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Un llamado humanitario a las armas

ODESA - Que los trabajadores humanitarios y los activistas aboguen por el envío de más armas a una zona de combate es siempre una señal preocupante. Sin embargo, más preocupante aún es la situación que vive hoy Ucrania. Mientras los trabajadores humanitarios entregamos a los civiles y a las tropas los suministros que necesitan para sobrevivir -uniformes de vellón y torniquetes, estufas portátiles y generadores, leche maternizada y bancos de energía para teléfonos móviles-, las fuerzas armadas ucranianas carecen a menudo de las herramientas que necesitan para luchar.

La guerra exige realismo. Y la horrible realidad es que, en su invasión y ocupación de Ucrania, Rusia ha atacado deliberadamente objetivos civiles y ha trastornado la vida de la población civil, cometiendo atrocidades que a menudo ni siquiera aportan beneficios militares tangibles. ¿Deben los trabajadores y activistas humanitarios seguir atendiendo en silencio a las víctimas de estos salvajes asaltos, o debemos sumar nuestras voces al coro de quienes exigen material que pueda expulsar a Rusia del territorio ucraniano y poner fin a la guerra? Dadas las implicaciones humanitarias que tendría la prolongación de la guerra -incluido el incremento del flujo de refugiados desde Ucrania- la respuesta es obvia.

Un dilema similar se plantea a los patrocinadores extranjeros de Ucrania. Como solía decir Morton Abramowitz, un antiguo funcionario del Departamento de Estado estadounidense que llegó a cofundar el International Crisis Group: los responsables políticos deben decidir si entregan "misiles Stinger o macarrones". Él sabía de que hablaba, , ya que trabajó en la entrega de ambos, en Afganistán y Bosnia, respectivamente.

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