afriedman18_FABRICE COFFRINIAFP via Getty Images_worldeconomicforumlogo Fabrice Coffrini/AFP via Getty Images

El nuevo desafío de Davos

DAVOS – La reunión insignia anual del Foro Económico Mundial este año se centrará en cómo construir un mundo más cohesivo y sostenible. Como siempre, el tema es oportuno, pero también un poco abstracto. Para ayudar a darle una forma más concreta, tenemos algunas propuestas para encauzar mejor el modelo económico prevaleciente y centrar el debate.

Primero, es hora de revisar el código tributario estadounidense para reducir la desigualdad de riqueza estructural. Con ese fin, Estados Unidos debería deshacerse del hueco del “interés devengado”. Una cláusula que originariamente estaba destinada a fomentar la inversión de largo plazo se ha convertido en una enorme exención tributaria para los financistas que trabajan en capital riesgo y fondos de cobertura. Si bien la Ley de Recortes Fiscales y Empleos de 2017 agregó algunas limitaciones a esta regla amistosa con las finanzas, sigue vigente.

Del mismo modo, Estados Unidos debería eliminar el hueco del “incremento de la base de costos”, que se ha convertido en una manera esencial por la cual los ricos evaden el pago de impuestos cuando legan su riqueza a sus herederos. Esto ha permitido que los ricos se vuelvan dinásticos, lo que ha minado el compromiso ostensible de Estados Unidos con la meritocracia.

Segundo, Estados Unidos necesita desesperadamente sanear su embrollo de los préstamos estudiantiles –una enorme carga para los jóvenes- creando un fondo fiduciario nacional en la línea de lo que ha hecho Australia. En Australia, un estudiante pide prestado lo que necesita para financiar su educación y el préstamo se devuelve a partir de una proporción predeterminada de su ingreso subsiguiente durante una cantidad especificada de años. Los estudiantes que terminan con ingresos menores en el futuro pagan menos de lo que pidieron prestado, pero esto se compensa con lo que pagan los que ganan más. Y a los graduados que ingresan en ciertas formas de servicio público se les debería ofrecer incentivos de condonación de deuda.

Tercero, necesitamos cambiar los reportes corporativos para alentar un pensamiento sostenible de largo plazo. El primer paso es poner fin a la obsesión con las ganancias trimestrales. La búsqueda de objetivos de los analistas financieros cada tres meses deforma el modo en que los CEO y las juntas toman decisiones, y mina el pensamiento de largo plazo.

Asimismo, las recompras de acciones merecen una atención más crítica. Las empresas del S&P 500 hoy por rutina utilizan las ganancias o el dinero prestado para recomprar sus acciones, en lugar de invertir en nuevas fábricas, líneas de negocios u otros gastos esenciales de capital. En los últimos diez años, se invirtieron alrededor de 5 billones de dólares en este método destinado a impulsar las ganancias reportadas por acción (y así el precio de la acción). Los reportes corporativos deberían modificarse para explicar claramente qué porcentaje del movimiento del precio de una acción se puede atribuir a las recompras, y las juntas y accionistas deberían ajustar la compensación ejecutiva en consecuencia.

Subscribe to PS Digital
PS_Digital_1333x1000_Intro-Offer1

Subscribe to PS Digital

Access every new PS commentary, our entire On Point suite of subscriber-exclusive content – including Longer Reads, Insider Interviews, Big Picture/Big Question, and Say More – and the full PS archive.

Subscribe Now

Es más, las corporaciones en todo el mundo deberían empezar a reportar métricas de sustentabilidad. Los reportes corporativos influyen en el comportamiento empresarial, pero a las empresas por lo general sólo se les exige que reporten su posición financiera, en base a ingresos auditados y estándares contables de los balances. Esto debería expandirse para incluir métricas de accionistas más amplias como ratings de satisfacción de cliente, registros de diversidad, huellas de carbono, donaciones de caridad, donaciones políticas y la brecha de pago entre ejecutivos sénior y empleados rasos promedio. Deberían crearse juntas para reportes de accionistas (organismos con fines especiales, similares a la Junta de Estándares Financieros Contables) para supervisar las convenciones mundiales acordadas recientemente para los reportes no financieros.

