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Europa necesita una estrategia global

BERLÍN – La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos puede haber acelerado el fin del “siglo norteamericano” y del orden internacional de posguerra liderado por Estados Unidos. Es verdad, el centro de gravedad político y económico del mundo venía trasladándose hacia el este de Asia mucho antes de 2016, y la idea de que China se convierta en una potencia global en el inminente “siglo del Pacífico” tampoco es nueva. Pero las acciones de Trump, junto con las de su contraparte chino, Xi Jinping, han llevado la rivalidad cada vez más filosa entre las superpotencias a una escena central. Desafortunadamente, Europa todavía tiene que ofrecer una respuesta coherente.

La actual disputa comercial entre Estados Unidos y China tiene el potencial de desatar una recesión global. Pero aún este conflicto es sólo parte de una lucha de poder mucho mayor, inclusive en el sector tecnológico, para determinar si la nueva estrella ascendente (China) o el actor principal (Estados Unidos) desempeña el papel global de liderazgo.

Durante gran parte del período transcurrido desde que China inició sus medidas de modernización bajo el régimen de Deng Xiaoping a fines de los años 1970, su política no consistió en desafiar el orden geopolítico y estratégico existente y sí en evitar una confrontación con Estados Unidos a toda costa. Pero el discurso de Xi en el 19 Congreso Nacional del Partido Comunista Chino en octubre de 2017, y las varias iniciativas chinas en curso destinadas a desafiar el predominio de Estados Unidos, indican que China ya no ocultará su fortaleza y esperará su oportunidad, como ordenaba Deng.

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