SEATTLE – Las vacunas obran maravillas. Impiden que se declaren las enfermedades, lo que es mejor que tratarlas a posteriori. Además, son relativamente baratas y fáciles de administrar. Sin embargo, millones de niños no las reciben. Es algo que siempre me ha parecido asombroso. Cuando hace quince años pusimos en marcha la Fundación Gates, suponíamos que ya se estaban adoptando todas las medidas evidentes y que deberíamos ocuparnos de soluciones onerosas o aún no demostradas. En realidad, la distribución de las vacunas básicas sigue siendo una de nuestras máximas prioridades.
SEATTLE – Las vacunas obran maravillas. Impiden que se declaren las enfermedades, lo que es mejor que tratarlas a posteriori. Además, son relativamente baratas y fáciles de administrar. Sin embargo, millones de niños no las reciben. Es algo que siempre me ha parecido asombroso. Cuando hace quince años pusimos en marcha la Fundación Gates, suponíamos que ya se estaban adoptando todas las medidas evidentes y que deberíamos ocuparnos de soluciones onerosas o aún no demostradas. En realidad, la distribución de las vacunas básicas sigue siendo una de nuestras máximas prioridades.