EDIMBURGO – Tras anunciar su intención de retirar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud, el presidente Donald Trump ha dado indicios de estar dispuesto a reconsiderarlo. Lo que está en juego es uno de los temas favoritos de Trump: la reciprocidad y la justicia en el reparto de los costos. Considera que China contribuye muy poco y ejerce demasiada influencia sobre la OMS.
Al señalar la importancia de un reparto equitativo de costos, Trump no se equivoca. De hecho, la OMS ya ha puesto en práctica medidas sugeridas por sus estados miembros para resolver este desequilibrio. En la actualidad, sólo el 26% del presupuesto de la OMS procede de las «contribuciones señaladas», una especie de cuota social cuyo cálculo depende de los porcentajes de PIB y población de cada país respecto del mundo (un sistema que también usan las fuerzas de paz de Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial). Pero está en marcha un proceso por el que en 2031 los estados miembros financiarán al menos el 50% del presupuesto principal de la OMS sobre la base del tamaño económico y poblacional.
Con la fórmula actual, el aporte de Estados Unidos se limita al 22% de las contribuciones señaladas, a pesar de que su economía constituye el 26% del PIB mundial. China paga el 15%, y conforme crezca su participación en el PIB mundial, esa cifra aumentará.
Cuanto más se financie la OMS con contribuciones señaladas, más tendrán que aportar China, la India, los petroestados del Golfo y varios países de Europa Central, de modo tal que cada país aporte lo que le corresponde. Por supuesto, la generosidad de Estados Unidos ha llevado a su gobierno a hacer aportes que exceden la cuota normal de los estados miembros y lo convierten en principal donante de la OMS. En cuanto a China, hoy aporta poco más de lo requerido, pero se prevé que esto también cambie en los próximos años.
Otros motivos de preocupación para Trump son la influencia de China en la OMS y la forma en que el país gestionó la pandemia de COVID‑19. El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, comparte algunas de esas preocupaciones. Ha pedido más de una vez a China que investigue y revele lo sucedido en Wuhan hace cinco años, y se ha hecho blanco de sus críticas al insistir, con razón, en que mientras eso no ocurra, ninguna hipótesis sobre el origen del virus estará descartada.
Irónicamente, dado el torrente de falsedades al respecto, el acuerdo sobre pandemias que se está negociando en la OMS mejoraría la coordinación sanitaria internacional y evitaría que se repitan fallos similares. Si el instrumento propuesto y la normativa sanitaria internacional actualizada exigieran una notificación más temprana, un intercambio total de información y una respuesta más rápida a las amenazas sanitarias, nos ahorraríamos repetir los errores del pasado. Pero si Estados Unidos abandona la OMS, perderá toda influencia sobre las negociaciones, mientras que valiéndose de su peso dentro de la organización, la administración Trump podría lograr que se llegue a un acuerdo aceptable para Estados Unidos.
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
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Trump también quiere ver reformas demostrables en la OMS. Esto implica una descentralización que confiera más autoridad a las oficinas nacionales y regionales frente a lo que en su opinión es un exceso de burocracia de la sede de Ginebra. También implica evitar la acumulación de objetivos que suele surgir de los pedidos de los estados miembros y la provisión de fondos con destino prefijado para priorizar proyectos nacionales. La OMS debe demostrar que avanza en ambas cuestiones de forma transparente.
De hecho, todos los estados miembros han pedido reformas (las mencionadas y otras) que mejoren el desempeño, la rendición de cuentas y la transparencia de la organización, como condición para aumentar el porcentaje de financiación derivado de las contribuciones señaladas. Quieren garantías de que el dinero se gastará de forma eficiente, con resultados dentro de plazos razonables y controles internos plenamente operativos.
La OMS ya ha hecho importantes avances. De hecho, Tedros ha puesto en marcha un ambicioso plan para transformar la organización, que incluye ampliar y reforzar la autoridad de las oficinas nacionales. Además, en respuesta a las recomendaciones del Grupo de Tareas Versátil de los Estados Miembros, y siguiendo el plan complementario de implementación de reformas de la secretaría de la organización, la OMS ha aumentado la transparencia y la rendición de cuentas. Ha mejorado los sistemas de control interno y desarrollado un proceso de diseño y ejecución de presupuestos por programas con más participación de los estados miembros y mejoras en la asignación de recursos, el seguimiento y la presentación de informes. También ha sido prioridad bajo la dirección de Tedros poner en práctica sistemas de prevención y respuesta frente a abusos sexuales y conductas indebidas.
