Hay dos puntos de vista acerca de las tasas de cambio de la actualidad: el dólar está sobrevaluado y el yen necesita una profunda depreciación. Lo que ambos implican es una explosión al alza del Euro. Pero ¿puede Europa enfrentar tal golpe? Y ¿qué pasaría con Estados Unidos (EU) si eso sucediera?
Ahora que la recuperación de EU está en camino -y viene de un bache no de una recesión- el déficit de la cuenta corriente se ampliará todavía más y en cualquier momento las discuciones acerca de un insostenible dólar superelevado estarán de moda otra vez. Pero el mismísimo hecho de que una recuperación estadounidense que es mayor, viene antes y es mejor que en ninguna otra parte -Europa sigue plagada de calambres de crecimiento y la política económica kabuki de Japón no tiene futuro- apoyará e incluso fortalecerá al dólar.
Todos los que predijeron un colapso del ``castillo de naipes'' de la economía estadounidense (que pensaron que el colapso de Enron era finalmente la señal celestial de que tenían razón) deben estar ahora exhaustos. No hay amenazas de colapso del dólar. La estabilidad económica, la fuerte productividad, la flexibilidad y el dinamismo hacen de EU una de los opciones de colocación de capital y este influjo de capital financia los amplios déficits de la cuenta corriente de EU. Lo seguirá haciendo hasta que, al final del arcoiris, Japón o Europa se comparen favorablemente con el clima de inversión estadounidense. No aguanten la respiración hasta que llegue ese día; no esperen al $1.20 por Euro que se dice será la tasa de ``equilibrio''.
Pero el dólar no es el único asunto de prioridad entre los debates del mercado monetario. Hay otra creencia fuertemente arraigada: Japón no puede recuperarse sin una fuerte caída del yen. Para quienes mantienen este punto de vista, el yen debería caer hasta 160 o incluso 200 yenes por dólar. Sin una política monetaria, una política fiscal o reformas en el suministro, ¿cómo puede Japón volver al crecimiento si no es a través de un auge de exportaciones provocado por la depreciación? Puesto que el sector de exportación japonés es muy pequeño, apenas 10% del PIB, la depreciación tendría que ser enorme para atizar a la totalidad de la economía.
Supongamos que ponemos las dos propuestas juntas: el yen pierde 30% frente al dólar mientras que el dólar pierde a su vez 30% frente al Euro. Estas cifras son altas, pero tales caídas se encuentran en las discusiones diarias. Lo que esto implica, claro, es una inmensa apreciación del Euro frente a todos los demás. Japón podría obtener cierto crecimiento, quizá ni siquiera un punto porcentual del PIB. Para EU la historia es más bien neutral: una ganancia de competitividad frente a Europa, una pérdida en relación a Japón y ninguna ganancia ni pérdida en la competitividad o en el comercio, escasos efectos inflacionarios de que hablar, ninguna alza en tasas de interés ni caídas accionarias; nada excitante.
Pero esa no sería la historia en Europa. Una amplia depreciación del yen y una considerable caída del dólar serían un fuerte golpe para la competitividad y el crecimiento europeos. Los modelos empíricos que pretenden cuantificar el impacto de los movimientos en las tasas de cambio sugieren que sin una respuesta agresiva de la política monetaria, una apreciación de 40% del Euro derribaría 2.5% del crecimiento europeo.
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Esa cifra no es para nada sorprendente si recordamos que el crecimiento de los últimos años se debió sustancialmente al debilitamiento del Euro; en esta ocasión, el fortalecimiento del Euro se cobraría todo de una vez. Incluso conforme el crecimiento europeo declina, la acentuada reducción de los precios de importación también generaría una baja en la inflación. Eso abre la puerta de una amortiguación del daño si el Banco Central Europeo (BCE) respondiera vigorosamente recortando las tasas. ``Vigoroso'', sin embargo, no es una palabra que uno use a menudo para describir al BCE, así que hay un serio problema.
El mensaje es claro: Europa debe tener la esperanza de que el dólar se mantenga fuerte porque, sin dinamismo doméstico, un Euro barato es el único vale de crecimiento de Europa. Para países como Alemania que han estado en las últimas desde la firma del Tratado de Maastricht, un continuado estancamiento o una abierta recesión tensarían profundamente los presupuestos y la credibilidad. Pero todo esto no ha de pasar.
