ATLANTA – El mes pasado, cuando la directora de Inteligencia Nacional de EE. UU. Avril Haines presentó la evaluación anual de amenazas de la comunidad de inteligencia ante el Comité de Inteligencia del Senado, sus miembros la alabaron por el excelente trabajo previo a la invasión rusa de Ucrania y por «seguir manteniéndonos informados». Gracias a la comunidad de inteligencia estadounidense —y para disgusto del presidente ruso Vladímir Putin— los senadores estadounidenses no fueron los únicos informados. El resto del mundo también lo estuvo, gracias a los minuciosos informes estratégicos de inteligencia estadounidenses.
ATLANTA – El mes pasado, cuando la directora de Inteligencia Nacional de EE. UU. Avril Haines presentó la evaluación anual de amenazas de la comunidad de inteligencia ante el Comité de Inteligencia del Senado, sus miembros la alabaron por el excelente trabajo previo a la invasión rusa de Ucrania y por «seguir manteniéndonos informados». Gracias a la comunidad de inteligencia estadounidense —y para disgusto del presidente ruso Vladímir Putin— los senadores estadounidenses no fueron los únicos informados. El resto del mundo también lo estuvo, gracias a los minuciosos informes estratégicos de inteligencia estadounidenses.