Y sobre todo, el propio Tedros ha tomado la iniciativa de resistir la tendencia natural de la Asamblea Mundial de la Salud (el órgano decisorio de la OMS) a votar por la creación de nuevas prioridades y áreas de trabajo. Esto ha puesto un límite a la práctica de los países de crear partidas reservadas para proyectos específicos, algo que diluye la finalidad y el poder de la OMS.
Vivimos en una era de desplazamientos masivos, urbanización creciente, ganadería industrial e invasión humana de hábitats silvestres, y hoy la OMS es incluso más necesaria que en la década de 1850, cuando en respuesta a un brote de cólera, se celebró la primera conferencia sanitaria internacional formal. La contención de las enfermedades contagiosas obliga a aumentar la vigilancia y la cooperación transfronteriza.
El último medio siglo ha demostrado lo que se puede lograr con la cooperación: se ha erradicado la viruela, falta poco para lograr lo mismo con la poliomielitis y muchas enfermedades tropicales, y las muertes relacionadas con el VIH han disminuido casi un 70%. Pero estos avances se volverán endebles si los países optan por actuar en solitario.
Por eso, para dar garantías a la administración Trump y a otros gobiernos, como el argentino, que amenazan con abandonar la organización, sería recomendable que un grupo de dirigentes prestigiosos, en representación de todos los continentes, se reúna con un funcionario estadounidense de alto nivel, para mostrar de qué manera una OMS reformada puede ofrecer un servicio mejorado a la comunidad internacional (a Estados Unidos y al resto del mundo) ahora y en el futuro. Nos debemos a nosotros mismos y a las generaciones futuras hacer todo lo que esté a nuestro alcance para tener la mejor cooperación sanitaria mundial posible. No debemos olvidar las enseñanzas sanitarias que hemos aprendido, desde el cólera hasta la COVID: nadie está a salvo hasta que todos lo estén.
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US President Donald Trump’s import tariffs have triggered a wave of retaliatory measures, setting off a trade war with key partners and raising fears of a global downturn. But while Trump’s protectionism and erratic policy shifts could have far-reaching implications, the greatest victim is likely to be the United States itself.
warns that the new administration’s protectionism resembles the strategy many developing countries once tried.
It took a pandemic and the threat of war to get Germany to dispense with the two taboos – against debt and monetary financing of budgets – that have strangled its governments for decades. Now, it must join the rest of Europe in offering a positive vision of self-sufficiency and an “anti-fascist economic policy.”
welcomes the apparent departure from two policy taboos that have strangled the country's investment.
EDIMBURGO – Tras anunciar su intención de retirar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud, el presidente Donald Trump ha dado indicios de estar dispuesto a reconsiderarlo. Lo que está en juego es uno de los temas favoritos de Trump: la reciprocidad y la justicia en el reparto de los costos. Considera que China contribuye muy poco y ejerce demasiada influencia sobre la OMS.
Al señalar la importancia de un reparto equitativo de costos, Trump no se equivoca. De hecho, la OMS ya ha puesto en práctica medidas sugeridas por sus estados miembros para resolver este desequilibrio. En la actualidad, sólo el 26% del presupuesto de la OMS procede de las «contribuciones señaladas», una especie de cuota social cuyo cálculo depende de los porcentajes de PIB y población de cada país respecto del mundo (un sistema que también usan las fuerzas de paz de Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial). Pero está en marcha un proceso por el que en 2031 los estados miembros financiarán al menos el 50% del presupuesto principal de la OMS sobre la base del tamaño económico y poblacional.
Con la fórmula actual, el aporte de Estados Unidos se limita al 22% de las contribuciones señaladas, a pesar de que su economía constituye el 26% del PIB mundial. China paga el 15%, y conforme crezca su participación en el PIB mundial, esa cifra aumentará.
Cuanto más se financie la OMS con contribuciones señaladas, más tendrán que aportar China, la India, los petroestados del Golfo y varios países de Europa Central, de modo tal que cada país aporte lo que le corresponde. Por supuesto, la generosidad de Estados Unidos ha llevado a su gobierno a hacer aportes que exceden la cuota normal de los estados miembros y lo convierten en principal donante de la OMS. En cuanto a China, hoy aporta poco más de lo requerido, pero se prevé que esto también cambie en los próximos años.
