticos. Para mantener su independencia bajo una creciente presión, los bancos centrales necesitarán ser flexibles y, ocasionalmente, hacer concesiones, lo que podría llevar a una reiteración del alza inflacionaria post pandemia dentro de los próximos diez años. En consecuencia, los inversores realistas deberían entender que, aún si los bancos centrales logran frenar la inflación elevada hoy, es posible que regrese antes de lo que predicen actualmente la mayoría de los pronósticos.

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