rioux2_Jon Feingersh Photography Inc_hands Jon Feingersh Photography Inc/Getty Images

La reconciliación debe impulsar el desarrollo

PARÍS – En un mundo profundamente volátil plagado de grietas, la tentación de abrazar un sendero aparentemente tranquilizador de retiro o aislamiento puede ser fuerte. De hecho, evitar potenciales peligros parece algo natural. A falta de una alternativa mejor, tal vez estemos instintivamente inclinados a mirar hacia adentro para evitar o al menos mitigar los riesgos de un mundo que parece el fin de los tiempos, en el que los niños nos están diciendo la verdad.

Muchos de nosotros ya hemos decidido seguir esa ruta. Sin embargo, los incendios que recientemente arrasaron la selva amazónica son un recordatorio brutal –y trágico- de que esta línea de razonamiento, si bien entendible, es engañosa. En verdad, deberíamos estar avanzando en dirección contraria. Vivimos en un mundo en común, lo que significa que todos somos vulnerables a amenazas –ya sean ambientales, sociales o políticas- que no conocen fronteras. Como los efectos directos o colaterales se pueden sentir en todas partes, deberíamos alimentar un deseo de reconciliación, no de aislamiento.

Estas opiniones encontradas sobre los muchos desafíos de un mundo interdependiente –cambio climático, pérdida de biodiversidad, pandemias letales, fragmentación social, inseguridad, tráfico de todo tipo y migración descontrolada- defienden estrategias divergentes. Por un lado, quienes están a favor de la apertura y de una acción coordinada más fuerte buscan la colaboración con otros países en un espíritu de solidaridad internacional. Por otro lado, los defensores de trayectorias nacionales distintas respaldan agendas destinadas a difundir una teoría sutil de retiro, inclusive en el centro mismo del campo esencialmente generoso de la política de desarrollo.

Y la tendencia general es inequívoca: una cantidad cada vez mayor de líderes, de Rusia hasta Brasil y Estados Unidos, abrazan descaradamente agendas nacionalistas y se oponen a los esfuerzos destinados a promover la gobernanza global conjunta. Consideremos, por ejemplo, el concepto de “camino a la autodependencia” promovido por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por su sigla en inglés). La frase transmite la impresión positiva de alentar a los países que reciben asistencia internacional a hacerse cargo de sus desafíos de desarrollo a través de una autonomía mejorada, a diferencia de ser dependiente de la ayuda. Y la USAID merece crédito por romper con el idealismo irreal que impregna los esfuerzos de desarrollo globales.

Sin embargo, la estrategia de autodependencia de la agencia –junto con la política comercial agresiva del gobierno de Estados Unidos- esencialmente acepta y potencialmente exacerba las fracturas globales existentes. En particular, promueve las perspectivas introspectivas, rechaza la idea de que una respuesta colectiva a los retos para el desarrollo podría ser posible (por no decir más efectiva) y justifica la ayuda en nombre de la seguridad nacional de Estados Unidos en lugar de la solidaridad internacional.

Una estrategia de estas características no puede ser la base para nuestros esfuerzos de desarrollo. La política de desarrollo debería ser abierta y colaborativa. No debería alejarse de su razón de ser y promover sigilosamente el aislacionismo. Pero ése es el riesgo que corre la política de desarrollo si no se reinventa y, por ende, si sigue siendo un instrumento noble aunque insuficiente de cohesión global. Si un mundo cada vez más dividido pretende cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para 2030, la política de desarrollo necesita una ambición renovada. De lo contrario, terminará ayudando a plantear el caso de la estrategia de autodependencia.

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Por lo tanto, necesitamos un concepto guía para definir una nueva base de acción colectiva. Creo que la idea y el método de reconciliación pueden ayudar. “Reconciliación” quizá sea una manera más simple y más dinámica de explicar los objetivos globales colectivos reflejados en los ODS. Representaría un nuevo modus operandi que nos ayudaría a trascender la división binaria simplista entre local y global.

Una política de reconciliación movilizaría plenamente los recursos y los actores de todos los países –incluidas las organizaciones de la sociedad civil, las empresas multinacionales, las ciudades importantes y los bancos de desarrollo- y los dirigiría hacia una cooperación concreta y una ayuda internacional recíproca. Esto traería aparejado lo que yo llamo un mundo “polipolar”.

Para implementar esta política de manera exitosa, necesitamos revitalizar el paradigma tradicional centrado en la ayuda y promover el concepto de “inversión para el desarrollo sostenible” (SDI por su sigla en inglés) para destinar la mayor cantidad de inversión global posible al cumplimiento de los ODS. La SDI no reemplazaría la asistencia oficial para el desarrollo, sino que la complementaría como una forma de inversión que, en definitiva, apunta a proporcionar bienes públicos, en lugar de generar retornos financieros de corto plazo.

Para enfrentar estos desafíos y alcanzar los ODS, no debemos sucumbir al canto de sirenas de la autodependencia. Por el contrario, embarquémonos en un viaje de reconciliación. Elijamos la esperanza.

https://prosyn.org/G1YuSIRes