WASHINGTON, DC – En su nivel más básico, el objetivo del desarrollo económico es erradicar la pobreza. Según este criterio, se han logrado avances significativos: el número de personas que viven en la pobreza extrema se redujo de 1.900 millones en 2007 a alrededor de 615 millones en la actualidad, en gran parte gracias al crecimiento económico acelerado de los países más poblados del mundo en Asia.
Pero de la misma manera que se dice que los últimos kilómetros de una maratón son los más difíciles, los progresos realizados hasta ahora no son suficientes para llevar los esfuerzos contra la pobreza hasta la línea de llegada. Ahora que el crecimiento más acelerado de la población se está produciendo en países donde la pobreza sigue arraigada, y que el motor de la globalización ya no es tan potente como antes, es poco probable que el crecimiento por sí solo sea suficiente. Asimismo, salir de la pobreza es solo un paso hacia la verdadera prosperidad. Para ampliar la escala de oportunidades para todos e integrar a los pobres en actividades económicas dinámicas, necesitamos estrategias alternativas y complementarias.
En este sentido, impulsar la inclusión financiera sería de gran ayuda, porque la pobreza no tiene que ver solamente con cuánto gana una persona. Se trata de qué les permiten comprar sus ingresos. Reducir el costo de los bienes y servicios, y hacerlos así más accesibles para quienes tienen poco, puede reducir la pobreza. Si bien los gobiernos de las economías avanzadas suelen brindar servicios básicos, no ocurre lo mismo en el Sur Global, donde las prestaciones tienen un alcance limitado. En muchos países del Sur Global, los bienes y servicios básicos son a veces más caros para los pobres, y suele ser más costoso llegar a este segmento de la sociedad porque solo compran pequeñas cantidades de productos.
Las empresas financieras han sido especialmente eficaces a la hora de superar estas barreras. Al reducir los costos de los servicios y ampliar el acceso a los mismos, han demostrado que la inclusión puede impulsar un desarrollo más amplio. Para explorar los umbrales en los que los individuos acceden a los servicios financieros, World Data Lab, con el apoyo del Centro Mastercard para el Crecimiento Inclusivo, combinó sus modelos de consumo con la base de datos Findex del Banco Mundial.
Nuestra investigación concluye que aumentar la inclusión financiera, que abarca desde billeteras básicas de dinero móvil hasta servicios bancarios completos, beneficia desproporcionadamente a los pobres. Nos centramos en los 6.000 millones de adultos del mundo -personas de 15 años o más, que tienen más probabilidades de ser económicamente activas- y los dividimos en seis grupos de 1.000 millones cada uno, según el nivel de consumo.
Los 1.000 millones más pobres, que gastan menos de 5 dólares diarios, solían estar excluidos de los servicios financieros: su vida económica se basaba únicamente en pagos en efectivo. Pero en los últimos diez años se ha producido una revolución silenciosa del dinero móvil y los pagos digitales, sobre todo en India y los países africanos. Como resultado de ello, más de un tercio de los 1.000 millones de adultos más pobres del mundo ahora tienen acceso a servicios financieros (véase el Gráfico 1).
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[Gráfico 1]
Estos avances se han visto impulsados por la interacción del efecto de crecimiento del ingreso, por el que más personas han superado los umbrales de ingresos que las hacen “bancarizables”, y el efecto precio, por el que ha disminuido el costo de la prestación de servicios financieros a los no bancarizados.
En 2015, alrededor de 3.400 millones de personas tenían acceso a servicios financieros. Por aquel entonces, el “precio” de acceso al sistema financiero (en paridad de poder adquisitivo de 2017) era de aproximadamente 8 dólares por día. Eso dejaba excluidas a 2.000 millones de personas -casi el 40% de la población adulta mundial en aquel momento-. En los últimos diez años, el crecimiento económico ha generado una clase media global más amplia. Al mismo tiempo, el umbral de costo para acceder a los servicios financieros se ha reducido sustancialmente, gracias a innovaciones tecnológicas como el dinero móvil y la banca digital.
La combinación de estas dos fuerzas ha permitido que otros 1.400 millones de personas -unos 800 millones por el efecto del crecimiento de los ingresos y otros 600 millones por el efecto precio- accedan a los servicios financieros desde 2015. El umbral global promedio para ingresar al sistema financiero se ha reducido a 5 dólares por día. Esta barrera de entrada más baja, que refleja el impacto de los sistemas de dinero digital, ha mejorado significativamente la inclusión de los pobres. Entre los países con mejores resultados, especialmente en África, los servicios financieros pueden ofrecerse a un precio de 2 dólares por día -por debajo del umbral de pobreza extrema de 2,15 dólares diarios.
Los progresos realizados en los últimos diez años demuestran que la inclusión financiera puede lograrse con la combinación adecuada de innovación, inversión y colaboración. Ahora, a medida que nos acercamos al tramo final en la batalla contra la pobreza, debemos centrarnos en permitir que las comunidades más marginadas ingresen al redil financiero.
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Recent demonstrations in Gaza have pushed not only for an end to the war, but also for an end to Hamas's rule, thus echoing Israel's own stated objectives. Yet the Israeli government, consumed by its own internal politics, has barely acknowledged this unprecedentedly positive development.
underscores the unprecedented nature of recent demonstrations in the war-ravaged enclave.
