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La guerra de las narrativas sobre la globalización

VARSOVIA – La globalización une al mundo gracias a los traslados de personas, cosas, ideas, dinero y mucho más; pero el discurso sobre ella se ha tornado cada vez más divisivo y las evaluaciones alternativas del proceso están separando al propio mundo globalizado.

Mientras los países con ingresos medios —los mercados emergentes— siguen exaltados por aprovechar los mercados globales y el dinamismo impulsado por la globalización, y mientras muchos países con ingresos bajos perciben oportunidades para dar el salto hacia una mayor prosperidad gracias a las nuevas tecnologías, los países ricos no están, en general, contentos con la situación actual. En las sociedades industriales maduras como Estados Unidos, la propia idea de la globalización genera sospechas, cuando no indignación. En línea con ese sentir, el presidente y director ejecutivo de BlackRock, Larry Fink, tocó una fibra sensible el año pasado cuando proclamó el fin de la globalización, y los políticos occidentales vienen promocionando la «localización en sitios amistosos» y otras formas de desvincularse de China.

La mayoría de esas descripciones son nuevas variantes de un antiguo mantra: paren el mundo que me quiero bajar. Sin embargo, más allá de su poder, la retórica sobre la fragmentación mundial no se ajusta a la realidad. El concepto de desglobalización puede formar parte de todos los discursos políticos, pero las estadísticas no lo respaldan. No solo el comercio mundial sigue expandiéndose, también lo hace el intercambio entre EE. UU. y China. Las comunicaciones a través de Internet y el flujo de datos crecen de manera exponencial y, pasada la pandemia, la gente vuelve a cruzar fronteras.

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