PARÍS – En un vuelo que tomé recientemente de París a Osaka, la pantalla que mostraba la ruta de nuestro avión reflejaba el estado del mundo en 2024: el avión zigzagueó de Francia a Austria, por encima de Rumania, Turquía, Georgia y Turkmenistán, atravesando China a través del desierto de Gobi, luego rodeando a Corea del Norte antes de hacer un giro de 90° hacia nuestro destino. Nuestro vuelo evitó cuidadosamente las zonas calientes en guerra (Ucrania, Oriente Medio, Irán) y una Rusia fuertemente sancionada que hoy está completamente alienada de Occidente. Sobrevolábamos un mundo en ruinas.
PARÍS – En un vuelo que tomé recientemente de París a Osaka, la pantalla que mostraba la ruta de nuestro avión reflejaba el estado del mundo en 2024: el avión zigzagueó de Francia a Austria, por encima de Rumania, Turquía, Georgia y Turkmenistán, atravesando China a través del desierto de Gobi, luego rodeando a Corea del Norte antes de hacer un giro de 90° hacia nuestro destino. Nuestro vuelo evitó cuidadosamente las zonas calientes en guerra (Ucrania, Oriente Medio, Irán) y una Rusia fuertemente sancionada que hoy está completamente alienada de Occidente. Sobrevolábamos un mundo en ruinas.