eichengreen147_ANDREW CABALLERO-REYNOLDSAFP via Getty Images_biden address Andrew Caballero-Reynolds/AFP via Getty Images

El peligroso interregno de Estados Unidos

BERKELEY – Las transiciones presidenciales nunca son fáciles, especialmente cuando implican la derrota en las urnas de un presidente en funciones. Pero esta vez la transición ocurre en medio de una crisis sin precedentes. El presidente todavía en el cargo se niega a reconocer la votación como un rechazo a sus políticas y siente una antipatía visceral por el presidente electo, a quien acusa de deshonestidad y a quien desestima como demasiado frágil para asumir las obligaciones del cargo. Acusa a su sucesor de ser un socialista, un defensor de políticas que pondrán al país camino a la ruina.

El año era 1932 y la transición de Herbert Hoover a Franklin D. Roosevelt ocurrió en medio de una depresión económica y una crisis bancaria sin parangón. El presidente saliente, Hoover, sentía una intensa aversión por su sucesor, cuya incapacidad preocupante no era una falta de agudeza mental, sino más bien la parálisis parcial de Roosevelt. Llamaba a FDR “camaleón a cuadros” y lo acusaba de lidiar “desde el fondo del mazo”. Durante su campaña y después, Hoover insinuaba que las tendencias socialistas de FDR pondrían al país en un “sendero hacia Moscú”.

En aquel momento, el interregno duró cuatro meses, durante los cuales el presidente derrotado y el Congreso hicieron poco o nada para resolver la crisis en curso. Las corridas bancarias y el pánico se propagaban de manera contagiosa, obligando a los gobernadores estaduales, uno tras otro, a cerrar sus sistemas bancarios. Pero Hoover se negó a declarar un feriado bancario unilateralmente. Para cuando FDR asumió la presidencia en marzo de 1933, el sistema bancario y toda la economía estaban prácticamente paralizados.

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