Otros motivos de preocupación para Trump son la influencia de China en la OMS y la forma en que el país gestionó la pandemia de COVID‑19. El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, comparte algunas de esas preocupaciones. Ha pedido más de una vez a China que investigue y revele lo sucedido en Wuhan hace cinco años, y se ha hecho blanco de sus críticas al insistir, con razón, en que mientras eso no ocurra, ninguna hipótesis sobre el origen del virus estará descartada.
Irónicamente, dado el torrente de falsedades al respecto, el acuerdo sobre pandemias que se está negociando en la OMS mejoraría la coordinación sanitaria internacional y evitaría que se repitan fallos similares. Si el instrumento propuesto y la normativa sanitaria internacional actualizada exigieran una notificación más temprana, un intercambio total de información y una respuesta más rápida a las amenazas sanitarias, nos ahorraríamos repetir los errores del pasado. Pero si Estados Unidos abandona la OMS, perderá toda influencia sobre las negociaciones, mientras que valiéndose de su peso dentro de la organización, la administración Trump podría lograr que se llegue a un acuerdo aceptable para Estados Unidos.
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De hecho, todos los estados miembros han pedido reformas (las mencionadas y otras) que mejoren el desempeño, la rendición de cuentas y la transparencia de la organización, como condición para aumentar el porcentaje de financiación derivado de las contribuciones señaladas. Quieren garantías de que el dinero se gastará de forma eficiente, con resultados dentro de plazos razonables y controles internos plenamente operativos.
La OMS ya ha hecho importantes avances. De hecho, Tedros ha puesto en marcha un ambicioso plan para transformar la organización, que incluye ampliar y reforzar la autoridad de las oficinas nacionales. Además, en respuesta a las recomendaciones del Grupo de Tareas Versátil de los Estados Miembros, y siguiendo el plan complementario de implementación de reformas de la secretaría de la organización, la OMS ha aumentado la transparencia y la rendición de cuentas. Ha mejorado los sistemas de control interno y desarrollado un proceso de diseño y ejecución de presupuestos por programas con más participación de los estados miembros y mejoras en la asignación de recursos, el seguimiento y la presentación de informes. También ha sido prioridad bajo la dirección de Tedros poner en práctica sistemas de prevención y respuesta frente a abusos sexuales y conductas indebidas.
Y sobre todo, el propio Tedros ha tomado la iniciativa de resistir la tendencia natural de la Asamblea Mundial de la Salud (el órgano decisorio de la OMS) a votar por la creación de nuevas prioridades y áreas de trabajo. Esto ha puesto un límite a la práctica de los países de crear partidas reservadas para proyectos específicos, algo que diluye la finalidad y el poder de la OMS.
Vivimos en una era de desplazamientos masivos, urbanización creciente, ganadería industrial e invasión humana de hábitats silvestres, y hoy la OMS es incluso más necesaria que en la década de 1850, cuando en respuesta a un brote de cólera, se celebró la primera conferencia sanitaria internacional formal. La contención de las enfermedades contagiosas obliga a aumentar la vigilancia y la cooperación transfronteriza.
El último medio siglo ha demostrado lo que se puede lograr con la cooperación: se ha erradicado la viruela, falta poco para lograr lo mismo con la poliomielitis y muchas enfermedades tropicales, y las muertes relacionadas con el VIH han disminuido casi un 70%. Pero estos avances se volverán endebles si los países optan por actuar en solitario.
Por eso, para dar garantías a la administración Trump y a otros gobiernos, como el argentino, que amenazan con abandonar la organización, sería recomendable que un grupo de dirigentes prestigiosos, en representación de todos los continentes, se reúna con un funcionario estadounidense de alto nivel, para mostrar de qué manera una OMS reformada puede ofrecer un servicio mejorado a la comunidad internacional (a Estados Unidos y al resto del mundo) ahora y en el futuro. Nos debemos a nosotros mismos y a las generaciones futuras hacer todo lo que esté a nuestro alcance para tener la mejor cooperación sanitaria mundial posible. No debemos olvidar las enseñanzas sanitarias que hemos aprendido, desde el cólera hasta la COVID: nadie está a salvo hasta que todos lo estén.
Traducción: Esteban Flamini