Brahma Chellaney, Professor of Strategic Studies at the New Delhi-based Center for Policy Research and Fellow at the Robert Bosch Academy in Berlin, is the author of nine books, including Water: Asia’s New Battleground
(Georgetown University Press, 2011), for which he won the 2012 Asia Society Bernard Schwartz Book Award.
NUEVA DELHI – La toma del poder por los terroristas en Afganistán, después de la precipitada y torpe salida militar del presidente Joe Biden, dio un final innoble a la guerra estadounidense más prolongada. Es un hito que será recordado como el final formal de la Pax Americana —tambaleante desde hace ya mucho— y que baja el telón para la larga supremacía de Occidente.
En una época en que su preeminencia mundial ya sufría graves embates por parte de China, es posible que EE. UU. nunca logre recuperarse del golpe que este desastre estratégico y humanitario asesta a su credibilidad y prestigio internacionales. El mensaje que envía a los aliados de EE. UU. es que depender del apoyo estadounidense cuando más lo necesiten es un riesgo que asumen a su entera responsabilidad.
Después de todo, la catástrofe afgana se desarrolló después de que EE. UU. abandonara a su aliado —el gobierno afgano— y se asociara con los terroristas más mortales del mundo, los talibanes. El presidente Donald Trump acordó primero un pacto faustiano con ellos y luego el gobierno de Biden se apuró a ejecutar la salida militar dictada por el acuerdo, aun cuando los talibanes habían violado el acuerdo abiertamente.
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