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Aprovechar el conocimiento del Banco Mundial

WASHINGTON, DC – En medio de una cascada de desafíos interrelacionados, entre ellos emergencias de sanidad pública, el cambio climático y conflictos llenos de violencia, que amenazan con deshacer décadas de avances de un desarrollo obtenido a duras penas, el Banco Mundial ha presentado una hoja de ruta para la evolución que ayude a reforzar los esfuerzos por reducir la pobreza y la desigualdad. Resulta crucial el hecho de que la respuesta unificada y a escala a la que llamó el Presidente del Banco Ajay Banga incluya el aprovechamiento del conocimiento para ayudar a que los países tomen decisiones más informadas y eficientes.

El Banco Mundial, mejor conocido por sus servicios financieros, tiene un largo historial de investigación y divulgación de lecciones para el desarrollo. En 1996, el entonces Presidente James D. Wolfensohn, reconociendo el potencial revolucionario de las tecnologías de la información, recomendó que la institución funcionara como un “Banco de Conocimientos”. Puso énfasis en que las relaciones del Banco Mundial con gobiernos y organizaciones internacionales le permitirían jugar un papel de liderazgo en las nuevas alianzas globales para crear y compartir conocimientos. Si invertía en los sistemas necesarios, el Banco podría poner a disposición de sus países clientes más y mejor información.

Desde entonces, el Banco Mundial ha ofrecido tanto soporte financiero como servicios de conocimientos, incluidas asistencia técnica, formación, desarrollo de capacidades, asesorías sobre políticas y análisis de datos. De hecho, muchos clientes consideran que estos servicios -que capitalizan la vasta experiencia del Banco, su experticia sectorial y su amplia variedad de fuentes de datos- son tan valiosos, si no más, que la asistencia financiera que provee.

Pero, para convertirse en un Banco de Conocimientos de pleno derecho, el Banco Mundial todavía necesita integrar estos servicios a sus procesos operativos y desarrollar un modelo que admita la creación y diseminación de la información como una actividad autónoma, lo que es crucial para mejorar la efectividad y la relevancia de sus iniciativas de conocimientos.

Además, el Banco debe asegurarse de brindar a los países clientes los conocimientos que estos necesitan. Tras visitar 14 países a lo largo del año pasado en mi calidad de director ejecutivo del Banco, he identificado tres áreas en las que sería útil una mayor orientación para los clientes. Por fortuna, el Banco puede llenar la mayor parte de estas brechas con sus actuales servicios y productos del conocimiento.

Para comenzar, los países clientes necesitan saber cómo usar sus recursos financieros de más eficientemente para crear proyectos o programas que tengan la mayor cantidad de efectos multiplicadores y beneficien a tantos ciudadanos como sea posible. Por ejemplo, un proyecto exitoso de rehabilitación de manglares en Indonesia podría servir de modelo para otros países en búsqueda de cómo mejorar el bienestar social de las comunidades locales, apoyar a empresas pequeñas y medianas, y generar ingresos mediante de crédito de carbono de un modo transparente.

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Los países también necesitan entender mejor cómo alinear sus prioridades nacionales con los objetivos climáticos y del desarrollo, lo cual es esencial para acelerar la transición verde, ampliar las herramientas de respuesta a crisis de las que puedan disponer y fortalecer su resiliencia climática. Según el Fondo Monetario Internacional, demorar la transición hacia una economía de bajas emisiones podría impedir del crecimiento del PIB. Pero, hasta ahora, varios clientes del Banco han tenido dificultades para dar con el equilibrio correcto entre el impulso a sus objetivos climáticos y sociales y llevar una agenda para el desarrollo local.

Por último, está la cuestión de cómo sostener un crecimiento sólido, equilibrado e inclusivo mediante la movilización de capital privado y el impulso a la inversión. Para dar respuesta a este reto, el Banco podría proporcionar evaluaciones sistemáticas de países y comparaciones internacionales de buenas prácticas y lecciones aprendidas, que probablemente contribuyan a tomar medidas de reducción de la pobreza que apunten a una prosperidad compartida.

En el último cuarto de siglo, el Banco Mundial ha desarrollado la capacidad de abordar esas preguntas. Su Informe Mundial sobre el Desarrollo, publicado em 1998, reconocía que el conocimiento, no el capital, es la clave para el crecimiento económico sostenido y se centraba en dos problemas: las brechas del conocimiento (la distribución desigual del saber hacer dentro y entre países) y las brechas de la información (conocimiento incompleto de productos, procesos e instituciones). El informe inaugural del Banco, que evaluaba el estados de sus servicios del conocimiento, publicado en 2011, ofreció una completa panorámica de los esfuerzos de la institución por superar estos problemas. Más adelante, en 2021, el Banco estableció un marco estratégico para el conocimiento.

El informe anual del año pasado resumió los logros del Banco Mundial en el ámbito del conocimiento hasta hoy, demostrando lo lejos que ha llegado. Un ejemplo es la Utility Knowledge Exchange Platform (Plataforma de Intercambio de Conocimientos sobre Servicios Públicos) de 2022, que ayuda a los países a mejorar el rendimiento de sus sistemas de electricidad por medio de reformas de gobernanza, institucionales, normativas y medidas políticas. Esta iniciativa se complementó con más de $27 mil millones de proyectos financiados por el Banco para apoyar servicios públicos entre 2018 y 2022.

En 2023, el Banco además apoyó 510 proyectos de creación de empleos por un total de cerca de $87 mil millones, al tiempo que realizaba diagnósticos de empleo y facilitaba la investigación y el uso compartido de conocimientos a nivel global. Y en Kenia, un programa de empleo juvenil que combinaba aprendizaje en el aula con experiencia práctica en el trabajo elevó de manera importantes la cantidad de jóvenes keniatas con empleos remunerados.

Cuando Wolfensohn primero propuso la idea de un Banco de Conocimientos, observó con agudeza que las lecciones aprendidas del desarrollo económico son parte de un “bien común” y que para el cultivo y la divulgación de esta experticia se requiere la cooperación internacional. En este contexto, Banga ha heredado un reto para el desarrollo aún más desafiante, dados los efectos corrosivos de la geopolítica contemporánea sobre el multilateralismo.

Incluso así, con el nuevo manual táctico desarrollado bajo Banga, el Banco Mundial puede proseguir su paso hacia ser un Banco de Conocimientos. Hoy más que nunca debe hacer que su experticia esté ampliamente disponible, utilizar su poder de convocatoria y profundizar sus alianzas para hacer realidad las necesidades de sus países clientes.

Wempi Saputra es Director Ejecutivo del World Bank Group para el sudeste asiático.

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