NUEVA YORK – Es fácil malinterpretar el asalto al Capitolio estadounidense del 6 de enero. Los legisladores, afectados por la terrible experiencia, ofrecieron declaraciones para explicar que Estados Unidos es un país de leyes, no de turbas. Esto implica que las perturbaciones incitadas por el presidente Donald Trump son algo nuevo, pero no lo son. Estados Unidos cuenta con una larga historia de turbas violentas acicateadas por políticos blancos al servicio de los estadounidenses blancos ricos. Lo inusual en este caso es que la turba blanca se volvió contra los políticos blancos, en vez de atacar a las personas de color que suelen ser sus víctimas.
NUEVA YORK – Es fácil malinterpretar el asalto al Capitolio estadounidense del 6 de enero. Los legisladores, afectados por la terrible experiencia, ofrecieron declaraciones para explicar que Estados Unidos es un país de leyes, no de turbas. Esto implica que las perturbaciones incitadas por el presidente Donald Trump son algo nuevo, pero no lo son. Estados Unidos cuenta con una larga historia de turbas violentas acicateadas por políticos blancos al servicio de los estadounidenses blancos ricos. Lo inusual en este caso es que la turba blanca se volvió contra los políticos blancos, en vez de atacar a las personas de color que suelen ser sus víctimas.