NAIROBI – El año pasado en Berlín, el gran corredor de fondo keniata Eliud Kipchoge quebró el récord del mundo de maratón, al marcar 02:01:09 y superar su tiempo anterior por 30 segundos. Su éxito lo ha convertido en una leyenda no solo en Kenia sino en todo el mundo, y ofrece una lección útil para todos los que participan en la lucha contra el cambio climático. La estrategia ganadora de Kipchoge está arraigada en la ciencia de correr (así como en casi 200 kilómetros de trabajo duro todas las semanas), y nuestra propia estrategia frente a la crisis climática debe involucrar el mismo nivel de compromiso y atención.
En tanto las temperaturas siguen subiendo y las emisiones se disparan, el planeta también sigue quebrando nuevos récords (peligrosos). Pero, con determinación y seguimiento -y junto con socios institucionales y otros gobiernos-, podemos empezar a correr más rápido para adelantarnos a la crisis climática. El éxito dependerá de que sigamos los avances científicos y de que movilicemos un esfuerzo conjunto y amplio de los gobiernos y los ciudadanos.
En marzo, los máximos expertos climáticos y los gobiernos firmaron el último informe de síntesis del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático. Una vez más, el mensaje del IPCC (tal su sigla en inglés) fue claro: los seres humanos han cambiado el planeta de manera permanente y el calentamiento global ya está matando gente, destruyendo a la naturaleza y empobreciendo al mundo. Si bien los países africanos son los que menos han contribuido al problema, están soportando la peor parte del daño. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), África representa menos del 3% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono relacionadas con la energía, y 600 millones de africanos -una cifra escandalosa- aún no tienen acceso a la electricidad.
El cambio climático es un problema compartido que la comunidad global debe resolver trabajando de manera conjunta, especialmente dada la carga desproporcionada que deben sobrellevar quienes son los menos responsables. Durante su visita reciente a Kenia, el canciller alemán, Olaf Scholz, y yo llevamos a cabo conversaciones sobre cómo abordar la crisis climática. A través de la Alianza para el Clima y el Desarrollo entre Alemania y Kenia, nuestros dos países se han comprometido a profundizar nuestra colaboración en materia de desarrollo resiliente al clima y energía renovable, respaldando, inclusive, la producción de hidrógeno verde y agricultura sustentable.
Actualmente, estamos muy lejos de limitar el calentamiento global a 1,5°C o inclusive a 2°C, como preveía el acuerdo climático de París. La crisis climática no se resolverá por sí sola. Por el contrario, debemos garantizar que las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) alcancen un pico antes de 2025 como máximo, y luego decaigan al menos un 43% para 2030.
Este es el año para impulsar esa transformación. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de noviembre-diciembre (COP28) ofrece una oportunidad para acelerar la transición energética, impulsar el crecimiento de las energías renovables y comprometerse a eliminar gradualmente todos los combustibles fósiles -empezando por el carbón.
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Kenia va camino a cumplir con estos objetivos. Ya generamos el 92% de nuestra energía de fuentes limpias y nos hemos comprometido a alcanzar una red eléctrica 100% limpia para 2030. De la misma manera, las energías renovables generaron el 46% de la electricidad de Alemania en 2022 y el gobierno se ha comprometido a aumentar esa cifra al 80% en 2030. De manera crítica, estos compromisos no solo garantizarán una energía limpia y un medio ambiente más seguro; también crearán empleos, atraerán inversiones y harán que nuestras economías sean más seguras y resilientes frente a los precios volátiles del petróleo y del gas.
Pero es importante que corramos esta carrera como un equipo. Según la AIE, el ratio global de inversiones en energía limpia e inversiones en energía sucia debe aumentar seis veces para 2030 (de 1,5:1 a 9:1).
Con una alianza fuerte entre África, Europa y el resto de la comunidad internacional, Kenia, con sus abundantes recursos, puede hacer aportes significativos para la descarbonización y la transición global a una economía de cero neto. Debemos destrabar las finanzas y la inversión climáticas, para poder aprovechar nuestro potencial para un crecimiento económico verde. Pero, para hacerlo, necesitaremos reparar el sistema financiero internacional actual, que ha demostrado ser inadecuado para lidiar con crisis globales multifacéticas, desde la pandemia del COVID-19 y la emergencia climática a las crisis de deuda en todo el Sur Global.
La Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Global del mes próximo, en París, brinda la oportunidad para que Europa galvanice su respaldo a la reforma del sistema financiero internacional. La comunidad internacional deber reconocer nuestro potencial para ayudar a resolver los problemas globales y tomar medidas para garantizar resultados beneficiosos para todos. Eso implica brindar acceso a un financiamiento asequible, adecuado y sostenible que se ofrezca de manera ordenada.
En tanto reducimos las emisiones, también necesitamos preparar a nuestra gente y a nuestros sistemas de vivienda, agricultura y alimentario para las temperaturas en ascenso y los eventos climáticos extremos. Cumplir con el compromiso de la COP26 de 2021 de duplicar el financiamiento global para la adaptación climática en 2025 sigue siendo crucial para proteger a la gente y a la naturaleza. El último informe del IPCC es claro: el cambio climático y los esfuerzos insuficientes de adaptación y mitigación están revirtiendo los logros en materia de desarrollo, y minando la estabilidad económica.
Pero también debemos recordar que la adaptación tiene límites y que el cambio climático ya amenaza la vida de millones de personas hoy. Como demuestra el IPCC, reducir las emisiones de GEI el 43% esta década y estabilizar el calentamiento global en 1,5°C o menos sigue siendo nuestra mejor oportunidad para mantener el problema en una escala manejable. La cumbre climática de Kenia en septiembre ofrecerá una oportunidad clave para demostrar el compromiso, el potencial y las oportunidades del continente para lidiar con la crisis climática. Necesitamos que todos los gobiernos intervengan y acuerden eliminar de manera gradual el uso constante de combustibles fósiles. Necesitamos reformas para que nuestras instituciones y sistemas financieros cumplan con su propósito. Y necesitamos tomarnos en serio la acción climática. Según las palabras de Eliud Kipchoge, la clave para tener éxito es “practicar con el ejemplo”.
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In 2024, global geopolitics and national politics have undergone considerable upheaval, and the world economy has both significant weaknesses, including Europe and China, and notable bright spots, especially the US. In the coming year, the range of possible outcomes will broaden further.
offers his predictions for the new year while acknowledging that the range of possible outcomes is widening.
NAIROBI – El año pasado en Berlín, el gran corredor de fondo keniata Eliud Kipchoge quebró el récord del mundo de maratón, al marcar 02:01:09 y superar su tiempo anterior por 30 segundos. Su éxito lo ha convertido en una leyenda no solo en Kenia sino en todo el mundo, y ofrece una lección útil para todos los que participan en la lucha contra el cambio climático. La estrategia ganadora de Kipchoge está arraigada en la ciencia de correr (así como en casi 200 kilómetros de trabajo duro todas las semanas), y nuestra propia estrategia frente a la crisis climática debe involucrar el mismo nivel de compromiso y atención.
En tanto las temperaturas siguen subiendo y las emisiones se disparan, el planeta también sigue quebrando nuevos récords (peligrosos). Pero, con determinación y seguimiento -y junto con socios institucionales y otros gobiernos-, podemos empezar a correr más rápido para adelantarnos a la crisis climática. El éxito dependerá de que sigamos los avances científicos y de que movilicemos un esfuerzo conjunto y amplio de los gobiernos y los ciudadanos.
En marzo, los máximos expertos climáticos y los gobiernos firmaron el último informe de síntesis del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático. Una vez más, el mensaje del IPCC (tal su sigla en inglés) fue claro: los seres humanos han cambiado el planeta de manera permanente y el calentamiento global ya está matando gente, destruyendo a la naturaleza y empobreciendo al mundo. Si bien los países africanos son los que menos han contribuido al problema, están soportando la peor parte del daño. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), África representa menos del 3% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono relacionadas con la energía, y 600 millones de africanos -una cifra escandalosa- aún no tienen acceso a la electricidad.
