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La Ucrania que no sale en las noticias

CHICAGO – Las audiencias del proceso de destitución que se le sigue al presidente Donald Trump han puesto de manifiesto que cualquiera sea su partido, los políticos estadounidenses coinciden en que Ucrania es un país corrupto. Sin embargo, sería lamentable que durante este proceso la opinión pública sólo oiga decir que Ucrania está irremediablemente sumida en la anomia, la pobreza y la desesperanza, y no se hable de la transformación generalizada que atraviesa.

Es verdad que Ucrania sigue siendo un país pobre y, en ocasiones, desesperanzado. Pero el año pasado, su ciudadanía emitió dos veces un voto inequívoco contra la corrupción y la incompetencia que han sido sinónimo de la clase política desde que el país se independizó en 1991.

En abril de 2019, Volodymyr Zelensky, un comediante y productor de TV sin experiencia política, ganó la presidencia con el apoyo del 73% del electorado; en julio, ese mismo electorado dio mayoría parlamentaria al nuevo partido de Zelensky, Servidor del Pueblo (nombre que alude a su exitosa serie de TV Sluha Narodu). Es la primera vez en décadas que el partido gobernante en Ucrania tiene el control de las ramas ejecutiva y legislativa del gobierno.

Y no es esta la única forma en que la contundente victoria de Zelensky representa una clara ruptura con el pasado. En las últimas tres décadas las elecciones presidenciales habían expresado una divisoria entre el este y el oeste: en Ucrania oriental dominaban los candidatos prorrusos, mientras que en Kiev y en Ucrania occidental prevalecían los proeuropeos. Pero Zelensky, que hacía la primera campaña política de su vida, obtuvo el apoyo mayoritario de casi todas las regiones contra el presidente en ejercicio, Petro Poroshenko.

Ucrania, uno de los pocos países postsoviéticos que tras independizarse han elegido presidentes y parlamentos en elecciones mayoritariamente libres y competitivas, se presenta como un ejemplo de disfuncionalidad democrática. En la mayoría de las elecciones presidenciales hubo un cambio de partido gobernante, pero ni los presidentes prorrusos ni los prooccidentales han logrado generar prosperidad económica. Hay mucha corrupción y el crecimiento es insuficiente. Carente de recursos naturales abundantes como los que tiene la vecina Rusia, Ucrania ha sufrido un atraso permanente, al punto de que su PIB per cápita ya es más de tres veces y media menor al de Rusia. No sorprende que la población rusófona en Crimea y el este de Ucrania dude de la conveniencia de haberse independizado; y que todo el electorado ucraniano esté indistintamente harto de la élite política del país.

Los desafíos que enfrenta Zelensky son enormes. Incluso dejando a un lado la anexión rusa de Crimea por la fuerza en 2014 y el hecho de que el gobierno perdió el control de partes de Ucrania oriental a manos de separatistas con apoyo ruso, la implementación de las muy necesarias reformas económicas está resultando lenta y penosa. Pero en los meses transcurridos desde su asunción al cargo, Zelensky ha demostrado compromiso con la reforma, y en todos los niveles de gobierno se está produciendo una amplia renovación de personal. El nuevo primer ministro es un joven de 35 años, Oleksiy Honcharuk, que lo mismo que Zelensky, no tiene experiencia de gobierno previa. El ministro de desarrollo económico, Timofiy Mylovanov, fue profesor de economía en la Universidad de Pittsburgh y en la actualidad preside la Escuela de Economía de Kiev (KSE), una pequeña universidad que hoy está entre las mejores instituciones educativas de Ucrania en el ámbito de la economía.

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No es inconcebible que las reformas que Zelensky y su gobierno han encarado terminen fracasando. Puede que en cinco años nos encontremos con que ministros que eran jóvenes, idealistas y colmados de ardor reformista se han convertido en monstruos del mismo pantano que hoy intentan limpiar, funcionarios venales, atornillados a sus sillones y, como los de muchos países exsoviéticos, escandalosamente ricos. Pero esta posibilidad no está predestinada.

Tras la victoria de su partido en la elección parlamentaria de julio de 2019, Zelensky mandó a sus miembros (mayoritariamente novicios en política) a tomar clases en la KSE, una indicación de que considera más importantes las credenciales profesionales que la experiencia previa de gobierno. Una sensación de cauto optimismo impera en Kiev, en todo el país y en la diáspora ucraniana en Estados Unidos, en la que no faltan profesores de las universidades más prestigiosas y emprendedores de Silicon Valley.

Tal vez Ucrania sea en verdad un país corrupto, como ambos lados del espectro político estadounidense suelen señalar. Escabrosos relatos acerca de los estilos de vida de hombres de negocios ucraniano‑estadounidenses arrestados por acusaciones referidas a la financiación ilegal de campaña durante la elección presidencial de 2016 en Estados Unidos contribuyen sin duda a esta imagen de corrupción generalizada. Pero Ucrania votó mayoritariamente por un cambio radical, y ahora la gobiernan personas comprometidas con hacer de su país una democracia moderna respetuosa de la libertad y del Estado de Derecho; sus esfuerzos para cumplir este compromiso no aparecen en las noticias, pero también hay que hablar de ellos.

Traducción: Esteban Flamini

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