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Control de la volatilidad de los flujos de capital

BALI – "Hoy día, es pecado incurrir en un déficit de cuenta corriente, lo que es una locura", lamentó el Vice Primer Ministro de Singapur, Tharman Shanmugaratnam, en la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial sostenida en Bali a principios de este mes. Los ministros que pudieron, se jactaron del equilibrio de sus cuentas corrientes, mientras que las autoridades de países con déficits fueron tratadas como herejes. No obstante, Tharman recordó ante el público, países como Corea del Sur y Singapur "crecieron incurriendo en déficits de cuenta corriente en las etapas tempranas del desarrollo, para poder así invertir y hacer posible el crecimiento mientras acumulábamos ahorros".

La teoría económica concuerda plenamente con Tharman. Para adquirir una casa, una familia no necesita esperar que el monto de sus ahorros equivalga al valor del inmueble. Por el contrario, es razonable pedir un préstamo mientras los padres son jóvenes y tienen ingresos relativamente bajos, y repagarlo más adelante cuando su situación económica es más sólida. Esta misma lógica se aplica a un país en desarrollo, el cual, para salir de la pobreza, debería incurrir en un déficit y endeudarse cuando todavía es pobre.

En un país pobre, el capital –ya sean fábricas, infraestructura o escuelas– es escaso, de modo que la tasa de retorno de una inversión nueva es alta. Es precisamente la brecha entre la rentabilidad de su inversión y la tasa de interés de sus deudas lo que permite que un país pobre prospere. Esta es la estrategia que hizo ricas a Singapur, Corea del Sur y otras naciones exitosas.

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