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El dilema existencial del BCE

FRÁNCFORT – Nuestro régimen de dinero fiduciario requiere un ancla institucional que garantice de manera creíble y decisiva un nivel de precios estable y una confianza a largo plazo en el euro. La credibilidad es el activo más grande de un banco central, porque suscribe la confianza en el poder adquisitivo de la moneda. Y la credibilidad, a su vez, descansa en la independencia del banco central de la influencia política, y en su compromiso con la estabilidad monetaria.

Visto desde esta perspectiva, el Banco Central Europeo ha estado en aguas peligrosas durante varios años. Ha puesto en peligro su independencia política y ha comprometido su objetivo primario. Las acciones que están claramente intencionadas a anticipar la presión política no dejan duda de que ha excedido su mandato.

Por ejemplo, durante la crisis de deuda soberana del euro que comenzó a fines de 2009, el BCE participó activamente en la restructuración de la Unión Económica y Monetaria de Europa (UEM). Con su Programa para Mercados de Valores, abandonó principios de política monetaria importantes, entre ellos la prohibición de un financiamiento monetario de deuda gubernamental y el requerimiento de una política monetaria única para la eurozona. El BCE también desempeñó un papel importante en el rescate de estados miembro de la UE afectados seriamente por la crisis, aunque ésta fuera responsabilidad de los respectivos gobiernos nacionales. Las fronteras entre política monetaria y política fiscal en consecuencia se desdibujaron deliberadamente, lo que condujo a una estrecha coordinación entre ambas.

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