La prueba de paz de Egipto e Israel

WASHINGTON – Los ataques con cohetes que un grupo islamista militante recientemente disparó desde el Sinaí egipcio a la ciudad israelí de Eilat sirvieron como un recordatorio más de cuán delicadas siguen siendo las relaciones bilaterales dos años después de la revolución de Egipto. La actividad terrorista fácilmente podría causar una crisis en la frontera y hasta llegar a provocar una confrontación no deseada que amenazaría el tratado de paz que normalizó las relaciones bilaterales en 1979.  Para evitar un desenlace de ese tipo, Israel y Egipto deben emprender una acción convincente ahora mismo para defender el tratado.

El pasado mes de noviembre, cuando estallaron las hostilidades en Gaza, el presidente egipcio, Mohamed Morsi, intercedió en una rápida resolución, ofreciendo incluso una garantía para el cese del fuego con Hamas, el partido gobernante en Gaza. Morsi en consecuencia volvió a comprometer implícitamente a Egipto a defender la paz en la frontera y desempeñar un papel constructivo en el conflicto palestino-israelí. Esto estimuló la confianza en Israel de que la Hermandad Musulmana, el partido gobernante de Egipto, ratificaría el tratado de paz de 1979. Pero Morsi no respaldó explícitamente la paz con Israel y ha evitado un compromiso directo con los líderes israelíes.

Preservar la paz es algo que beneficia a ambos países. El ataque a un puesto fronterizo del ejército egipcio en el Sinaí el verano pasado, en el que militantes armados mataron a 16 soldados, demostró que el terrorismo amenaza a Egipto tanto como a Israel.

En este contexto volátil, volver a una relación beligerante con Israel sería extremadamente peligroso ya que alimentaría el riesgo de otra guerra desastrosa. Defender el tratado de paz con Israel tendría el efecto contrario, dado que le permitiría a Egipto perseguir sus objetivos de consolidar la autoridad del ejército en casa y mejorar su influencia en todo Oriente Medio.

Los líderes egipcios e israelíes deben reconocer que la lucha actual por asegurar la Península del Sinaí -que el tratado estableció como una zona desmilitarizada- está poniendo a prueba la paz a diario. Israel hasta el momento ha tolerado actividad militar y despliegues de fuerzas de Egipto que técnicamente violan el tratado bilateral, aprobándolas retroactivamente con la esperanza de que Egipto colabore más para proteger la frontera y tome medidas enérgicas contra el contrabando de armas a Gaza. Pero Israel tiene poca confianza en que los despliegues mejoren su seguridad, y los líderes israelíes están cada vez más ansiosos por la movilización de fuerzas sin aviso del ejército egipcio.

En Egipto, resulta aún más claro que el tratado está bajo amenaza. La Hermandad Musulmana hace rato que ha pedido un referéndum sobre el tratado, ya que ve las restricciones a las fuerzas egipcias en el Sinaí como una afrenta a la soberanía nacional. Los Hermanos condenaron la participación de Morsi en la resolución de la crisis de Gaza el año pasado y consideran que lo que hizo fue doblegarse ante Israel.

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De hecho, Morsi está recibiendo ataques tanto de la izquierda como de la derecha por defender la actitud servicial del ex presidente Hosni Mubarak hacia Israel, así como por reafirmar la negociación autoritaria de Mubarak -respaldo financiero y diplomático a cambio de "estabilidad"- con Estados Unidos. Frente a un colapso de la economía y a la cercanía de las elecciones, la tentación de Morsi de atizar un sentimiento nacionalista contra Israel se volverá más fuerte. Un incidente importante en la frontera podría ser suficiente para llevarlo al extremo.

Para poder sustentar el tratado de paz, Egipto e Israel deberían renegociar su anexo militar de modo de permitirle a Egipto desplegar fuerzas en zonas anteriormente restringidas y restablecer una soberanía plena en el Sinaí. Una medida de este tipo fortalecería las relaciones bilaterales, generaría buena voluntad en Egipto y aumentaría la confianza de Israel en que la Hermandad Musulmana está comprometida con la paz.

Durante una renegociación de estas características, los dos países discutirían en detalle la estrategia más efectiva para enfrentar sus desafíos comunes relacionados al terrorismo y al crimen transnacional, para asegurar que una mayor presencia militar de Egipto en el Sinaí también favorezca la seguridad de Israel. El flamante gobierno democrático de Egipto tendría una responsabilidad más estricta en cuanto a hacer cumplir los términos del tratado si desempeñara un papel activo al momento de establecerlos. Al mismo tiempo, el acuerdo fomentaría el respaldo doméstico al gobierno de Egipto y mejoraría su postura regional.

De la misma manera, la participación de Estados Unidos en las negociaciones beneficiaría a todas las partes. El proceso le ofrecería al ejército egipcio la oportunidad de interactuar  con Estados Unidos, lo que lo ayudaría a apuntalar su reclamo de ayuda en un contexto difícil.

Es más, Estados Unidos podría establecer términos claros y limitados para las conversaciones y ofrecer una garantía de que el resultado no afecte los intereses nucleares de Israel, mitigando así los temores de las autoridades israelíes de que abrir a revisión el anexo militar del tratado pondría en cuestionamiento el resto de los términos. Finalmente, un papel exitoso a la hora de fortalecer las relaciones entre Israel y Egipto podría hacer avanzar las iniciativas diplomáticas del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, en Oriente Medio.

En una región tan volátil como Oriente Medio, ningún país puede darse el lujo de dar por sentada la paz. Pero, al renovar su tratado bilateral ahora, Egipto e Israel maximizarían sus posibilidades de prolongar un acuerdo que ha evitado que se enfrentaran durante más de tres décadas.

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