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Ayudemos al 66 % restante

CAMBRIDGE – Lo destacable del aumento del sentimiento nacionalista en los últimos años en el mundo desarrollado es que se da en un momento en que muchos de los desafíos más apremiantes que enfrentamos —entre ellos, el cambio climático y la pandemia de la COVID-19— son básicamente problemas mundiales que exigen soluciones a escala mundial. Y el enojo que acumulan los ciudadanos de los países donde escasean las vacunas —básicamente, los dos tercios de la humanidad que viven fuera de las economías avanzadas y de China— podría muy pronto volverse en contra de los países más pudientes.

Los ambiciosos planes del presidente estadounidense Joe Biden para solucionar la desigualdad en EE. UU. son bienvenidos, siempre que su gestión logre cubrir los costos a largo plazo con mayores impuestos o más crecimiento... ciertamente, dos grandes interrogantes. También lo es el Instrumento de Recuperación de la UE —un programa más pequeño, pero de todas formas significativo— que busca ayudar a los miembros de la Unión Europea, como Italia y España, que fueron afectados desproporcionadamente por la pandemia.

El 16 % de los habitantes del mundo que viven en economías avanzadas sufrieron mucho la pandemia, pero prevén una recuperación. China, que representa otro 18 % de la población mundial, fue la primera de las principales economías en experimentar un rebote, principalmente gracias a su mejor preparación para las epidemias y mayor capacidad estatal para contener al coronavirus.

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