jjoffe6_BERTRAND GUAYAFP via Getty Images_sarkozy jail Bertrand Guay/AFP via Getty Images

La condena de Sarkozy es una victoria del Estado de derecho

HAMBURGO – La dura sentencia dictada contra el expresidente francés Nicolas Sarkozy, condenado por tráfico de influencias, confirma nuevamente una antigua verdad de la política. Aún en las democracias más afianzadas del mundo la corrupción sigue siendo una maldición.

El poder siempre atrae al poder. Su magia es superior a la de los sobornos, los poderosos no tienen que mostrar la billetera. Quinientos años antes del veredicto contra Sarkozy, Maquiavelo declaró en sus Discursos que «El oro por sí mismo no consigue buenos soldados, pero los buenos soldados siempre conseguirán oro». En otras palabras, los golpes le ganan al efectivo.

El poder es, entonces, la moneda más sólida en la política y crea tentaciones que no se puede exorcizar, pero hay que contenerlas y controlarlas. Por eso las democracias diseñaron una intrincada separación de poderes. Sobre todo, una justicia independiente (algo por lo cual los déspotas no tienen que preocuparse). La condena a prisión por tres años dictada contra Sarkozy, quien entre 2007 y 2012 fue la persona más poderosa de Francia, muestra que el sistema está funcionando de acuerdo con su diseño.

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