Una amplia apreciación del Euro no es una posibilidad. Las economías líderes de Europa, como Alemania, son una vergüenza fiscal. Su lentitud para reformar y su hostilidad hacia el capital crean una impresión de euroesclerosis que no atraerá al capital. El Euro fue una gran idea, pero la economía que lo soporta es distintivamente insípida. Así que no hay forma de que Europa se convierta en un imán de los flujos de capital mundial en ningún momento cercano.
El Euro se mantendrá en un valor de alrededor de 90% del dólar y quizá ni siquiera pueda alcanzar la paridad durante un fin de semana. No habrá mucho crecimiento europeo, pero tampoco habrá una abierta crisis de crecimiento. Europa seguirá hablando del castillo de naipes estadounidense, pero con un cierto anhelo en cuanto a que su dinamismo es un truco que Europa no puede dominar.
Supongamos que todo eso es erróneo. Supongamos que de pronto EU no puede atraer suficiente capital. Nadie va a las subastas del Tesoro a comprar bonos estadounidenses y menos extranjeros compran acciones o compañías y bienes raíces estadounidenses. ¿Qué pasaría? Por supuesto que el dólar caería en cuestión de un instante, y sustancialmente, suficiente para encoger los déficits o atraer capital para aprovechar un dólar ahora subvaluado.
Pero hay poco sufrimiento en eso; la inflación no se incrementaría, las acciones no caerían, los manufacturadores lo celebrarían. Puesto que EU tiene una baja inflación y es financieramente estable, la tasa de cambio no es el factor de riesgo que fue en la década de 1970. Esa situación fue bien caracterizada por John Connolly, el entonces Secretario del Tesoro del presidente Nixon: `` ¡el dólar es nuestro dinero y problema de ellos! '' Entre más cambian las cosas, más siguen siendo eguales.
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By choosing to side with the aggressor in the Ukraine war, President Donald Trump’s administration has effectively driven the final nail into the coffin of US global leadership. Unless Europe fills the void – first and foremost by supporting Ukraine – it faces the prospect of more chaos and conflict in the years to come.
For most of human history, economic scarcity was a constant – the condition that had to be escaped, mitigated, or rationalized. Why, then, is scarcity's opposite regarded as a problem?
asks why the absence of economic scarcity is viewed as a problem rather than a cause for celebration.
Hay dos puntos de vista acerca de las tasas de cambio de la actualidad: el dólar está sobrevaluado y el yen necesita una profunda depreciación. Lo que ambos implican es una explosión al alza del Euro. Pero ¿puede Europa enfrentar tal golpe? Y ¿qué pasaría con Estados Unidos (EU) si eso sucediera?
Ahora que la recuperación de EU está en camino -y viene de un bache no de una recesión- el déficit de la cuenta corriente se ampliará todavía más y en cualquier momento las discuciones acerca de un insostenible dólar superelevado estarán de moda otra vez. Pero el mismísimo hecho de que una recuperación estadounidense que es mayor, viene antes y es mejor que en ninguna otra parte -Europa sigue plagada de calambres de crecimiento y la política económica kabuki de Japón no tiene futuro- apoyará e incluso fortalecerá al dólar.
Todos los que predijeron un colapso del ``castillo de naipes'' de la economía estadounidense (que pensaron que el colapso de Enron era finalmente la señal celestial de que tenían razón) deben estar ahora exhaustos. No hay amenazas de colapso del dólar. La estabilidad económica, la fuerte productividad, la flexibilidad y el dinamismo hacen de EU una de los opciones de colocación de capital y este influjo de capital financia los amplios déficits de la cuenta corriente de EU. Lo seguirá haciendo hasta que, al final del arcoiris, Japón o Europa se comparen favorablemente con el clima de inversión estadounidense. No aguanten la respiración hasta que llegue ese día; no esperen al $1.20 por Euro que se dice será la tasa de ``equilibrio''.
