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Por qué los sauditas no extraerán más petróleo

PARÍS – La relación de EE. UU. con Arabia saudita volvió a empeorar. Después de prohibir las importaciones de petróleo ruso —parte de un amplio conjunto de sanciones económicas impuestas a Rusia por su invasión de Ucrania—, EE. UU. espera que Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) aumenten su producción para limitar la disparada de los precios, pero se dice que los líderes sauditas y emiratíes estuvieron rechazando las llamadas del presidente estadounidense Joe Biden.

Biden también está buscando otras soluciones. Según se informa, una delegación de EE. UU. visitó Venezuela —con quien EE. UU. había cortado sus relaciones diplomáticas en 2019— para conversar sobre la posibilidad de eliminar las sanciones al petróleo de ese país. Pero ni Venezuela ni Irán pueden, en términos realistas, compensar la pérdida de casi 2,5 millones de barriles por día del crudo ruso. Habría que revitalizar los decaídos campos petroleros y empresas nacionales petroleras de ambos países antes de que puedan aumentar la producción, un proceso que podría llevar muchos meses, y hasta años.

Por ahora, Arabia Saudita —líder del cártel de productores de la OPEP— y los EAU son los únicos dos productores de petróleo con suficiente capacidad ociosa. Solo ellos cuentan con capacidad para estabilizar el mercado y evitar que los precios lleguen a 150 USD por barril, o lo superen. Pero esto pone a Biden en un dilema.

El gobierno de Biden nunca estuvo en buenos términos con los líderes sauditas. El año pasado, Biden ordenó la difusión del informe de inteligencia que implicaba directamente al príncipe heredero saudita Mohamed bin Salmán (MBS) en el asesinato del periodista disidente saudita Jamal Khashoggi en el consulado del Reino en Estambul. Aunque Biden no sancionó directamente a MBS —una decisión que le granjeó muchas críticas en su país— la difusión del informe y la descripción que hizo Biden de Arabia Saudita como un estado «paria» y «exento de valor social» no fue muy bien recibida por los sauditas. Con sus críticas al historial de derechos humanos de Arabia Saudita, EE. UU. parecía estar tratando de incidir sobre la sucesión real, infringiendo así la soberanía del Reino.

Pero que Arabia Saudita no esté dispuesta a aceptar el pedido estadounidense de aumentar la producción petrolera no refleja simplemente una rencilla con Biden. Las relaciones entre ambos países venían cuesta abajo mucho antes de que Biden asumiera la presidencia. La relación comenzó a agriarse después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. La desastrosa invasión estadounidense a Irak en 2003, a la que el Reino se opuso, empeoró aún más las cosas.

El deterioro se aceleró durante la presidencia de Barack Obama, principalmente por el tan difundido «giro hacia Asia» de su gobierno, que los aliados estadounidenses en Oriente Medio percibieron como abandono. Sumemos a eso los intentos de EE. UU. para lograr un acuerdo nuclear con Irán —que se concretó en 2015—, y los sauditas llegaron a creer que EE. UU. estaba rechazando la alianza estratégica que durante tanto tiempo habían mantenido.

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Aunque el sucesor de Obama, Donald Trump, mantuvo buenas relaciones personales con MBS, la relación bilateral siguió decayendo también durante su liderazgo. No solo EE. UU. decidió no defender a Arabia Saudita del ataque iraní en 2019 a sus instalaciones petroleras centrales —que limitó temporalmente al 50 % la producción del Reino—, tampoco castigó a Irán. Además, Trump insultó frecuentemente al Reino por su incapacidad para defenderse militarmente y lo describió como un gran flujo de caja para los fabricantes de armas estadounidenses.

Durante la presidencia de Trump, Arabia Saudita profundizaba su relación con Rusia. Este proceso comenzó a fines de 2016, justo antes de que Trump asumiera, cuando la OPEP y Rusia firmaron un acuerdo para restringir la producción de petróleo. Arabia Saudita y Rusia siguieron coordinando restricciones a la producción a través del pacto de la OPEP+ durante tres años.

Pero en marzo de 2020, cuando la pandemia de COVID-19 redujo drásticamente la demanda mundial de petróleo, la OPEP+ exigió grandes reducciones de la producción y Rusia se negó. Arabia Saudita inundó entonces el mercado, obligando finalmente a Rusia a atenerse al acuerdo. (La política actual de la OPEP+ de aumentar la producción en 400 000 barriles diarios es la continuación de ese acuerdo).

Más allá de la coordinación de las metas de extracción de petróleo, la relación entre Arabia Saudita y Rusia incluye ahora acuerdos financieros y políticos. Desde la perspectiva de Arabia Saudita, Rusia es tanto un posible proveedor de armamento como un importante país capaz de ejercer presión sobre Irán. Y, de hecho, Rusia convirtió las negociaciones de un nuevo pacto nuclear con Irán en un rehén de los esfuerzos del Kremlin por aliviar las sanciones.

Rusia no es el único país que Arabia Saudita espera usar para cubrirse contra el deterioro de sus relaciones con EE. UU. El Reino también cultivó relaciones más estrechas con Francia y el Reino Unido, especialmente mediante aumentos de sus compras de armas. Arabia Saudita también está emprendiendo actividades conjuntas con China y otros países para producir sistemas de armas localmente.

Mientras tanto, EE. UU. erigió barreras a la venta de artículos militares a Arabia Saudita (y a los EAU), al tiempo que se negaba a ofrecer inteligencia y apoyo logístico en Yemen, donde el Reino y sus aliados intentan evitar que los hutíes, respaldados por Irán, tomen el control del país. Ciertamente, Arabia Saudita y los EAU cometieron actos de violencia, pero el gobierno de Biden no parece reparar en la gravedad de la amenaza estratégica que implicaría para los países del Golfo la toma del poder por los hutíes.

Ninguna de estas cuestiones llevó a que Arabia Saudita se muestre especialmente dispuesta a escuchar las súplicas estadounidenses. Así, del mismo modo que el Reino se negó al pedido del gobierno de Biden de aumentar la producción petrolera en noviembre del año pasado —aparentemente, en un intento por reducir los precios y mejorar las probabilidades de los demócratas en las elecciones legislativas de este año—, es probable que rechace su pedido actual.

Cuando los sauditas aumenten la producción, será porque les convenga. No se arriesgarán a distanciarse de Rusia poniéndose del lado de EE. UU., pero tampoco pondrán en juego su propio futuro económico. Los líderes sauditas internalizaron las lecciones de la década de 1970, cuando los altos precios del petróleo llevaron a una reducción de su demanda. Lo último que quieren es motivar a EE. UU. y sus aliados a acelerar la adopción de energías renovables. La única pregunta es cuál será el precio que los motivará a actuar.

Traducción al español por Ant-Translation

https://prosyn.org/eQnET5nes