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Cómo Facebook se convirtió en el opio de las masas

PRAGA – En la guerra de la desinformación puede ser difícil detectar al enemigo. Se ha acusado a periodistas, políticos, gobiernos y hasta abuelos por permitir la difusión de falsedades en línea.

Aunque ninguno de esos grupos es completamente inocente, el verdadero adversario es más común. Según el testimonio, a fines del año pasado, de la denunciante Frances Haugen, quien trabajaba en Facebook, son los propios algoritmos de las redes sociales los que facilitan el acceso a la desinformación.

Desde su lanzamiento en 2004, Facebook pasó de ser un sitio de redes sociales para estudiantes a un monstruo de vigilancia que destruye la cohesión social y la democracia en todo el mundo. Facebook recopila un tesoro de datos sobre los usuarios —incluidos datos íntimos, como su peso y si las mujeres están embarazadas— para crear un mapa del ADN social de sus usuarios. La empresa luego vende esa información a cualquiera —desde fabricantes de champú hasta los servicios de inteligencia rusos y chinos— que desee «microsegmentar» a sus 2900 millones de usuarios. De esta manera Facebook permite que terceros manipulen las ideas de la gente y operen con «futuros de humanos»: modelos predictivos de las decisiones que probablemente tomarán las personas.

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