ho2_2_bas_relief_puck_engman Puck Engman

La memoria selectiva de China

NEW HAVEN – Este es un gran año para los aniversarios en China. El 4 de mayo, la República Popular conmemorará el centenario del Movimiento del Cuatro de Mayo, las protestas estudiantiles frente a la Puerta de Tiananmen de Beijing en 1919 que marcaron el nacimiento del nacionalismo chino. Y luego, un mes después, el 4 de junio, vendrá el 30 aniversario de la violenta represión de las protestas estudiantiles a favor de la democracia en el mismo lugar. Este hito, a diferencia del primero, no será reconocido oficialmente, mucho menos conmemorado, en China.

Las manifestaciones de 1919 están inmortalizadas en piedra en el Monumento a los Héroes del Pueblo en la Plaza Tiananmen. Haciendo referencia a los mismos ideales de ciencia y democracia, los manifestantes de 1989 también se mostraron leales a la nación. Pero el movimiento de 1989 terminó en lo que se conoce fuera de China como la masacre de la Plaza Tiananmen, y dentro de China como el “incidente de Tiananmen”. Los acontecimientos de tres décadas atrás son un tema tabú en China, eliminado de Internet por las autoridades y en gran medida desconocido para la generación más joven del país.

Es una contradicción persistente que el estado chino reivindique el 4 de mayo mientras reprime el recuerdo del 4 de junio. Los estudiantes de 1919 son celebrados como patriotas manifiestos, en armonía con una larga tradición china que coloca a los intelectuales en un rol de responsabilidad social. El académico ideal de los tiempos imperiales asumía grandes riesgos para decirles las verdades al poder, a fin de exponer la corrupción oficial e impulsar la reforma.

Los estudiantes universitarios a comienzos del siglo XX heredaron este legado. En verdad, el Partido Comunista Chino (PCC) tiene sus raíces en el Movimiento del Cuatro de Mayo: los periódicos estudiantiles difunden ideas marxistas, en la Universidad de Pekín se fundó un grupo estudiantil marxista y el propio Mao Tsetung abrazó el marxismo-leninismo cuando de estudiante trabajaba en la biblioteca.

Como el Cuatro de Mayo tiene una amplia resonancia popular en China, los manifestantes estudiantiles de 1989 –con su pelo largo y sus vaqueros azules en lugar de túnicas largas y faldas plisadas- conscientemente hacían referencia a él. Y, al igual que sus antecesores, hicieron hincapié en su patriotismo, señalando la corrupción oficial y las desigualdades económicas que habían resultado de las reformas económicas post-Mao.

Sin embargo, el estado chino calificó a la protesta de Tiananmen de 1989 como un “disturbio contrarrevolucionario”, y culpó a un puñado de conspiradores por engañar a la gente. A pesar de la atención del mundo, el movimiento terminó en una represión, seguida por un silencio oficial y una amnesia pública que se profundiza cada año.

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El aniversario del 4 de junio, en cambio, sigue siendo políticamente sensible, y el estado chino siempre está en máxima alerta en los días previos a la fecha. En lo que se ha convertido en un ritual anual, los periodistas extranjeros en China tienen prohibido cubrir el aniversario –como señaló Louisa Lim, ex corresponsal en Beijing de la BBC y de la Radio Pública Nacional.

Desde 1989, el PCC ha hecho todos los esfuerzos posibles por comprometer a los jóvenes con el estado chino y sus prioridades. Los niños toman lecciones de “educación patriótica”, la fidelidad se cultiva a través de los Jóvenes Pioneros y la Liga de la Juventud Comunista, y las universidades han desarrollado sistemas elaborados para resguardarse de la anomalía política y recompensar la lealtad con empleos. En gran medida, estos esfuerzos han logrado que los jóvenes chinos sean apolíticos. El legado del Cuatro de Mayo está efectivamente dividido, con el patriotismo bien separado de la protesta.

Pero el estado no ha logrado cooptar enteramente a los estudiantes de China. En 2018, los estudiantes que respaldan la propia ideología marxista del PCC se convirtieron en la última generación de manifestantes en entrar en conflicto con las autoridades. El verano pasado, hubo grupos que comenzaron a organizar a los trabajadores fabriles en el sur de China, señalando los abusos y ayudando a los trabajadores a formar un sindicato independiente. Los estudiantes, que se mostraron leales al presidente chino, Xi Jinping, lanzaron campañas en el terreno y en sus predios universitarios.

El estado ha detenido a decenas de estudiantes. Hay videos que muestran a autoridades de la Universidad de Pekín intentando frenar a las organizaciones estudiantiles y hay testigos que confirman la desaparición de líderes estudiantiles marxistas a manos de policías de civil.

La ironía es que China reprime a estudiantes de izquierda cuyas palabras y hechos representan los ideales originales del PCC. Al igual que los primeros líderes del partido, entre ellos Mao, defienden a los trabajadores explotados y buscan organizarlos, a veces inclusive involucrándose ellos mismos en un trabajo fabril. Como les han enseñado sus clases de marxismo y las escrituras de Mao, investigan las condiciones sociales y cuestionan las profundas desigualdades de China. Y, al igual que sus antecesores del Cuatro de Mayo, los jóvenes marxistas de hoy se ven a sí mismos como estudiantes leales que le dicen las verdades al poder.

Los aniversarios de este año de los movimientos de 1919 y 1989, por ende, conllevarán un peso particular.

El legado del Cuatro de Mayo es un legado de patriotismo e ilustración. Nacida de estos reclamos, Tiananmen en 1989 terminó en violencia y silencio. Los observadores extranjeros sin duda señalarán las actitudes contradictorias de las autoridades chinas frente al 4 de mayo y al 4 de junio, y concluirán que China hoy tiene el poder de forjar su propia narrativa histórica.

Pero el caso de los estudiantes marxistas el año pasado resaltó el continuo potencial de una oposición leal. En tanto la República Popular mira para adelante hacia el 70 aniversario de su fundación en octubre próximo, debe seguir lidiando con su propia historia.

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