“Agentic AI” represents a crossroads. While AI could be a good adviser to humans – furnishing us with useful, reliable, and relevant information in real time – autonomous AI agents are likely to usher in many foreseeable problems, while eroding many of the gains that the technology might have offered.
sees a technological crossroads ahead – and argues that one path should not be taken.
WASHINGTON, DC – En su nivel más básico, el objetivo del desarrollo económico es erradicar la pobreza. Según este criterio, se han logrado avances significativos: el número de personas que viven en la pobreza extrema se redujo de 1.900 millones en 2007 a alrededor de 615 millones en la actualidad, en gran parte gracias al crecimiento económico acelerado de los países más poblados del mundo en Asia.
Pero de la misma manera que se dice que los últimos kilómetros de una maratón son los más difíciles, los progresos realizados hasta ahora no son suficientes para llevar los esfuerzos contra la pobreza hasta la línea de llegada. Ahora que el crecimiento más acelerado de la población se está produciendo en países donde la pobreza sigue arraigada, y que el motor de la globalización ya no es tan potente como antes, es poco probable que el crecimiento por sí solo sea suficiente. Asimismo, salir de la pobreza es solo un paso hacia la verdadera prosperidad. Para ampliar la escala de oportunidades para todos e integrar a los pobres en actividades económicas dinámicas, necesitamos estrategias alternativas y complementarias.
En este sentido, impulsar la inclusión financiera sería de gran ayuda, porque la pobreza no tiene que ver solamente con cuánto gana una persona. Se trata de qué les permiten comprar sus ingresos. Reducir el costo de los bienes y servicios, y hacerlos así más accesibles para quienes tienen poco, puede reducir la pobreza. Si bien los gobiernos de las economías avanzadas suelen brindar servicios básicos, no ocurre lo mismo en el Sur Global, donde las prestaciones tienen un alcance limitado. En muchos países del Sur Global, los bienes y servicios básicos son a veces más caros para los pobres, y suele ser más costoso llegar a este segmento de la sociedad porque solo compran pequeñas cantidades de productos.
Las empresas financieras han sido especialmente eficaces a la hora de superar estas barreras. Al reducir los costos de los servicios y ampliar el acceso a los mismos, han demostrado que la inclusión puede impulsar un desarrollo más amplio. Para explorar los umbrales en los que los individuos acceden a los servicios financieros, World Data Lab, con el apoyo del Centro Mastercard para el Crecimiento Inclusivo, combinó sus modelos de consumo con la base de datos Findex del Banco Mundial.
Nuestra investigación concluye que aumentar la inclusión financiera, que abarca desde billeteras básicas de dinero móvil hasta servicios bancarios completos, beneficia desproporcionadamente a los pobres. Nos centramos en los 6.000 millones de adultos del mundo -personas de 15 años o más, que tienen más probabilidades de ser económicamente activas- y los dividimos en seis grupos de 1.000 millones cada uno, según el nivel de consumo.
Los 1.000 millones más pobres, que gastan menos de 5 dólares diarios, solían estar excluidos de los servicios financieros: su vida económica se basaba únicamente en pagos en efectivo. Pero en los últimos diez años se ha producido una revolución silenciosa del dinero móvil y los pagos digitales, sobre todo en India y los países africanos. Como resultado de ello, más de un tercio de los 1.000 millones de adultos más pobres del mundo ahora tienen acceso a servicios financieros (véase el Gráfico 1).
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[Gráfico 1]
Estos avances se han visto impulsados por la interacción del efecto de crecimiento del ingreso, por el que más personas han superado los umbrales de ingresos que las hacen “bancarizables”, y el efecto precio, por el que ha disminuido el costo de la prestación de servicios financieros a los no bancarizados.
En 2015, alrededor de 3.400 millones de personas tenían acceso a servicios financieros. Por aquel entonces, el “precio” de acceso al sistema financiero (en paridad de poder adquisitivo de 2017) era de aproximadamente 8 dólares por día. Eso dejaba excluidas a 2.000 millones de personas -casi el 40% de la población adulta mundial en aquel momento-. En los últimos diez años, el crecimiento económico ha generado una clase media global más amplia. Al mismo tiempo, el umbral de costo para acceder a los servicios financieros se ha reducido sustancialmente, gracias a innovaciones tecnológicas como el dinero móvil y la banca digital.
La combinación de estas dos fuerzas ha permitido que otros 1.400 millones de personas -unos 800 millones por el efecto del crecimiento de los ingresos y otros 600 millones por el efecto precio- accedan a los servicios financieros desde 2015. El umbral global promedio para ingresar al sistema financiero se ha reducido a 5 dólares por día. Esta barrera de entrada más baja, que refleja el impacto de los sistemas de dinero digital, ha mejorado significativamente la inclusión de los pobres. Entre los países con mejores resultados, especialmente en África, los servicios financieros pueden ofrecerse a un precio de 2 dólares por día -por debajo del umbral de pobreza extrema de 2,15 dólares diarios.
Los progresos realizados en los últimos diez años demuestran que la inclusión financiera puede lograrse con la combinación adecuada de innovación, inversión y colaboración. Ahora, a medida que nos acercamos al tramo final en la batalla contra la pobreza, debemos centrarnos en permitir que las comunidades más marginadas ingresen al redil financiero.