Pero el dólar no es el único asunto de prioridad entre los debates del mercado monetario. Hay otra creencia fuertemente arraigada: Japón no puede recuperarse sin una fuerte caída del yen. Para quienes mantienen este punto de vista, el yen debería caer hasta 160 o incluso 200 yenes por dólar. Sin una política monetaria, una política fiscal o reformas en el suministro, ¿cómo puede Japón volver al crecimiento si no es a través de un auge de exportaciones provocado por la depreciación? Puesto que el sector de exportación japonés es muy pequeño, apenas 10% del PIB, la depreciación tendría que ser enorme para atizar a la totalidad de la economía.
Supongamos que ponemos las dos propuestas juntas: el yen pierde 30% frente al dólar mientras que el dólar pierde a su vez 30% frente al Euro. Estas cifras son altas, pero tales caídas se encuentran en las discusiones diarias. Lo que esto implica, claro, es una inmensa apreciación del Euro frente a todos los demás. Japón podría obtener cierto crecimiento, quizá ni siquiera un punto porcentual del PIB. Para EU la historia es más bien neutral: una ganancia de competitividad frente a Europa, una pérdida en relación a Japón y ninguna ganancia ni pérdida en la competitividad o en el comercio, escasos efectos inflacionarios de que hablar, ninguna alza en tasas de interés ni caídas accionarias; nada excitante.
Pero esa no sería la historia en Europa. Una amplia depreciación del yen y una considerable caída del dólar serían un fuerte golpe para la competitividad y el crecimiento europeos. Los modelos empíricos que pretenden cuantificar el impacto de los movimientos en las tasas de cambio sugieren que sin una respuesta agresiva de la política monetaria, una apreciación de 40% del Euro derribaría 2.5% del crecimiento europeo.
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Esa cifra no es para nada sorprendente si recordamos que el crecimiento de los últimos años se debió sustancialmente al debilitamiento del Euro; en esta ocasión, el fortalecimiento del Euro se cobraría todo de una vez. Incluso conforme el crecimiento europeo declina, la acentuada reducción de los precios de importación también generaría una baja en la inflación. Eso abre la puerta de una amortiguación del daño si el Banco Central Europeo (BCE) respondiera vigorosamente recortando las tasas. ``Vigoroso'', sin embargo, no es una palabra que uno use a menudo para describir al BCE, así que hay un serio problema.
El mensaje es claro: Europa debe tener la esperanza de que el dólar se mantenga fuerte porque, sin dinamismo doméstico, un Euro barato es el único vale de crecimiento de Europa. Para países como Alemania que han estado en las últimas desde la firma del Tratado de Maastricht, un continuado estancamiento o una abierta recesión tensarían profundamente los presupuestos y la credibilidad. Pero todo esto no ha de pasar.
Una amplia apreciación del Euro no es una posibilidad. Las economías líderes de Europa, como Alemania, son una vergüenza fiscal. Su lentitud para reformar y su hostilidad hacia el capital crean una impresión de euroesclerosis que no atraerá al capital. El Euro fue una gran idea, pero la economía que lo soporta es distintivamente insípida. Así que no hay forma de que Europa se convierta en un imán de los flujos de capital mundial en ningún momento cercano.
El Euro se mantendrá en un valor de alrededor de 90% del dólar y quizá ni siquiera pueda alcanzar la paridad durante un fin de semana. No habrá mucho crecimiento europeo, pero tampoco habrá una abierta crisis de crecimiento. Europa seguirá hablando del castillo de naipes estadounidense, pero con un cierto anhelo en cuanto a que su dinamismo es un truco que Europa no puede dominar.
Supongamos que todo eso es erróneo. Supongamos que de pronto EU no puede atraer suficiente capital. Nadie va a las subastas del Tesoro a comprar bonos estadounidenses y menos extranjeros compran acciones o compañías y bienes raíces estadounidenses. ¿Qué pasaría? Por supuesto que el dólar caería en cuestión de un instante, y sustancialmente, suficiente para encoger los déficits o atraer capital para aprovechar un dólar ahora subvaluado.
Pero hay poco sufrimiento en eso; la inflación no se incrementaría, las acciones no caerían, los manufacturadores lo celebrarían. Puesto que EU tiene una baja inflación y es financieramente estable, la tasa de cambio no es el factor de riesgo que fue en la década de 1970. Esa situación fue bien caracterizada por John Connolly, el entonces Secretario del Tesoro del presidente Nixon: `` ¡el dólar es nuestro dinero y problema de ellos! '' Entre más cambian las cosas, más siguen siendo eguales.