La Tercera Opción es Derechista

CHICAGO: “Sólo De Gaulle pudo liberar a Argelia; sólo Nixon pudo abrir China”. Tras estos eslogans hay un principio admirable: el interés en sí mismos suele hacer que los partidos políticos se alejen o hasta abandonen su ideología tradicional. Este descubrimiento es particularmente útil en Europa, y cada vez con más frecuencia en el resto del mundo, cuando se analizan las acciones de los gobiernos que, supuestamente, son socialistas o de izquierda.

A finales de la década de los aňos cincuenta Francia estuvo cerca de enfrentar una guerra civil gracias a los problemas en Argelia. A pesar de haber salido del poder en 1946, Charles de Gaulle fue llamado de vuelta al Elysée para sacar a Francia del atolladero. Debido a su patriotismo, De Gaulle parecía ser la única persona capaz de liberar a Argelia.

A partir de finales de los aňos sesenta fue posible restablecer el contacto entre la China de Mao y los Estados Unidos, pues China se vio involucrada en problemas políticos y militares con la Unión Soviética. Tanto los demócratas como los republicanos sabían esto, pero el presidente Johnson tenía miedo de acercarse a China porque, supuestamente, su partido no estaba en completo desacuerdo con el comunismo. Sólo un conocido anticomunista, como Nixon, podía tener suficiente apoyo del ala derecha para visitar China y buscar la cooperación entre ambos países en contra del enemigo común en el Kremlin.

La economía también puede verse afectada por esta dinámica. Ronald Reagan y Margaret Thatcher lograron promover con éxito la aplicación de menores impuestos sobre la renta, la privatización de paraestatales y la reducción del poder de los sindicatos. En general, lograron que el gobierno tuviera un papel menos importante. La popularidad y el éxito que tuvieron sus programas gubernamentales hizo que los partidos liberales, del trabajo y social-demócratas de otros países también apoyaran políticas de mercado libre, a pesar de que esto estuviera en contra de su ideología. No resulta extraňo que sólo estos partidos tengan suficiente apoyo de la izquierda como para introducir reformas en el sector laboral y otros sectores.

Las reformas de mercado iniciadas por partidos de izquierda tuvieron su origen en 1984, siendo el gobierno laboral de Nueva Zelanda el primero en crear leyes que transformaron a la pequeňa nación, antes aislada, en una de las economías más “liberales” del mundo. Los laboristas de este país privatizaron el sistema postal y muchas otras paraestatales, e hicieron cambios en el sector laboral de forma que pasó de ser un sistema sindicalizado a ser un sistema que le brinda considerable libertad a las compaňías para contratar y despedir a sus empleados, así como para pagar salarios determinados por las leyes de mercado.

El Partido Demócrata estadounidense solía estar a favor de la existencia de un gran aparato gubernamental, pero durante la administración de Bill Clinton sus miembros descubrieron la gran popularidad que había adquirido el Partido Republicano al fomentar un menor paternalismo y la reducción del aparato gubernamental. Fue el presidente Clinton, no Bush ni Reagan, quien declaró que “la era de los grandes gobiernos terminó”, cuando su administración cambió radicalmente la posición demócrata en cuanto a seguro social, presupuestos balanceados, reducción de la deuda pública y fomento de los negocios se refiere.

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Las políticas económicas aplicadas en México en los aňos ochenta y noventa son un claro ejemplo de esta tendencia. El Partido Revolucionario Institucional (PRI), el cual estuvo en el gobierno por siete décadas (hasta su reciente derrota ante Vicente Fox), solía estar a favor de que el gobierno fuera propietario de las industrias pesadas, de imponer altas tarifas arancelarias a las importaciones para proteger a las compaňías mexicanas y de establecer una detallada legislación para los sectores laboral y financiero. Sin embargo, a partir del gobierno de Miguel de la Madrid (inicios de los ochenta), el PRI respondió a las críticas acerca de la mala situación económica del país vendiendo muchas paraestatales, llevando a cabo una privatización parcial del sistema del seguro social y promoviendo decididamente un tratado de libre comercio con el mayor “enemigo” del norte, los Estados Unidos. Ahora el presidente electo, Vicente Fox, no necesita iniciar su propia revolución, sino sólo continuar la iniciada por el PRI.

Para reducir los altos índices de desempleo, en el Senado argentino se está discutiendo una reforma al sector laboral que propone reducir el poder de los sindicatos y dar libertad al sector patronal para llevar a cabo contrataciones y despidos. Esta reforma es promovida por el nuevo gobierno de centro-izquierda de Fernando de la Rua, después de varios intentos fallidos del gobierno conservador de Carlos Menem.

Pero quizá el ejemplo más claro de la teoría “De Gaulle/Argelia” y “Nixon/China” de reforma política son los cambios a las políticas gubernamentales de Alemania y de Francia, llevados a cabo recientemente. Ambos países sufrieron de un gran desempleo y un lento crecimiento en los aňos noventa, debido en gran medida a la fuerte regulación de distintos sectores, entre ellos el laboral. Los conservadores no lograron casi nada en cuanto a reformas de mercado se refiere, a pesar de la considerable cantidad de retórica que los caracterizó. Los gobiernos de Jospin y de Schroeder llegaron al poder gracias a plataformas políticas que prometían la reducción del desempleo y un mayor crecimiento económico a traves del incremento del control gubernamental.

Y, de hecho, las primeras medidas tomadas por dichas administraciones sí estuvieron dirigidas a incrementar el control gubernamental, incluyendo una ley para implementar la semana laboral de 35 horas en Francia. Sin embargo, poco tiempo pasó antes de que ambos gobiernos cambiaran de dirección con bastante disimulo. En Alemania, Gerhard Schroeder redujo los impuestos aplicados a las compaňías, está promoviendo la creación de nuevas compaňías y prometió menores impuestos para los planes de jubilación privados. El Primer Ministro francés, Jospin, liberó discretamente el sector laboral, permitiendo más trabajo de medio tiempo y una mayor privatización, y promovió un sistema financiero más competitivo a nivel global al reducir el control gubernamental.

Si Nixon fue capaz de buscar un acuerdo con la China comunista y De Gaulle logró la rendición de Argelia, adoptar el mercado libre y apoyar la reducción de los impuestos aplicados al sector privado es un paso relativamente pequeňo para los socialistas. En la política, como en la vida, por lo general los ideales son sobrepasados por el interés en sí mismo.

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