Cuarto, un acuerdo global para gravar las transacciones financieras con un impuesto del 0,1%, similar a lo que se hace en Hong Kong, ayudaría a controlar el sistema financiero. Un impuesto a las transacciones beneficia a los inversores de largo plazo por sobre los especuladores de corto plazo, agrega suficiente fricción en el sistema financiero para ayudar a reducir las burbujas y, más importante, alinea mejor el costo de gestionar el sistema con quienes se benefician más de él. Según la Oficina de Presupuesto del Congreso, un impuesto a las transacciones del 0,1% podría generar alrededor de 1 billón de dólares en ingresos extra muy necesarios solamente en Estados Unidos durante diez años.

Quinto, los países necesitan aumentar los salarios mínimos e indexarlos por inflación. En Estados Unidos, un salario mínimo nacional de 15 dólares por mandato federal ayudaría a nivelar el campo de juego, y ajustarlo en línea con el creciente costo de vida ayudaría a todos a mantener el ritmo. Según el Banco de la Reserva Federal de Chicago, estas medidas también aumentarían la demanda agregada en la mayor economía del mundo.

Sexto, en todos los países rige una revisión de la contabilidad del ingreso nacional. Desde que se lo introdujo en los años 1940, el producto interior bruto ha asumido la condición no oficial de ser la principal medición del bienestar nacional. Sin embargo, cuando se mide el “progreso” en función del PIB, la confección de las políticas se vuelve un ejercicio de fomentar el ingreso nacional bruto sin tener en cuenta los costos sociales o ambientales inherentes. Hacen falta nuevas métricas para medir el bienestar neto de costos.

El ingreso nacional debería incluir los costos de externalidades como la degradación ambiental o las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Medido así, el ingreso neto reflejaría de manera más precisa el crecimiento sostenible. Es más, todos los países deberían acordar estándares comunes para incorporar otras medidas de progreso social. Estas podrían incluir expectativa de vida; mortalidad infantil; detección, prevención y tratamiento de enfermedades comunes; emisiones de GEI per capita; biodiversidad; logros educativos; distribución de ingresos; niveles de tráfico humano; y logros socioeconómicos por género y grupos minoritarios. Las instituciones de Bretton Woods podrían investigar y desarrollar los nuevos estándares comunes de bienestar social que necesitamos, e introducirlos a través de publicaciones de amplia difusión.

Finalmente, y no menos importante, deben tomarse medidas urgentes para abordar el cambio climático de manera tal que los costos se repartan de manera justa al interior de los países y entre generaciones. Las políticas de mitigación deben ser atractivas. Los impuestos al carbono son necesarios, pero también lo son los subsidios. Según la Comisión Conjunta sobre Tributación de Estados Unidos y la Oficina de Presupuesto del Congreso, un impuesto al carbono de 25 dólares por tonelada con aumentos anuales ajustados por inflación del 2% recaudaría 1 billón de dólares en Estados Unidos en diez años.

Tiene sentido destinar una cantidad aún mayor para ayudar a los más perjudicados por el impuesto, como las comunidades productoras de carbón, petróleo y gas de hoy, así como a las familias de ingresos bajos o modestos afectadas por la tributación regresiva. Los subsidios podrían adoptar la forma de pagos en efectivo, re-capacitación, nuevos proyectos de infraestructura e inversión en industrias de energías alternativas en “países productores de carbón y petróleo”. Lo importante es que los subsidios deben ser mayores que los ingresos por los impuestos al carbono. El incremento resultante en la deuda nacional es legítimamente la obligación de las generaciones futuras, que son las que más se beneficiarán con la transición a una economía de bajas emisiones de carbono.

En resumen, la política climática debe tener beneficios tangibles hoy si ha de ser políticamente aceptable. Consideremos esto: en tanto el comercio electrónico reduce la demanda de compras físicas, las comunidades deberían comprar los centros comerciales y las tiendas vacantes –nuevamente con deuda a ser candelada por las generaciones futuras- y reemplazarlos por espacios verdes que capturen carbono.

Estas medidas prácticas, en conjunto, servirían de mucho a la hora de materializar la visión del “capitalismo de accionistas” y de sustentabilidad que Davos ha difundido durante medio siglo.

https://prosyn.org/jSudazQes