El cambio climático es un problema compartido que la comunidad global debe resolver trabajando de manera conjunta, especialmente dada la carga desproporcionada que deben sobrellevar quienes son los menos responsables. Durante su visita reciente a Kenia, el canciller alemán, Olaf Scholz, y yo llevamos a cabo conversaciones sobre cómo abordar la crisis climática. A través de la Alianza para el Clima y el Desarrollo entre Alemania y Kenia, nuestros dos países se han comprometido a profundizar nuestra colaboración en materia de desarrollo resiliente al clima y energía renovable, respaldando, inclusive, la producción de hidrógeno verde y agricultura sustentable.
Actualmente, estamos muy lejos de limitar el calentamiento global a 1,5°C o inclusive a 2°C, como preveía el acuerdo climático de París. La crisis climática no se resolverá por sí sola. Por el contrario, debemos garantizar que las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) alcancen un pico antes de 2025 como máximo, y luego decaigan al menos un 43% para 2030.
Este es el año para impulsar esa transformación. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de noviembre-diciembre (COP28) ofrece una oportunidad para acelerar la transición energética, impulsar el crecimiento de las energías renovables y comprometerse a eliminar gradualmente todos los combustibles fósiles -empezando por el carbón.
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Kenia va camino a cumplir con estos objetivos. Ya generamos el 92% de nuestra energía de fuentes limpias y nos hemos comprometido a alcanzar una red eléctrica 100% limpia para 2030. De la misma manera, las energías renovables generaron el 46% de la electricidad de Alemania en 2022 y el gobierno se ha comprometido a aumentar esa cifra al 80% en 2030. De manera crítica, estos compromisos no solo garantizarán una energía limpia y un medio ambiente más seguro; también crearán empleos, atraerán inversiones y harán que nuestras economías sean más seguras y resilientes frente a los precios volátiles del petróleo y del gas.
Pero es importante que corramos esta carrera como un equipo. Según la AIE, el ratio global de inversiones en energía limpia e inversiones en energía sucia debe aumentar seis veces para 2030 (de 1,5:1 a 9:1).
Con una alianza fuerte entre África, Europa y el resto de la comunidad internacional, Kenia, con sus abundantes recursos, puede hacer aportes significativos para la descarbonización y la transición global a una economía de cero neto. Debemos destrabar las finanzas y la inversión climáticas, para poder aprovechar nuestro potencial para un crecimiento económico verde. Pero, para hacerlo, necesitaremos reparar el sistema financiero internacional actual, que ha demostrado ser inadecuado para lidiar con crisis globales multifacéticas, desde la pandemia del COVID-19 y la emergencia climática a las crisis de deuda en todo el Sur Global.
La Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Global del mes próximo, en París, brinda la oportunidad para que Europa galvanice su respaldo a la reforma del sistema financiero internacional. La comunidad internacional deber reconocer nuestro potencial para ayudar a resolver los problemas globales y tomar medidas para garantizar resultados beneficiosos para todos. Eso implica brindar acceso a un financiamiento asequible, adecuado y sostenible que se ofrezca de manera ordenada.
En tanto reducimos las emisiones, también necesitamos preparar a nuestra gente y a nuestros sistemas de vivienda, agricultura y alimentario para las temperaturas en ascenso y los eventos climáticos extremos. Cumplir con el compromiso de la COP26 de 2021 de duplicar el financiamiento global para la adaptación climática en 2025 sigue siendo crucial para proteger a la gente y a la naturaleza. El último informe del IPCC es claro: el cambio climático y los esfuerzos insuficientes de adaptación y mitigación están revirtiendo los logros en materia de desarrollo, y minando la estabilidad económica.
Pero también debemos recordar que la adaptación tiene límites y que el cambio climático ya amenaza la vida de millones de personas hoy. Como demuestra el IPCC, reducir las emisiones de GEI el 43% esta década y estabilizar el calentamiento global en 1,5°C o menos sigue siendo nuestra mejor oportunidad para mantener el problema en una escala manejable. La cumbre climática de Kenia en septiembre ofrecerá una oportunidad clave para demostrar el compromiso, el potencial y las oportunidades del continente para lidiar con la crisis climática. Necesitamos que todos los gobiernos intervengan y acuerden eliminar de manera gradual el uso constante de combustibles fósiles. Necesitamos reformas para que nuestras instituciones y sistemas financieros cumplan con su propósito. Y necesitamos tomarnos en serio la acción climática. Según las palabras de Eliud Kipchoge, la clave para tener éxito es “practicar con el ejemplo”.